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El hacha de Castelao

En este otoño, no se solo se cumplen diez años de la derrota de la organización terrorista ETA sino también treinta de la desarticulación del que fue el intento más serio y peligroso de gestación en Galicia de un grupo independentista armado

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Atentado contra la discoteca Clangor en octubre de 1990 FDV

Se denominó Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive, y su trayectoria se prolongó durante un lustro, desde 1986 a 1991. Entre el 19 y el 21 septiembre de este último año, se dio por desmantelado al EGPGC con la detención, en la frontera hispano- francesa, de su último líder, Manuel Chao Dobarro, y de varios activistas más, así como el arresto de ocho afiliados a su brazo político, la Assembleia do Povo Unido (APU).

Para encontrar las raíces del Exército, es preciso que reparar en la figura de su fundador, Antom Arias Curto (Monforte de Lemos, 1944), de quien se tuvo la primera noticia mediáticamente relevante al figurar entre los doce detenidos en septiembre de 1980 por la Policía Nacional, acusados no solo del atraco a una sucursal de la Caja de Ahorros de Ourense sino también, particularmente en el caso de Curto, de mantener contactos con ETA, y de ser miembros de Loita Armada Revolucionaria, surgida en el seno de la Unión do Pobo Galego (UPG).

Sin embargo, a esas alturas Arias Curto ya era un hombre muy conocido por la militancia nacionalista más radical. Había sido uno de los fundadores del Partido Comunista de Galicia en París (1969), pero se aproximó progresivamente al nacionalismo de izquierdas tras que falleciesen dos obreros ferrolanos (Amador y Daniel) durante la manifestación del 10 de marzo de 1972 enmarcada en las huelgas de los astilleros de Ferrol, y de que el 12 de agosto de 1975 fuese abatido en una operación policial Moncho Reboiras, activista de LAR.

Arias Curto en 2017

En las elecciones municipales de 1979, Arias Curto había conseguido el acta de concejal en Monforte formando parte de la lista presentada por Unidade de Galega, coalición liderada por Camilo Nogueira y constituida por el Partido Obreiro Galego, el Partido Socialista Galego y el Partido Galeguista.

Amnistiado en 1983 por el gobierno de Felipe González, tres años después (1986) su figura vuelve a emerger, y esta vez como uno de los inspiradores de la fundación del Exército. En 1989, desde la clandestinidad, también tuvo un papel primordial en la constitución de la Assembleia do Povo Unido, un partido que se proclamaba independentista, socialista y reintegracionista (tendencia lusista del idioma gallego), resultado de una escisión de la Fronte Popular Galega y de su núcleo duro, el Partido Comunista de Liberación Nacional (PCLN)_que, a su vez, se habían separado de la UPG, de la que también se marcharon quienes formaron la organización Galicia Ceibe. En realidad, la APU era el brazo político del Exército o, dicho de otra manera, la Herri Batasuna gallega.

La primera acción del EGPGC tuvo lugar en enero de 1987 y consistió en el robo de dinamita de las minas de Puentes de García Rodríguez. Esta dinamita fue usada en 7 bombas que fueron colocadas en diversas sucursales bancarias el 5 de febrero de ese mismo año. Los ataques fueron reivindicados como muestra de apoyo a tres militantes independentistas que estaban siendo juzgados en el Tribunal Provincial de La Coruña esa mañana: Manuel Chao Dobarro, Jaime Castro Leal y José Manuel Sanmartín Bouza. Los fiscales pidieron para ellos 15 años de prisión por robo frustrado, posesión ilegal de armas e intercambio de matrículas de vehículos.

La significativa fecha del 1 de mayo de ese mismo año fue la elegida por el Exército Guerrilheiro para darse a conocer. Ese día, varios activistas hicieron estallar artefactos explosivos en sucursales bancarias de A Coruña, Santiago de Compostela, Vigo, Betanzos y Puentes de García Rodríguez, causando serios daños materiales. El ataque fue reivindicado por el grupo dos días después.

Efectos de un artefacto explosivo en las oficinas del INEM en Vigo FDV

Sus primeros objetivos eran, así pues, meridianamente claros: los bancos como “principales culpables de la extorsión capitalista de Galicia”. En su manifiesto inicial aseguraban que sus acciones “nunca” atentarían contra personas sino contra bienes materiales. Por otra parte, se consideraban herederos de los guerrilleros que lucharon contra Franco después de la Guerra Civil y, como tales, presumían de tener sus refugios, y algunos hasta de vivir, en el monte, al estilo de aquellos legendarios maquis cuya existencia se prolongó hasta los comienzos de los años 50, cuando el PCE ordenó el cese de la lucha armada contra el régimen franquista.

