El plan por Casa Botas y Peixemar pide una quita “salvaje” para cien millones de deuda

La oferta, liderada por Carlos Brunet, es de 1 euro por los activos

El pasivo se concentra en la banca, pero proveedores y pymes suman facturas impagadas por más de 7 millones

La dispensa a Fandicosta de pez espada, como el de la imagen, era la principal tarea de Peixemar

La dispensa a Fandicosta de pez espada, como el de la imagen, era la principal tarea de Peixemar / Marta G. Brea

Lara Graña

Lara Graña

De las cenizas del obstinado proyecto de Ángel Martínez Varela en Moaña, el de Fandicosta, saldrá el germen de una aventura colosal para sus futuros propietarios. Worldwide Fishing Company (Wofco) asumirá la gestión de una moderna sala de elaborados, con logística de frío y muelle, con la que dará un salto de gigante en su ya abultada cuenta de resultados. La compañía, en situación preconcursal, ha solicitado ya la homologación judicial al plan de reestructuración al contar con el visto bueno de una mayoría cualificada de acreedores, principalmente financieros. De modo que es cuestión de semanas que se produzca la entrega de llaves y que la fábrica arranque su nueva (y tercera, después del incendio) vida. Pero, además de Fandicosta, dos empresas más del grupo están pendientes de conocer si, como la matriz, podrán continuar con su actividad y evitar la liquidación. Se trata de Casa Botas y Peixemar, que suman deudas –afectas a la reestructuración– por importe de casi 100 millones de euros. Según pudo saber FARO en fuentes de la negociación, la oferta formulada para tomar su control ofrece un pago simbólico, de 1 euro, y una quita “salvaje”.

Casa Botas, fundada en 1904 por el abuelo del propio Martínez Varela, es la compañía de más solera del muelle vigués de O Berbés. Se dedica a limpiar, filetear y cortar productos del mar, sobre todo cefalópodos, para la propia Fandicosta. También le provee de otra materia prima. De acuerdo a la documentación remitida a los acreedores, la deuda rebasa los 48,7 millones de euros. La mayor parte de estos créditos corresponde a entidades financieras (33,25 millones), aunque un buen pellizco en facturas impagadas es de proveedoras de materias primas, la mayoría pymes. La categoría de acreedores comerciales rebasa los 3,6 millones de euros. La deuda subordinada acaricia los 11 millones, presumiblemente vinculada a otras compañías del grupo.

Peixemar, por su parte, ha sido históricamente el principal proveedor de materia prima para Fandicosta. En sus instalaciones de Vigo corta y envasa a granel, sobre todo tintorera y pez espada, también para la factoría de Moaña. Uno de los puntos fuertes de Grupo Fandicosta era, en efecto, el vínculo sólido con flota palangrera de superficie, con acuerdos de largo plazo para adquirir las capturas de estos grandes peces. En su caso, los créditos afectados por el plan de reestructuración propuesto alcanzan los 49,57 millones de euros. También la clase ordinaria financiera es la más cuantiosa, con 41,4 millones de euros, e impagos a pymes por otros 3 millones de euros más. El contenido de ambos planteamientos de rescate ha airado a los acreedores más pequeños, como armadoras, atrapadas además en una depreciación del valor de las especies que se ha cebado en los últimos meses con el palangre.

De la casa

La oferta formulada para adquirir Botas y Peixemar nació de la plantilla, de un hombre del equipo de confianza del propio presidente. Se trata de Juan Carlos Brunet, quien acaba de constituir una mercantil –es una sociedad limitada con 3.000 euros de capital social– con vistas a asumir estos activos. La empresa ha sido bautizada como Brunfish y Brunet es su administrador único. Como apuntó a este periódico Martínez Varela, él mismo ha ofrecido respaldo económico para facilitar su éxito, aunque ha anticipado que se jubilará.

El todavía presidente de esta corporación pesquera asume que fue el proyecto de reconstrucción de Fandicosta lo que ha despeñado sus opciones de retirarse de la vida laboral sin sobresaltos. “Quiero quedar como un empresario cumplidor, que es lo que soy. Veo que emprendí una tarea que no debería haber emprendido” y que supuso una inversión superior a los 25 millones de euros. Sin soporte exterior de oxígeno –siempre se ha quejado de la falta de apoyos, que sí recibió, por ejemplo, Campofrío tras el incendio en su planta de Burgos– y solo, con la factoría nueva ya en producción, con una inyección de capital de Xesgalicia. “No lo he superado, hay que asumirlo. No soy un Superman. Me toca jubilarme, no como yo quisiera. No salgo por la puerta adecuada pero es lo que hay, lo que ha tocado”, lamentó a FARO.

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