El Atlético obró el milagro. Apareció Antoine Griezmann, el hombre franquicia de este equipo en la Champions, pescando un balón que clavó para abrir el camino a octavos y sirviendo después una asistencia a Correa.

Hubo un tiempo en el que el Atlético de Simeone era insuperable en las áreas. En la propia, con porteros que ganaban partidos como Courtois y Oblak. En la rival, con goleadores con hambre como Griezmann, Torres, Costa o Luis Suárez. Ahora su plantilla había demostrado más pie que espíritu, lo que sumado a la marcha de obreros como Gabi o Saúl cambió la fisionomía del Atleti hasta convertirlo en un equipo funcionarial y sin contundencia en las áreas. Perdiendo la identidad defensiva y la pegada arriba. Sin rastro de cholismo hasta hoy.

A los doce minutos se retiró lesionado Luis Suárez, un gol en 12 partidos de Champions en el Atlético. A los 21 Griezmann perdonó una gran jugada de Carrasco. Entonces el Oporto se creció y borró a los colchoneros del campo. Oblak salvó a un equipo que daba malas sensaciones y no mostraba fútbol ni corazón. Impensable en un equipo del Cholo.

La segunda parte empezó de forma más inquietante aún, después de que Taremi y Luis Días dispusiesen de varias ocasiones. Y llegó el minuto 56. Un córner en el área local terminó en los pies de Griezmann, que esta vez no perdonó.

Pudo sentenciar Cunha antes de que se le fuese la cabeza a Carrasco y después a Wendell. Desde el gol de Griezmann, se jugó poco y el Atlético no sufrió. Correa selló el triunfo tras una asistencia de Antoine y De Paul coronó la obra con el tercero tras pelear un balón.

Los del Cholo se meten en octavos plagados de dudas en defensa, con una exigua producción de 7 goles (cuatro de Griezmann), pero con su histórica resiliencia. Este Atlético ni enamora ni convence, pero su instinto de supervivencia le hizo salvar el match ball más complicado que ha tenido Simeone en su sdiez años en el banquillo atlético. Creer y creer y creer y...