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Mujeres en la Guardia Civil: "Aportamos más sensibilidad y empatía"

Las guardias civiles Marisol González e Irene García en la comandancia de Pontevedra. Gustavo Santos

Más de tres décadas después de la incorporación de la mujer a la Guardia Civil, la presencia femenina en esta profesión continúa siendo minoritaria, de un 25% en la escala básica y de tan solo un 4% en puestos de oficiales. La propia directora general de la Benemérita, María Gámez, manifestaba en una reciente entrevista que es necesario que las mujeres lleguen a puestos relevantes en este cuerpo de seguridad del Estado. Siete agentes que ejercen en Galicia en diferentes rangos y especialidades nos cuentan si han encontrado dificultades tanto a la hora de ingresar y progresar como de desempeñar su cargo, la evolución en la percepción de la sociedad de ver a una mujer en una profesión mayoritariamente masculina y qué pueden aportar ellas a mayores de un compañero varón.

La conciliación de la vida laboral y familiar es una de las razones por la que la mujer decide no ascender en la Benemérita, según coinciden en señalar todas. “Cada ascenso implica un cambio de destino y un sacrificio personal grande; tienes que poner en la balanza tu vida familiar o tu carrera, si tienes hijos o padres a los que cuidar”, manifiesta Marta Vilanova, teniente jefa del Seprona en A Coruña.

“Cada ascenso implica un cambio de destino y un sacrificio personal grande; tienes que poner en la balanza tu vida familiar o tu carrera, si tienes hijos o padres a los que cuidar”

Marta Vilanova - Teniente jefa del Seprona en A Coruña

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Esa es la razón por la que la guardia civil Irene García, coordinadora del EMUME (equipo de atención a mujer y menor en la Comandancia de Pontevedra), ha decidido no ascender. “Cuando empiezas en la escala básica es difícil porque cuando puedes optar a preparar una oposición para acceder a la escala de suboficiales (lo que supone uno o dos años en una academia además de cambiar de destino) ya tienes una familia formada. Es también complicado para los hombres, pero especialmente para nosotras; nos cuesta más dejar a los niños un año y medio o dos”.

“Antes el hombre ascendía y se llevaba la casa a cuestas; nosotras en general no estamos dispuestas a ello, tal vez sea por tema de educación o cultural, puede que cambie con las leyes de igualdad y conciliación”, comenta Marisol González, guardia civil de Intervención de Armas en la Comandancia de Pontevedra. “Socialmente nosotras tenemos interiorizado estar con nuestros hijos y cuidar a nuestros mayores; en mi promoción de sargento había 150 hombres y 10 mujeres; en las de oficiales, de 80 suele haber una mujer”, apunta la sargento Rut Socorro, que ejerce en el puesto de Caldas de Reis. “Tengo 37 años y me gustaría estar con mi hija la primera parte de su infancia, pero no descarto ascender cuando ella cumpla cinco o seis años”, añade.

Para Carmen Sotelo cabo 1ª jefa de Intervención de Armas en Ordes, “ascenso y calidad de vida no van unidos, prefiero estar en un trabajo estable con horario de mañana y estar disponible para mi hija de dos años que ascender, que en lo nuestro equivale a una ruleta rusa que te puede llevar a la otra punta de España”.

“Me parece estupendo el permiso de paternidad, así sabrán que un varón podrá faltar meses al ser padre”

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La sargento1ª del destacamento de tráfico de Verín Lorena Cid considera que es cuestión de tiempo ver a más mujeres en puestos de mando. “Nos hemos incorporado más tarde; en la Guardia Civil sucede como en otras profesiones”, resuelve. Similar visión ofrece la sargento Almudena Albores, comandante del puesto de Padrón: “Ahora las mujeres ya entran con 25 años como tenientes y llegarán a coronel y general”.

