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José Vázquez, el inventor de relojes

Construyó para Ramón Aller una antena que permitía recibir la hora del meridiano de Greenwich desde la Torre Eiffel de París

Reloj floral, en el Parque 9 de Julio de la ciudad de Tucumán. | // A.V.N.

José Vázquez, era “el mago de los relojes”, una eminencia en el arte de la precisión, según sus vecinos, el “brujo” de la maña, ya que para él no había cosa difícil que no pudiera arreglar y de manera especial los aparatos de relojería. Nació en la parroquia de Vilanova, Lalín, el 19 de abril de 1880, en una familia en la que también alcanzaron fama como relojeros su hermano Casiano y sus sobrinos Evangelino y Cándido Taboada, que fallecieron trágicamente en un accidente de moto, en San Jorge de Sacos cuando se dirigían a Lalín, con objeto de visitar a sus familiares. Algunos de sus hijos, también, fueron relojeros, realizando trabajos destacados. En la Avenida de Mayo, nº 1420, funcionó la joyería y relojería “J. Vázquez e Hijos”, zona de importantes comercios de categoría en la época, fue cerrada y vendida hace 20 años. Otros hijos se dedicaron a crear y administrar una fábrica de relojes de control personal, que en su momento exportaba a todo el mundo.

José Vázquez desde pequeño ya apuntaba inteligencia y singulares dotes de “mañoso”. El sabio astrónomo don Ramón María Aller, fue su maestro y amigo, con el que aprendió matemáticas, astronomía y los secretos de la relojería y con el que colaboró en la elaboración de algunos aparatos para su Observatorio Astronómico de Lalín. Muy joven montó un taller de relojería en Lalín.

En1905, construyó para el astrónomo Ramón María Aller un aparato de antena que permitía recibir la hora del meridiano de Greenwich, trasmitida desde la Torre Eiffel, de París, fue un avance de la ciencia europea. Alcanzó fama nacional cuando se le encomendó la construcción de un reloj para El Escorial. Salió airoso de la prueba. Al no poder quedarse en el Escorial, encargó el mantenimiento a su hermano Casiano Vázquez que se estableció como relojero en el Real Sitio. En el año 1909 presentó dos relojes eléctricos en la Exposición Regional Gallega, que se celebró en Santiago, inventos que causaron la admiración de todos los asistentes. Se trataba de dos relojes acabados, modelos de perfección, principalmente por su excelente maquinaria. El inteligentísimo inventor, José Vázquez, fue premiado con medalla de oro y diploma honorifico.

El periódico Galicia, del 29 de enero de 1910, hace una descripción de estos dos relojes eléctricos: “Uno de los relojes presentados estaba construido, según los principios de Hipp de Neuchatel; el otro es de sistema enteramente original, propio del ingenioso y competente relojero.

José Vázquez. | // GALICIANA

Uno de estos relojes, que “bate” como se dice en el arte, medio segundo, fue construido por encargo particular de don Ramón Aller, para señalar el tiempo sidéreo en su observatorio de Lalín y los resultados alcanzados han superado a cuanto podía desearse en precisión y exactitud. El otro reloj “bate” un segundo, y es un dechado en el arte de la relojería. Este reloj tenía el mérito de que fue construido totalmente en los talleres que tenía el señor Vázquez en la Villa de Lalín. Solamente fueron construidos fuera, en las fábricas especializadas destinadas a esta industria, la espera y las agujas. Las maquinas, el péndulo y la caja están perfectamente rematados, en las que su autor ha demostrado un perfecto conocimiento del arte de la relojería. Su mecanismo era sencillo, consistía en una maquina unida a la espera por la parte posterior y que servía para hacer andar las agujas, recibiendo, por medio de un escape sumamente ingenioso, el movimiento del péndulo. Este funcionaba a su vez mediante otro escape libre unido a la parte posterior de la caja, dando impulso a la maquina cada dos segundos. El motor era un pequeñísimo peso de latón unido a un arco dentado. Cuando va a extinguirse la acción de dicho peso, establece un contacto eléctrico y un electro-imán invisible, situado encima del punto de suspensión del péndulo, da cuerda por medio de una palanca al aparato, elevando el arco dentado unido al peso. El electro-imán recibe la corriente de tres pilas de Leclanché colocadas en la parte superior o zócalo de la caja y como dichas pilas solo dan una emisión de corriente que dura una fracción de segundo cada minuto y medio próximamente, se ve que el aparato puede funcionar sin que se le toque para nada un año por lo menos, porque aunque las pilas no tengan la misma fuerza al finalizarse tan largo periodo de tiempo, como al principio, basta que posean la suficiente para elevar el péndulo. La regularidad, pues, de este aparato puede decirse que depende casi toda del péndulo y en parte de los mecanismos. La electricidad no influye más que para la sencillísima operación de dar cuerda”.

