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Estela

Bachiller entre los muros de un castillo medieval

La viguesa Claudia Pérez, exalumna del cosmopolita colegio de Gales donde estudia la princesa Leonor, relata su experiencia en el UWC Atlantic College

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Claudia Pérez: la viguesa que pasó del Atlantic College a las misiones de rescate del Open Arms

“Tengo un hijo de dos años y medio y lo que más desearía es que él pudiera acceder a ese colegio, darle las herramientas necesarias para poder educarle a esa velocidad y demostrarle lo que a mí me enseñaron allí: que el mundo es un lugar de convivencia entre diferentes y se aprende más del que es diferente que del que es igual a nosotros”. Con estas palabras la viguesa Claudia Pérez muestra su satisfacción por haber estudiado bachillerato en el UWC Atlantic College de Gales, el centro donde ha comenzado el curso hace unas semanas la princesa Leonor.

Foto del Atlantic College

Esta gallega, que actualmente trabaja en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para las Personas Refugiadas, ACNUR, cursó bachillerato internacional en las clases del idílico castillo medieval donde se instala el centro entre los años 2004 y 2006, que recuerda como los más felices de su vida.

“Lo elegí por casualidad. Mi padre había encontrado un artículo en el periódico donde lo anunciaban, me lo envió y empecé a investigar sobre ese movimiento internacional que son los Colegios del Mundo Unido -UWC por sus siglas en inglés-, una red que cuenta con 18 colegios, uno de ellos el de Gales”, recuerda.

Bachiller  entre los muros de un castillo medieval

Bachiller entre los muros de un castillo medieval

Atraída por la propuesta de educación libre y cosmopolita, la entonces adolescente de 16 años envió su solicitud y la aceptaron tras pasar dos fases de selección llevadas a cabo por el comité español de ese grupo educativo . “Se trata de que puedan acceder jóvenes de todos los países, con independencia de su procedencia, quiénes sean sus padres y su situación económica o cultural”, explica Claudia Pérez. La institución concede becas a algunos alumnos.

La abogada con su hijo de dos años y medo.

La abogada con su hijo de dos años y medo.

En el primer cribado, al que se opta de manera anónima, se valora al candidato por sus méritos y motivación personal. El expediente académico, el conocimiento de idiomas, la implicación en labores sociales y la capacidad de liderazgo son aspectos que se tienen en cuenta en esa preselección. Los que la superan tienen que pasar a las entrevistas personales, que en el caso de Claudia Pérez, fueron durante dos días en Madrid. “Realicé pruebas de cultura general, redacción, idiomas y, la parte más compleja, ante un panel de seleccionadores que te pueden hacer todo tipo de preguntas complejas -teniendo en cuenta la edad que tienes-, como qué problemas sociales consideras más importantes, qué piensas de la inmigración, qué soluciones le darías a ese problema o sobre la igualdad de género. A mí me preguntaron qué pensaba de la discriminación positiva y del conflicto palestino”.

Claudia durante una misión de rescate en el Mediterráneo ceneral con la ONG Proactive Open Arms.

La participación en causas sociales, ya sea como colaborador de una ONG a nivel local o una entidad internacional, y la inquietud por el mundo que le rodea y el interés por conocer otras religiones y culturas puntúan a favor del candidato. “Yo había estudiado en un colegio francés y un año en Estados Unidos, lo que me valió para los idiomas extranjeros, había colaborado localmente con entidades sociales y había hecho la ruta Quetzal en México”, relata la gallega exalumna del Atlantic College.

La joven viguesa en varios encuentros con los que fueron sus compañeros de bachillerato en Gales. Ana Rodríguez

Comienza el curso en Gales y la nueva alumna viguesa queda encandilada con las instalaciones y el entorno. El castillo medieval del siglo XII al que asiste a sus clase recuerda al de Hogwarts donde Harry Potter se preparaba para ser mago. “Es un sitio mágico, emocionante, te embelesa por la belleza del entorno idílico, rodeado de naturaleza, pegado al mar y a un acantilado”, narra Claudia Pérez.

La joven viguesa en varios encuentros con los que fueron sus compañeros de bachillerato en Gales. Ana Rodríguez

Otra cosa que atrapa a la adolescente es la multiculturalidad del alumnado, de casi ochenta países, según recuerda. “Es gente con la que vas a clase todos los días y, sobre todo, convives, creando vínculos con gente diferente a ti”. A Claudia le asignan una de las residencias del internado que rodean el castillo en la que convivirán unos 48 estudiantes. Le toca compartir habitación con otras tres chicas de su edad, una malasia, una azerbayana y una canadiense. “Buscan mezclar diferentes perfiles, de manera que en una misa habitación pueda estar una persona refugiada que ha huido de un país en conflicto o incluso un miembro de la realeza, como es el caso de la princesa Leonor ahora o de las hijas de los reyes de Holanda y de Bélgica en su día”.