Si bien en general todas las consultadas consideran que el hecho de ser mujer no les ha supuesto un obstáculo o esfuerzo añadido a la horade ingresar o ascender, la teniente 1ª Marta Vilanova comenta que en su promoción de ingreso las pruebas físicas fueron iguales para ambos géneros y puntualiza que en sus ascensos aún no tenía hijos, lo que le hubiera supuesto un impedimento. “Hoy está mas regulado; me parece estupendo que los hombres también tengan el mismo permiso de paternidad que las mujeres porque así en plazas donde los ascensos requieren valoración, saben que un varón también te va a faltar unos meses de la unidad cuando sea padre”.

Irene García se considera afortunada por tener familiares cerca, al contrario que otras compañeras, algo fundamental en un trabajo como el de ella en el que “te pueden llamar a cualquier hora del día o la noche y tienes que estar disponible. También, añade, le ayuda el hecho de que “tanto mi marido como yo estamos cerca del 50% en la atención de los niños”. La sargento Lorena Cid destaca la equidad que se produce en los ascensos en escalas inferiores. “Son ascensos objetivos, no me he encontrado ni trabas ni favoritismos”, manifiesta. Por su parte, la cabo 1ª Carmen Sotelo confiesa que se ha topado con más dificultades que ventajas. “Al principio compañeros más jóvenes que yo me miraban con recelo, yo creo que por cierta inseguridad, porque llegaba con más estudios. Pero no es lo común; la mayoría de compañeros son excelentes y el tema género ni entra en la conversación”.

Ese recelo sí lo han vivido, sobre todo las más veteranas en la sociedad, por parte de ciudadanos a los que les costaba acatar órdenes de una mujer, preferían ofrecer la documentación a sus compañeros varones o no se sentían cómodos por ser custodiados por una mujer. En el lado contrario y con el paso del tiempo, la presencia femenina es valorada en muchos trabajos dentro de la Guardia Civil, sobre todo cuando tienen que hablar sobre accidentes o cuestiones relacionadas con violencia de género y en puestos de investigación e información, pues su presencia pasa más desapercibida y les ayuda a trabajar infiltradas. La mayoría de las consultadas coinciden en señalar que ellas transmiten más cercanía y, por lo general, tienen más empatía que sus compañeros varones.

“De niña tenía claro que quería ser guardia civil”

Marta Vilanova - Teniente jefa del Seprona A Coruña

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Marta Vilanova, teniente jefa del Seprona en A Coruña Carlos Pardellas

La teniente jefa del Seprona en la Comandancia de A Coruña, Marta Vilanova González, tiene 40 personas bajo su mando. Nacida en Ponferrada -de padre gallego y madre del Bierzo- y criada en París hasta los 12 años, recuerda que de niña le llamaba la atención ver a los agentes de la Guardia Civil al pasar la frontera por Irún. Eran los años en que los atentados de ETA aparecían casi a diario en las noticias y ella quería atrapar a los malos, “pero como entonces las mujeres no podíamos ser policías ni guardias civiles, quise ser veterinaria”. Abandona esa idea cuando, ya viviendo en Vigo y siendo adolescente, su madre la avisa de que acaba de ver la noticia de que la mujer ya puede acceder a la Guardia Civil.

Tras ingresar en la academia el 2 de noviembre de 1997 y acabar su formación, inicia su carrera profesional en 1998 en Las Palmas y luego en Ceuta cuando estaban construyendo la valla que separa España de Marruecos. “Tenía muy claro que quería estar en lucha antiterrorista, así que me fui a Irún y luego entré en el servicio de información de Guipúzcoa”, en el cuartel de Intxaurrondo. De ahí pasó a Francia (le ayudó ser bilingüe) para trabajar en la UC1, unidad central que llevaba el tema de ETA.

Luego vinieron los ascensos y con cada uno de ellos nueve meses de formación y distintos destinos: sargento en Molina de Aragón, centro de perfeccionamiento en Valdemoro, otro año de academia, alférez, tres años en Ceuta, nueve meses en Algeciras coordinando con las autoridades marroquíes temas de fronteras, otra vez Valdemoro y por fin Galicia, donde recala en 2017 y desempeña su actual cargo desde diciembre de 2019. Ese año acaba la carrera de Criminología y tiene su primer hijo.