Emigración a Argentina

Desde entonces el hábil relojero siguió perfeccionando cada vez más, el mecanismo de los relojes eléctricos de su fabricación, lo que le llevó a construir un péndulo de segundos, encerrado en una elegante y original caja de nogal. Era el mismo que había figurado en la Exposición de Santiago pero con notables perfeccionamientos. Con estos inventos lo que pretendía era dotar a su taller de las máquinas y herramientas necesarias para ejecutar su trabajo con gran finura y precisión.

Al no poder lograr sus horizontes en Galicia, en el año 1920, optó por cruzar el océano y marcharse a Argentina, eran tiempos en que la fiebre de la emigración se había adueñado de los aldeanos gallegos y con su segunda esposa se decidió a cruzar el charco en un barco ingles que partió del puerto de Vigo. En Buenos Aires estableció su modesto taller de relojería en el barrio de la Constitución y no desdeño en hacer composturas hasta que llegara el momento de emprender sus obras, de realizar sus creaciones que le bullían en la mente. La suerte no estuvo en estos primeros tiempos con él y debió llevar a su esposa enferma a la ciudad de Córdoba (Argentina). En el año 1924, en esta ciudad, donde había obtenido el título de técnico, fue donde fabricó el primer reloj eléctrico que tuvo Argentina, era un reloj con péndulo de mucha precisión, de los que se usaban en los observatorios para la fiscalización de la hora oficial. El “Reloj Eléctrico Vázquez”, al año siguiente fue presentado en la Exposición de la Industria Argentina de Buenos Aires, auspiciada por el Gobierno, y obtuvo la medalla de oro y diploma de honor.

Otra de las genialidades del Sr. Vázquez fue el haber “curado” el viejo reloj de la catedral de Córdoba, obra de la época colonial, que no funcionaba desde casi medio siglo atrás. El viejo péndulo de este reloj estaba sometido a “dolencia crónica” y no hallándose relojero con habilidad y conocimientos necesarios para ponerlo en uso, los cordobeses lo dieron por perdido, conservándolo, tan solo mudo como una reliquia del pasado. En febrero de 1944, fabricó los mecanismos necesarios para mover el viejo reloj electrónicamente. Gracias a su ingenio y conocimiento, el reloj colonial de la Catedral de Córdoba, volvió a marcar las horas después de sesenta y tres años de inmovilidad y silencio. Con su mujer y sus hijos otra vez hubo de volver a Buenos Aires y emprende el trabajo de siempre para subsistir. Hace la primera instalación de importancia para la Iglesia de Nuestra Señora de la Buena Esperanza en Buenos Aires, dotándola de un reloj de torre con carrillón de campanas, totalmente eléctrico. Fue el primero de esta índole que se construyó en el país.

Al surgir en la Capital Federal argentina, el Luna Park, la institución máxima de los deportes de Sudamérica , el Sr. Vázquez creó un juego de relojes que al decir de los técnicos “por su originalidad, técnica, combinación y utilidad, resultaba único en el mundo”. Constaba esta combinación de relojes, de tres aparatos de relojería. El primero marcaba la hora, el del centro indicaba el número de “round” y la pelea que se estaba realizando y el tercero marcaba los tres minutos que duraba cada round y el minuto de descanso, dejando oír en el momento preciso la estridente campanada, lo que permitía al público de este enorme palacio del deporte, seguir segundo a segundo el desarrollo de los combates de boxeo, lucha y baloncesto.En 1942 la Compañía de Luz Eléctrica del Sud y los Andes lo invitó a Córdoba y Mendoza para que la asesorará y construyera los equipos para la sincronización de los relojes eléctricos con la mayor exactitud, aprovechando la experiencia que había logrado con sus equipos en la Compañía Italo-Argentina de Electricidad de Buenos Aires.

En la ciudad de Tucumán, en el Parque 9 de Julio, está su obra más original, el hermoso “Reloj de las flores”, inaugurado en 1935, señalando en flores y plantas de ornamento el paso del tiempo. Este reloj fue un alarde de técnica y concepción estética, mide seis metros de diámetro y sus ajugas pesan 95 kilos, cubierto de flores, constituye todo un espectáculo por su originalidad y belleza. El Reloj Floral, se ha mecanizado y sique siendo, en la actualidad, un icono del parque.

Todos estos trabajos los hizo con la eficacia del técnico y la pasión del artista. En el año 1950, en el mes de agosto, José Vázquez, volvió a Galicia, vino para saludar a sus parientes de Lalín y abrazar al presbítero y astrónomo don Ramón María Aller que había sido su maestro. Un año después, murió en Buenos Aires, a los 68 años de edad. Su trayectoria como técnico y artista de los relojes, es una honra para Lalín y para Argentina. porque en Lalín soñó en su juvenil aprendizaje del cielo y en Argentina realizó sus renovadoras concepciones.

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