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Javier Moro | Escritor

“El ’ArquItecto de Nueva york’ era español”

“El estilo de Rafael Guastavino ha marcado huella y ha sido copiado en Estados Unidos”

Javier Moro, autor de “A prueba de fuego”.

En 1881 el arquitecto valenciano Rafael Guastavino llega a Nueva York con 39 años, arruinado, dejando tras de sí un escándalo matrimonial, sin saber inglés y con su hijo menor, Rafaelito, de nueve años. Su talento e ingenio deslumbra a magnates norteamericanos conquistados por las técnicas que empleaba para construir edificios y monumentos a prueba de incendios. El estilo Guastavino marca tendencia y es visible en más de mil edificaciones en Estados Unidos, especialmente en la Gran Manzana; de hecho, en la reseña de prensa de su fallecimiento lo llaman “el arquitecto de Nueva York”. Intrigado por la escasa información sobre la vida de este hombre casi desconocido en España, el escritor y periodista Javier Moro se lanzó a investigar sobre él. El fruto de su trabajo es “A prueba de incendios” (Espasa, noviembre de 2020), una novela en la que Moro vuelve a demostrar que es un fantástico buscador de figuras fascinantes de la historia.

"Me encontré con una historia de un padre y un hijo que se han dedicado a la arquitectura y que entre los dos han dejado una huella importante en Estados Unidos"

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– ¿Qué sabía de Rafael Guastavino y qué le atrajo para decidir escribir una novela sobre su vida?

– Sabía muy poco. Me interesó el misterio alrededor de él, que no se supiese nada de alguien que dejó tanto. Viví durante una temporada en Nueva York y me enteré de edificios que había hecho él. Luego fue mi editora la que me propuso investigar si había una historia buena y efectivamente: me encontré con una historia de un padre y un hijo que se han dedicado a la arquitectura y que entre los dos han dejado una huella importante en Estados Unidos, donde aparte de crear edificios muy bonitos, han marcado un estilo que luego fue copiado. Las estaciones de trenes y autobuses de Estados Unidos son copias de las que hicieron ellos, la más bella sin duda Pennsylvania Station, destruida en 1963 en medio de un escándalo enorme (Jacqeline Kennedy encabezó el movimiento civil de protesta contra su demolición). Guastavino es otro ejemplo de español con una proyección muy importante en Estados Unidos que aquí era prácticamente desconocido.

Estación de Pensilvania, destruida en 1963

– ¿Cómo fue la investigación que realizó y qué supuso la aparición de cartas familiares para poder sacar adelante su libro?

– Empecé a investigar y lo abandoné porque no encontré documentación suficiente, más allá de información técnica sobre sus obras de arquitectura. Más tarde, unos arquitectos de Valencia muy guastavinistas me insisten en que continúe con el trabajo y contacto con Amparo Donderis Guastavino, bibliotecaria y archivera de Sigüenza, que me dice que un primo suyo de la rama americana de la familia acaba de heredar unos papeles familiares. Aproveché un viaje a Estados Unidos para visitar a ese señor y me encontré con todas las cartas de la familia. Ahí estaba el libro. Ya en la primera carta se solucionaba un tema que yo no entendía ¿Por qué se había ido con su hijo menor a Estados Unidos y había dejado al resto de sus hijos irse a Argentina con su primera esposa? Descubro que ese hijo lo había tenido con su criada, Paulina Roig. En ese momento ya se une a las ganas de escribir una buena historia el hecho de haber descubierto algo.

"Me preguntaba cómo era posible que un hombre hubiera diseñado miles de obras en Estados Unidos y me sorprendió descubrir que Rafael Guastavino son dos, el padre y el hijo."

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– Hay capítulos tan descabellados en su vida que bien podrían ser de ficción ¿Ha novelado o todo lo que cuenta está documentado?

– Todo está documentado, aunque evidentemente los diálogos son recreados. Su vida es un poco telenovelesca y al mismo tiempo hace verdaderas obras de arte. Me preguntaba cómo era posible que un hombre hubiera diseñado miles de obras en Estados Unidos y me sorprendió descubrir que Rafael Guastavino son dos, el padre y el hijo. Se llaman igual, se dedican a lo mismo y compiten entre ellos. Explorar esa relación entre ambos es lo que más me interesó.

A la izquierda Rafael Guastavino Moreno ( el padre) y a la derecha Rafael Guastavino Expósito, el hijo

"Se querían mucho, eran dos extraños que se quedaron solos en Nueva York y dependían uno del otro muchísimo."

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– De hecho ha convertido al hijo en narrador de la historia y destaca la transformación de la admiración que sentía por su padre de niño a la visión crítica de adulto. ¿Cómo era su relación y cómo influyó en la obra de ambos?

– El padre trata a su hijo como un adulto cuando tiene diez años y a los 30, cuando quiere volar por su propia cuenta, le trata como a un niño. Se querían mucho, eran dos extraños que se quedaron solos en Nueva York y dependían uno del otro muchísimo. El padre muy inteligentemente metió al hijo en un colegio interno para que aprendiese bien inglés, ya que él era negado para los idiomas. Prepara al hijo para que le ayude e intenta hacer de él la prolongación de sí mismo. Le forma como un grandísimo arquitecto y luego el hijo se hace casi mejor que el padre porque ya es americano, está más integrado en la sociedad e imbuido de una cultura empresarial que no tiene el padre.

– Además de mujeriego, ¿cómo era el padre?

– Era bohemio, artista, un desastre con las cuentas, no calibraba el dinero, que para él solo era un medio para llegar a hacer lo que quería. Donde estaba realmente feliz era en su mesa de dibujo planificando esas bóvedas suntuosas y maravillosos edificios. Ahí era metódico, preciso, perfeccionista, exigente. Todo lo contrario de lo que era en su vida cotidiana. Con las mujeres tenía una relación como la que se solía tener en el siglo XIX, hasta que encuentra a una que es instruida y es de la que se enamora.

– ¿Y el hijo?

– Era igual de creativo e ingenioso que el padre, cuyas teorías consigue desarrollar un grado más. Logra hacer en una iglesia en Massachusetts una cúpula con un índice de espesor similar al de una cáscara de huevo. Le encargan la cúpula de la Catedral de San Juan El Divino, la mayor católica existente, lo que le lanza a la fama. Es más racional que el padre, con mayor cultura empresarial.

– ¿Qué destacaría de la obra que aún persiste y del legado que han dejado?

– De obras, muchas: la cúpula de la Escuela de Guerra de Washington, la casa del elefante del zoo del Bronx, el puente de Queensboro, que sale en la película “Manhattan”, ... Lo que hicieron es muy bonito y reconocible. Si vas a Valencia y ves las cúpulas maravillosas en las que se inspiró el padre, te das cuenta de que ha trasladado esa belleza a Estados Unidos. Sabía que en Estados Unidos tenían un problema con los incendios en los edificios y les vende la solución patentando la bóveda tabicada, que es como patentar la paella. A prueba de fuego eran sus edificios y también su carácter, inasequible al desaliento.

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