“Animo a las jóvenes a que accedan a esta profesión, tiene múltiples variedades”

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“De cara al ciudadano nunca tuve ningún problema por ser mujer, tal vez porque no estuve en el rural, sino en grandes destinos”, comenta a la vez que es consciente de que sus ascensos no le supusieron mayor dificultad por ser mujer, dado que fueron antes de ser madre.

Considera que en términos generales, una mujer al mando puede aportar una visión más empática ante los conflictos, ya sean internos o externos”. No cree que haya copiado ningún patrón masculino a la hora de ejercer de jefa. “Conscientemente no he copiado a nadie, siempre he sido yo”.

Lamenta que la labor del Seprona y la Guardia Civil sean desconocidas por la sociedad. Del primero, dice que es mucho más que caza, pesca, incendios y vertidos. “Es un departamento muy amplio de policía medioambiental”. De la Benemérita destaca la variedad de especialidades existentes y anima a las jóvenes a contemplar esa profesión como posibilidad, “por supuesto con vocación”. Menciona entre las ramas los servicios marítimos, de montaña, tecnológicos, de tráfico, escuadrón de caballería policía judicial misiones internacionales. “Me considero bien pagada, además se están consiguiendo logros para equiparar el sueldo con la policía nacional. De todas formas, cuando yo ingresé podía haber optado por ser policía y no lo hice”.

“Intento crear buen ambiente de trabajo”

Lorena Cid - Sargento 1ª en Tráfico en Verín

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Lorena Cid, a la entrada del Destacamento de Tráfico de Verín Cedida

Hija de guardia civil y criada en cuarteles, la sargento primera y segunda jefa del Destacamento de Tráfico de Verín Lorena Cid tenía claro desde niña a que quería dedicarse de mayor. “Para mí el día de Pilar es como un cumpleaños o una fiesta de navidad, algo superimportante; lo llevo en la sangre”, comenta.

Al acabar la selectividad ingresó en el colegio de Valdemoro (Madrid), la academia para hijos de guardias. Estuvo un año pero una semana antes de las pruebas físicas se lesionó en la rodilla y suspendió la del kilómetro por cuatro segundos (las marcas eran iguales para varones que para mujeres). Tras un año estudiando Magisterio, aprueba la oposición e ingresa en la academia de Baeza (Jaén), de donde salió formada como guardia civil en el año 2000. Después de tres meses en Altea (Alicante), y un año en Lugo, fue a Las Rozas (Madrid), donde se presentó al curso de información y estuvo entre el 2003 y el 2009 en la Jefatura de Información, la UC1, dedicada a las amenazas de terrorismo internas. Ya ascendida sargento, trabaja en la compañía fiscal del aeropuerto de Barajas. “Soy muy afortunada, siempre he tenido buenos destinos, compañeros y jefes”, dice. En 2012 vuelve a su tierra (es ourensana) y tras cinco meses en Xinzo ocupa una vacante de tráfico en Verín, donde dirige un equipo de 31 personas.

Lorena Cid Sargento 1ª en Tráfico en Verín Cedida

“Animo a las mujeres a ser guardias civiles, hay muchas especialidades, te enriqueces, que no lo vean como algo tan militar”

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Asegura que no le gusta distinguir entre mandos hombres y mujeres. “Como persona, en mi caso, creo que mis órdenes se perciben con menos frialdad por mi carácter más dulce, pido la cosas en lugar de ordenarlas, creo un buen ambiente de trabajo. Lo importante es ser un equipo”. Respecto a la reacción de los ciudadanos al verla patrullando en moto “la gente se me quedaba mirando, llamaba la atención”, dice. Añade que en los primeros años de profesión “había ciudadanos, sobre todo extranjeros no acostumbrados a que una mujer les diera órdenes, que lo llevaban mal. Se negaban a darme la documentación; decían que preferían dársela a mi compañero”.

Se muestra feliz con su trabajo y anima a las mujeres a que ingresen en la Benemérita. “Hay un abanico amplio de especialidades, puedes ir cambiando, te enriqueces. Que no le vean tan militar porque no es así”.