No obstante, en la primavera de 1988 el EGPGC decide abrir una nueva línea de objetivos para sus acciones. El 9 y 14 de marzo de ese año destruye con artefactos explosivos varios vehículos de la Guardia Civil en Santiago de Compostela y otro del Cuerpo Nacional de Policía en Vigo. También ataca, sucesivamente, una torre de suministro eléctrico en Castro Caldelas y las instalaciones de ENCE-ELNOSA en Pontevedra. Pero la acción que más llamó la atención, y que les procuró un auténtico lanzamiento mediático, fue la voladura, el 27 de abril de ese año, del chalet de Manuel Fraga Iribarne en Perbes. La prensa española, a esa altura, le atribuyó contactos no solo con ETA, sino también con el GRAPO e incluso con las Forças Populares 25 de Abril portuguesas, lideradas por el coronel Otelo Saraiva de Carvalho, pero ninguno de ellos pudo ser demostrado.

El chalet de Manuel Fraga, en Perbes, tras la voladura.

Se produjeron entonces las primeras detenciones de dirigentes del EGPGC, entre ellas la del propio Antón Arias Curto, así como las de Miguel Anxo Campuzano, secretario general de la Unión de Pescadores de la Intersindical Nacional dos Traballadores Galegos (INTG) y de Susana Maria Lopes Pongas, quien fue acusada de pertenecer a las citadas FP-25-A.

El Gobernador Civil de A Coruña llegó a considerar que el EGPGC estaba “desarticulado”, pero paradójicamente lo peor, las muertes, no tardarían en llegar. Así, y como respuesta al encarcelamiento de su líder, la nueva dirección del Exército, encabezada por Manuel Chao Dobarro desde su refugio al otro lado de la frontera con Portugal, hizo explotar un coche bomba en la comisaría de Ourense, dejando a un agente herido. Se rompía así su primigenia intención de no causar víctimas. Curiosamente, lo mismo le había ocurrido a ETA cuando, el 7 de junio de 1968, un comando asesinó por primera a vez al disparar sobre el agente gallego de la Guardia Civil José Antonio Pardines.

Paralelamente, el 31 de agosto de 1988 el Exército hizo público un manifiesto con el peculiar título de “Nova Poesía Galega”, en el que anuncia sus nuevos objetivos: las compañías extranjeras “que manufacturan productos nocivos en Galicia”, los narcotraficantes y los “beneficiarios de la madera quemada en las colinas durante los recurrentes incendios veraniegos”. Se continuaba rechazando, eso sí, la “confrontación directa” contra las “fuerzas de ocupación”.

No tardarían en cumplir algunas de sus intenciones… y de incumplir otras. El 2 de febrero de 1989 un comando ataca a dos agentes de la Guardia Civil en el concello de Irixoa. Uno de los agentes muere y el otro resulta gravemente herido. Detenidos al poco tiempo los miembros del grupo que perpetró el atentado, uno de ellos, Ramón Piñeiro, afiliado al sindicato INTG, adujo que la muerte ocurrió “de manera aleatoria” y que la meta de la operación no era asesinar al agente, sino robar sus armas.

El atentado de la discoteca clangor precipitó el inicio de su fin: en el fallecieron dos terroristas y una estudiante y resultaron heridas 49 personas

Dentro del objetivo anunciado de atacar a los narcotraficantes, el 11 de octubre de 1990 el Exército comete su más catastrófico error; aduciendo que allí “se trafica con droga y se envenena a la juventud gallega”, coloca una bomba en la discoteca Clangor de Santiago de Compostela. Según las declaraciones posteriores de los implicados, el artefacto debía haber explotado cuando el local estuviera vacío, pero se activó accidentalmente, antes de lo previsto, y el balance fue de tres muertos (la estudiante Mercedes Domínguez y dos de los terroristas) y 49 heridos. Fue el principio del final de la banda ya objeto de repulsa unánime por todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento de Galicia, nacionalistas incluidos.

Antom Arias Curto fue excarcelado en septiembre de 1995 al cumplir las dos terceras partes de la condena. Sigue expresándose, por escrito, en gallego reintegracionista.

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