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Decenas de niños de Tomiño no pueden ir a clase en Portugal por el cierre fronterizo

Algunas de las familias de Tomiño afectadas, en el puente internacional que une Goián con Vila Nova de Cerveira C. Villaverde

El rodeo que tienen que dar los padres al no estar operativo el puente internacional de Goián dificulta la conciliación y les impide en muchos casos llevar a sus hijos a clase

Las consecuencias que está teniendo el cierre fronterizo con Portugal para los municipios de la orilla del Miño son dramáticas. Además de las ya incuantificables pérdidas económicas para los concellos de la Raia, no son menos importantes los devastadores efectos sociales y psicológicos que la situación está ocasionando en muchas personas, también en los más pequeños. Porque son varias las familias tomiñesas que cada día atraviesan el puente para llevar a sus hijos a la escuela a Portugal. Al igual que en el primer confinamiento del año pasado, desde que se decretaron las restricciones en el país vecino los centros educativos estuvieron cerrados, aunque eso cambió en las últimas semanas.

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"Hay 6.000 trabajadores obligados a utilizar un embudo para cruzar la frontera" Marta G. Brea

Las guarderías y el primer ciclo de Educación Primaria retomaron la presencialidad el 15 de marzo, y el resto de cursos de Primaria el 5 de abril. Desde entonces, el cierre del Ponte da Amizade está convirtiendo un viaje de menos de diez minutos en una auténtica odisea de casi una hora al tener que atravesar la frontera por Tui, donde está el paso fronterizo abierto más próximo, llegando a ser aún más tiempo los días que se forman atascos.

Es el recorrido que tiene que hacer gente como Berta Castro y su hijo Cibrán, de diez años, estudiante de quinto de Primaria en Vila Nova de Cerveira. “No teníamos garantizada una plaza en una guardería en Tomiño y Portugal nos abrió sus puertas. Nos encantó el sistema, los profesores, todo, y ahora nos vemos en una situación como la que vivíamos hace décadas y necesitábamos pasaporte, me parece prehistórico”, asegura. No piden que se abran las fronteras para todo el mundo, pero sí que se habilite el paso a las personas que necesitan cruzar por motivos justificados, aunque solo sea en una franja horaria concreta al igual que se está haciendo en otros pasos fronterizos para así aliviar las consecuencias de la situación actual. “Para llevar y recoger a nuestros hijos tenemos que hacer cuatro viajes”, recuerda Berta.

Míriam y Pablo, con su hija Lía, familia afectada C. Villaverde

“Los niños llevan muchos meses sin poder jugar con sus compañeros; echan de menos ir al colegio y están cansados de estar en casa”

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Los problemas de conciliación que la situación está generando provocan que madres como Míriam Padín ni siquiera puedan llevar a la escuela a sus hijos Rui y Lía, de 2 y 5 años, debido a la incompatibilidad con sus horarios laborales y los de su marido. “Llevan muchos meses sin poder jugar con niños de su edad. Echan de menos ir a la escuela, a sus amigos, la niña nos pregunta si la profesora aún se acuerda de ella… Están cansados de estar en casa”, explica Míriam. Algo que no ayuda a que sus hijos puedan asistir al centro educativo es la rigidez de los controles fronterizos, que dificultan que una tercera persona pueda encargarse de llevarlos. Es un problema que también destaca otra de las afectadas, Rocío Pereira, madre de dos niñas: “Estamos teniendo muchas dificultades para compartir coche. Para ir a Portugal no hay tanto problema, pero para volver uno de los guardias me dijo que no le servía ninguna autorización firmada, ni siquiera ante notario. Es totalmente surrealista”

La propia directora de la guardería Santa Casa da Misericordia, en Vila Nova de Cerveira, Cristina Malheiro, es otra de las afectadas. Residente en Goián, además de ser trabajadora esencial es madre de una niña escolarizada en el jardín de infancia en el que trabaja y de otro niño que estudia sexto curso en Cerveira. Cuenta que al menos tres familias ya desistieron de escolarizar a sus hijos en el país vecino debido a la situación, que afecta también a madres y padres de otros municipios como A Guarda. Para la directora, el desgaste físico y emocional es una realidad y sus rutinas diarias tuvieron que cambiar radicalmente, teniendo que levantarse una hora antes y volviendo a casa una hora más tarde. “Estando tanto tiempo en la carretera llegas con un desánimo total y con los niños en el coche quejándose de que no damos llegado”, relata. 

Algunas de las familias de Tomiño afectadas, en el puente internacional que une Goián con Vila Nova de Cerveira C. Villaverde

Una joven se ha mudado a Portugal con su padre para no faltar a clase

El mismo desgaste afirma sentir Patricia Martínez, también residente en Goián, cuya situación está suponiendo todo un calvario en la conciliación familiar. Su horario laboral le impide llevar al centro escolar a su hija Adela, que estudia primero de ESO en Cerveira. Es por eso que durante la semana tiene que vivir en Portugal con su padre, con el que Galicia mantiene un régimen de custodia compartida. “El hecho de que no pueda conciliar hace que solo pueda estar con mi hija los fines de semana. Las consecuencias psicológicas y emocionales son muy potentes, también para ella”, reconoce.

A la espera de una nueva reunión del Gobierno luso para evaluar la posibilidad de reabrir las fronteras este viernes 16 de abril, las familias se muestran escépticas y exigen soluciones. Esperan poder recuperar, junto con sus hijos, su vida normal. La reapertura de las fronteras lleva siendo una reivindicación continua de la AECT Río Minho, que representa a los concellos de la Raia y que lleva meses movilizándose y haciendo gestiones para intentar poner fin a este problema. 

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