“Procuro explicar cada decisión que tomo a mi equipo”

Rut Socorro Piñeiro - Sargento en el puesto de Caldas

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Rut Socorro en su puesto de atención a mujeres en Caldas Iñaki Abella

Con nueve años quería ser policía. Tras acabar Magisterio, en 2007 estaba en la academia opositando y faltaban tres meses para que los compañeros de la clase de al lado se presentasen a las oposiciones de la Guardia Civil y se animó a probar. Aprobó y ya lleva 14 años en el cuerpo. Después de cinco años como guardia civil raso, en Cangas del Morrazo, Tenerife y Puebla de Sanabria, en 2013 asciende a cabo y se traslada a Cieza (Murcia);_y en 2015 aprueba la oposición a sargento recalando en Caldas de Reis, donde actualmente forma parte de un grupo pionero en violencia de género de la compañía de Vilagarcia coordinando un equipo de cinco personas que llevan el seguimiento de 158 casos activos. “Demasiados”, dice.

“Doy charlas en los colegios con lo cual desarrollo mi parte docente”, dice esta logroñesa de nacimiento, de padre canario y madre gallega que llevan 27 años residiendo en Galicia.

Con una hija de ocho meses, ha aparcado temporalmente su intención de seguir ascendiendo pero no lo descarta. Dice que ser mujer no le supuso ningún esfuerzo añadido en su carrera en la Benemérita, no más de lo que se autoexigía ella , sobre todo al principio de su carrera. “No me he topado con obstáculo por mi género, son oposiciones objetivas y quedaría registrado”.

“En general, aportamos más sensibilidad y empatía, lo que transmite más tranquilidad”

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Considera que una mujer en un cargo como el suyo aporta “más sensibilidad y empatía, escuchamos más a la gente, lo que les transmite comodidad y tranquilidad”. A la horade mandar sobre el equipo al que coordina, dice: “Intento practicar con el ejemplo, ser responsable de cada decisión que tomó y explicar por qué la tomo. Puede que una mujer tenga más mano izquierda, en general, pero las nuevas promociones ya salen con ese modelo de mando, sean hombres o mujeres”

Respecto a la reacción ciudadana al ver una mujer al mando en la Guardia Civil dice que ya se ha acostumbrado a ciertas reacciones, “desde mujeres mayores que me dicen que en su época era impensable a hombres que rechazan que les tenga que custodiar o detener porque su imagen de guardia civil es la de un hombre, de alguien con más fuerza. Al otro lado, hay personas que tiran más hacia nosotras a la hora de contarnos un accidente o en casos de violencia de género”.

“Ascenso y calidad de vida no van unidos”

Carmen Sotelo - Cabo 1 ª jefe de Intervención de Armas en Ordes

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Carmen Sotelo en las dependencias de Intervención de Armas en Ordes Xoán Álvarez

Titulada universitaria en Psicología y Criminología, vio en la Guardia Civil el paso más cercano para entrar en el mundo de la investigación, que siempre le había atraído. “Venía de una carrera donde predominaban mujeres y pasé a un trabajo con mayoría de hombres”, dice la ourensana Carmen Sotelo, cabo 1ª jefa de Intervención de Armas en Ordes.

Tras ingresar en el cuerpo en 2004, pasó por Valencia, Sabadell y Lugo, donde hizo la especialidad de intervención de armas y explosivos y fue trasladada como destino forzoso a Molina de Aragón. Regresó a Galicia como comisionada en Lalín y y de ahí a su destino “no sé si definitivo” en Ordes, ya que su objetivo final es Ourense.

No optó por la policía judicial, que hubiera respondido más a su formación, porque el acceso estaba cerrado. “A día de hoy las puertas están abiertas pero por cuestiones de estabilidad no me planteo cambiar de especialidad”. El horario de trabajo, de mañanas y de lunes a viernes, le permite dedicar tiempo al cuidado de su hija. “Un ascenso en lo nuestro equivale a una ruleta rusa que te puede llevar a la otra punta de España y tampoco compensa económicamente”.

