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Indultemos a los ex

Los ex son criaturas fascinantes, imposibles de encajar en alguna de las categorías en las que clasificamos nuestras relaciones sociales, esos cajones en los que metemos a las personas y les asignamos una etiqueta (amigos, extraños, conocidos...) para saber a qué atenernos, qué esperar de ellos y poder decidir las cosas corrientes de la vida, saber si es aceptable invitarlas a nuestro cumpleaños, proponerles un fin de semana de turismo rural o contarles que seremos padres. Con los ex, nada de eso funciona.

Por dramático que fuese el final, por bien que se nos dé fingir o por mucho pelo que hayan perdido, los ex jamás serán extraños. Y no nos engañemos, tampoco se transformarán en amigos. La nueva relación surgirá sobre restos de afectos, rencores y pasiones, una mezcla sobre la que podrá crecer algo hermoso, pero alejado de la placidez de la amistad.

Los ex son supervivientes. Por las buenas o las malas, toda relación termina enviando al otro al destierro, que hoy está a unos metros de Instagram. Ese instinto de aniquilación de recuerdos es la decisión más humana posible; la única salida para bajar la fiebre de los finales. Sin embargo, el ex regresará y, cuando reaparezca, hará temblar el suelo.

Uno debería hacer lo posible para situar a sus ex lo bastante cerca como para no perderlos de vista y lo bastante lejos como para mantenerlos a raya. Sin embargo, salvo casos irremediables, no deberíamos renunciar a ellos. Nos conocen, una parte de su historia forma parte de la nuestra y, con la mirada libre de deseos y despechos, reconoceremos algo de lo que un día nos deslumbró y quizá todavía pueda hacer nuestra vida más agradable.

Emocionalmente desactivados, los ex están en condiciones de regresar, ¿pero dónde colocarlos? Como quien trabaja con material inflamable, administremos la distancia. Si esto se consigue, el resultado será extraordinario. Conocen nuestras estrategias, les hemos desvelado nuestros trucos y, con ellos, de nada sirven poses o melodramas. En el ex encontraremos la complicidad de quien una vez nos estudió y desmontó pieza a pieza hasta conseguir comprender cómo funcionábamos. Así que quizá haya llegado el momento de considerar el indulto, de taparnos los ojos y enviarles de nuevo un primer mensaje.

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