Foto de sus estancia en el Atlantic College  con un compañero nigeriano.

Foto de sus estancia en el Atlantic College con un compañero nigeriano.

Al lado de la residencia -una de las ocho que tiene el internado- se encuentra la casa del que será su tutor, normalmente un profesor del colegio que vive allí con su familia y que se encarga de cuidar a los menores, interactuando con ellos , brindándoles apoyo y vigilando que cumplan horarios y normas de convivencia. “Se promueve la libertad de cada uno de los estudiantes, pero no dejas de ser un menor de edad. Todos llegamos allí siendo responsables y fomentan más ese aspecto”, explica Claudia Pérez.

La joven viguesa en varios encuentros con los que fueron sus compañeros de bachillerato en Gales.

En la parte académica, la realización del bachillerato internacional en el centro es muy exigente. Cada alumno elige seis asignaturas, de las cuales unas tienen mayor peso que otras. “Mas allá de memorizar temas, tratan de fomentar el pensamiento crítico, de que aprendas a pensar, de que domines la oratoria y técnicas de resolución de conflictos”, comenta la joven gallega.

Las clases ocupan las mañanas de la estudiante. Por las tardes tiene que dedicar tiempo a un servicio a la comunidad. “Elegí cuidar de una persona mayor, iba a su casa, compartía con ella charlas, la ayudaba en las tareas del hogar y, sobre todo, creé un vínculo con esa persona, una bonita amistad”, cuenta Claudia Pérez, quien también realizaba labores sociales en centros de menores con diferentes discapacidades. Cada alumno podía escoger el servicio voluntario a la comunidad que fuera de interés. Habría otras opciones, como la de ser socorrista o colaborar con salvamento marítimo.

Con cierta frecuencia acuden al centro conferenciantes a hablar a los alumnos sobre diferentes conflictos internacionales o la labor de determinadas ONG y entidades. A menudo también se organizan tardes donde los estudiantes de un país enseñan su cultura, cocinan y preparan una especie de festival para mostrar diversos aspectos de su lugar de origen.

“No se trata de un colegio elitista”, puntualiza la viguesa, quien añade que sí “es elitista en conocimientos, cultura, valores, sensibilidad por otras culturas y religiones, compromiso social,...”.

La vida durante los dos años que cursa el bachillerato transcurre dentro del recinto escolar. “Era un centro abierto, a veces cogíamos el tren a Cardiff o al pueblo más cercano, pero no hacíamos muchas salidas. Hacíamos casi todo dentro del colegio y del entorno que lo rodea, la naturaleza, el mar, el acantilado... Éramos felices en nuestra pequeña burbuja”.

Dieciséis años después de haber realizado el bachillerato en el centro de colegios del Mundo en Gales, Claudia Pérez considera que aquella experiencia sí marco su futuro a nivel personal y laboral, en concreto la llevó “querer dedicarme a temas en los que tengan esencia las labores humanitarias, la preocupación por los derechos de los demás y, ahora como trabajadora de ACNUR, velar por los de las personas refugiadas”, dice.

Tras licenciarse en Derecho y Ciencias Políticas en Madrid, realizó un máster en Derecho Europeo en Bélgica, país en el que hizo prácticas en la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Después de trabajar unos años como abogada de Garrigues en Madrid quiso cambiar su trayectoria profesional y se fue de voluntaria a los campamentos de refugiados de la isla griega de Lesbos. A raíz de esa experiencia, Claudia Pérez participó en diferentes misiones de rescate en el Mediterráneo central, embarcada como socorrista en la misiones de salvamento en el barco de la ONG Proactive Open Arms.

En la actualidad y tras ejercer de abogada de protección internacional durante un tiempo, Claudia Pérez trabaja para ACNUR, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, donde forma parte de un equipo en Canarias, con base en Las Palmas que atiende todo el archipiélago. Y es que, ante el aumento de la llegada de embarcaciones a las islas con un flujo mixto de personas -entre migrantes económicos y refugiados-, ACNUR decidió abrir una presencia allí para ayudar a las autoridades en la identificación y el acceso al asilo de aquellas personas que puedan estar en necesidad de protección internacional.

“Visitamos los lugares donde la Policía Nacional aloja a las personas recién llegadas por mar, también los centros de mujeres y de menores no acompañados, intentando identificar a quienes pueden necesitar la protección del asilo y, de ser el caso, informarles sobre sus derechos, cómo solicitar protección internacional y dar apoyo a las autoridades españolas para que el sistema de asilo sea ágil, justo y eficaz”, explica Claudia Pérez.

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