Carmen Sotelo en las dependencias de Intervención de Armas en Ordes

Carmen Sotelo en las dependencias de Intervención de Armas en Ordes Xoán Álvarez

“Prefiero un puesto estable con un horario regulado que me permita disponer de tiempo para estar con mi hija”

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Dice que el hecho de ser mujer le ha la supuesto dificultades añadidas en el desempeño de su trabajo, “sobre todo en mi especialidad porque sueles atender a personas mayores que piensan que no tienes esa seriedad que le puede dar una figura masculina o se ponen muy nerviosos”.

En cuanto a obstáculos internos, dice que “ por desgracia y sorprendentemente los compañeros que me han puesto más pegas son los más jóvenes. Supongo que irá asociado a los valores que le han inculcado en sus casas. Fue justo al principio y creo que era por cierta inseguridad, veían que llegaba una mujer con más estudios. Por otro lado hay compañeros excelentes con los que el tema de ser hombre o mujer no entra en ninguna conversación”.

Descarta volver a ascender. “Ascenso y calidad de vida no van unidos, prefiero estar en un trabajo estable, con un horario regulado donde pueda disponer de tiempo para estar con mi niña”. 

“La Sociedad aún tiene que avanzar en igualdad”

Irene García - Coordinadora del EMUME en la comandancia de Pontevedra

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La policía judicial de la Guardia Civil Irene García Gustavo Santos

Técnico superior en Informática y coordinadora del EMUME, equipo especializado en delitos contra mujeres y menores de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de Pontevedra, la ponteareana Irene García es guardia civil desde 2004. “Vi en ello una oportunidad laboral que me atraía, con muchas especialidades interesantes, además de que tenía un tío guardia al que quería mucho”, dice.

 Su idea inicial era decantarse por una rama relacionada con su formación, pero su vocación, la especialidad dentro de la policía judicial que desempeña actualmente, vino más tarde.

Su trayectoria profesional tras la academia de formación de Baeza comenzó en el aeropuerto de Vigo, como eventual y siguió con destinos en Tenerife, Covelo y, tras especializarse en policía judicial, Tui y su destino definitivo en la Comandancia de Pontevedra, donde lleva más de diez años coordinando el EMUME. “Me apasiona la investigación, no me veo en una oficina con ordenadores, me gusta la calle”, confiesa.

Aparte de las tareas que corresponden al subrgupo de mujer y menor, el trabajo que desempeña abarca delitos contra personas, tales como homicidios, extorsiones, y secuestros. Eso implica estar disponible para salir a trabajar a cualquier hora que se le requiera, dejando a sus hijos a cargo de su marido o de los abuelos. “Otras compañeras tienen más problemas para conciliar vida laboral y familiar”, reconoce.

Considera que ser mujer ni le ha perjudicado ni beneficiado en su carrera. “Siempre me he sentido respetada por jefes y compañeros”.

Respecto a la reacción de los ciudadanos dice que “en la calle te encuentras un poco de todo. La sociedad tiene mucho que avanzar en cuestiones de igualdad y diversidad. En incidentes nocturnos con alcohol por medio he recibido algún insulto por el hecho de ser mujer, pero son males menores, la mejor herramienta es tener educación y dar formación en igualdad. En mi afición, que es el fútbol, recuerdo más calificativos despectivos por ser mujer”.

Sostiene que la mujer en la Guardia Civil aporta muchísimo. “ Primero que se nos visibilice en todos los entornos laborales. En mi especialidad, el EMUME, la empatía que le podemos transmitir a niñas y mujeres víctimas de abusos sexuales y violencia de género; se sienten más cómodas y les resulta más fácil hablar de lo que le ha pasado con alguien de su mismo género. A nivel de investigación pasamos más desapercibidas, nos podemos infiltrar mejor en determinadas situaciones para hacer seguimientos o investigar determinados delitos”.

Irene se considera feminista y lo manifiesta “sin mayor problema, tengo mi camiseta feminista y nunca tuve problema por llevarla en el trabajo, me siento libre”.

