Cuando la ciudad todavía duerme, se despereza tímidamente un leve trajín en las arterias de sus extremidades. Y cuando los rayos del sol dibujan los tempranos rosados en las nubes, el páramo que sucumbe a las instalaciones de Amazon en Porriño advierte el goteo de furgonetas de reparto.
El día aún no cuenta las ocho horas y, aun así, en los aledaños de la entrada principal del centro logístico porriñés del gigante estadounidense se arremolinan las furgonetas de reparto, con sendos repartidores aguardando en su interior. Móvil en mano, eso siempre, pendientes de esa señal en la aplicación que resuelva que hoy tendrán faena. Los primeros, aguardan dentro del vehículo. Cuando ya se cuentan diez, algunos bajan. Se saludan con ese cabeceo que, de tan habitual, desvela costumbre al ojo extraño: “a mí hace tiempo que no me llaman”, comenta una de las repartidoras.
Y en quince minutos está todo el pescado vendido. Los repartidores que esperaban en las explanadas adyacentes acceden, uno tras otro, a las instalaciones del centro logístico. Entran por el gran portal, se disponen en filas. Se entremezclan con el otro río fluido de furgonetas de reparto que van llegando y, sin espera ni dilación, acceden a las instalaciones. Así, hasta formar las tres hileras y sumar una veintena de furgonetas que darán servicio “prime”. Bueno, así casi todos, salvo un vehículo que espera aún delante del bar de la esquina.
No es hasta que la mercancía se ha cargado y se dispone a abandonar las instalaciones que comienza la cuenta de las ocho horas de jornada. Ellos, los transportistas del puerta a puerta, cobran el salario mínimo: 950 euros en 14 pagas. Sin domingos ni festivos. Lejos de todo convenio que regula el sector del transporte en Pontevedra.
Cada uno, contará unas 150 entregas diarias en jornadas de ocho horas que, a la hora de la verdad, se extienden hasta las 12, según denuncia el sindicato UGT. Estas entregas las gestionan tres compañías subcontratadas por Amazon, las mismas que emplean a estos repartidores: Tipsa, Checkpoint y Kebel Logistic, esta última, constituida en Barcelona dos meses antes de que Amazon abriera sus puertas en Porriño en octubre de 2019.
“Estos trabajadores no son empleados de Amazon, pero sí hay un control diario y permanente de cada uno de ellos por la compañía de comercio electrónico”
La compañía de comercio electrónico vigila férreamente al transportista a través de la aplicación, la misma que le dijo que hoy tendría faena.
A cambio de su nombre, se le asigna un número. Tal identificación le acompañará en toda su relación de proveedor de Amazon. “Siempre estará vinculado a esa persona. Te puede cerrar puertas a trabajar en el círculo de actividades vinculadas a Amazon, especialmente subcontratas”, revela Bernárdez. Ese número y esa aplicación permiten a Amazon conocer en todo momento cuánto tiempo le queda a un paquete para ser entregado. Si el repartidor llega a la puerta y el destinatario no está, ya puede tener a bien cambiar su ruta de entrega para cumplir con su cometido “sino será penalizado”, relata Bernárdez. Penalizado por no cumplir con la política de calidad de Amazon. Y el almuerzo siembra de furgonetas las calles olívicas entre la una y las tres de la tarde, a tiempo para apurar un táper y continuar la ruta.
Transportistas subcontratados
Las tres empresas a las que Amazon subcontrata el reparto (Tipsa, Checkpoint y Kebel Logistic) aglutinan a un centenar de trabajadores.
La denuncia de los sindicatos
UGT denunció a Inspección de Trabajo la precarización laboral de Amazon en el área de Vigo. “Están contratando personal a través de ETT”.
Amazon Flex con vehículo particular
Amazon Flex contrata repartidores autónomos, una opción muy socorrida por los riders a razón de 56 euros por un trabajo de 4 horas.
Lo suyo sería que el contrato de estos trabajadores de empresas de logística subcontratadas por Amazon estuviera regido por el Convenio Colectivo de Transporte de Mercancías de Pontevedra, que estipula un salario que supera los 1.100 euros y dos pagas extraordinarias por una jornada de 40 horas semanales. Como no es así, UGT ha presentado varias denuncias ante Inspección de Trabajo en Vigo por la precarización del sector. “Estas empresas no aplican el convenio del transporte”, advierte Bernárdez. “Detrás de la sonrisa del logo de Amazon hay una tristeza enorme por la precariedad laboral”.