“Valoro más estar en un destino fijo”

Marisol González Rodríguez - Intervención de Armas en la comandancia de Pontevedra

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Marisol González en dependencias de la comandancia de Pontevedra Gustavo Santos

Ingresó en la Guardia Civil en 1990, un año después de que una vecina le dijera que su hijo había accedido a la academia de formación de la Benemérita y dos años después de la incorporación de la mujer al cuerpo. Marisol González, que acababa de terminar la selectividad en 1989, comenta que en su familia no sorprendió el anuncio pero a su novio sí, que un año después siguio sus pasos. Salió de la academia en 1991 como integrante de la tercera promoción de mujeres en esa profesión y un año después contrajo matrimonio ante la sorpresa de los vecinos de la aldea rural del interior de Ourense de donde es natural, quienes comentaban la noticia de que se habían casado dos guardias civiles.

Forma parte de la tercera promoción de mujeres guardias civiles y llegó a estar uniformada con falda, medias y tacones

Tras su primer destino en Ponte Barxa y un año en Carballiño, en 1993 entra en el núcleo de servicios de Pontevedra y tras realizar el curso de intervención de armas pasa a formar parte del equipo de esta especialidad en la comandancia de esa provincia. “Me sorprende que treinta años después se siga viendo extraño que una mujer sea guardia civil”, comenta, si bien reconoce que hoy en día la sociedad ya está más acostumbrada. “Al principio, la gente siempre se dirigía a mi compañero hombre para hablar”, recuerda. Como anécdota de aquellos años recuerda cuando estando en Carballiño a las 4 de la mañana con pantalones y medias -era invierno y las agentes debían llevar fala, medias y tacones- un superior llegó al puesto y le llamó la atención por no cumplir las reglas de unifomidad. Coincide con sus compañeras en que la conciliación la vida laboral y familiar es un impedimento a un ascenso que no se ha planteado. “Valoro más estar en un destino fijo en Galicia”, dice. Su hijo sigue sus pasos, está en la academia de oficiales de Zaragoza, de donde saldrá como teniente y con un título de Ingeniería.

“No ascendería sin la ayuda de mi marido”

Almudena Fernández Albores - Comandante del puesto de Padrón

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Almudena Fernández, comandante del puesto de Padrón

Almudena Fernández, comandante del puesto de Padrón Xoán Álvarez

Entró en 2009 en la Guardia Civil porque le atraía, “sin pensar si era una profesión masculina”. Tras acabar su formación en Baeza y conseguir una buena puntuación pudo elegir realizar prácticas en Cambre. De ahí la destinaron a Villajoyosa (Alicante), pero “como mi marido tenía mucha morriña decidí presentarme a sargento”, comenta la santiaguesa Almudena Fernández Albores. “Me preparé muy duramente porque al no ser cabo no tenía puntos. Estaba trabajando, estudiando y tenia un crío. Menos mal que tuve el apoyo de mi marido, que se encargó de llevar el peso de la familia durante la oposición. Me dedicaba a estudiar y a trabajar”. Tras aprobar el examen en Valencia y pasar nueve meses en la academia de Baeza, sale ya como sargento destinada a Nájera (Logroño) y luego a Padrón, donde es comandante de puesto, la jefa de un cabo y diez guardias.

“Él tuvo que llevar el peso de la familia y venía a remolque a mis destinos”

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“En Baeza se asombraban cuando se enteraban de que tenía un hijo y me preguntaban con quién estaba y cuando le decía que con su padre se extrañaban. Éramos treinta y pico personas en la clase de sargentos y solo dos mujeres (la otra estaba soltera). Ellos estaban todos casados y con hijos y no les extrañaba que sus hijos estuvieran con sus madres pero sí les chocaba que el mío estuviera con su padre”, comenta. Aun así, reconoce que su carrera supuso un esfuerzo también para su marido. “Lo pasó mal. Yo trabajaba y conocía gente, pero él iba a remolque. Es peor ser marido de que mujer de porque hay más esposas de guardias que maridos de agente”, explica.

Considera que “hace falta más gente preparada en la Guardia Civil, no importa que sea hombre o mujer”. Ya no se plantea ascender porque logró estar en Galicia.

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