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Vilar, Land Rober y el humor gallego

El presentador, actor y humorista Roberto Vilar.

Estábamos en una atardecida gozosa Salva y yo (no el Salva Ronko musical sino mi colega el Rodríguez cultural) con Fernando do Monte y su reciente libro “Contos da Beiramar” bajo la axila en plan publicitario, igual que hacía el inolvidable Rufo vigués, matemático de oficio y filósofo de tiempo libre, paseando bajo la suya libros prohibidos en tiempos de la dictadura, costumbre que, generalizada, se llegó a denominar en aquellos tiempos predemocráticos del “sobaquillo Ilustrado”, que permitía saber entre otras cosas cuando se cruzaba un rojo o un cultureta contigo en la acera, igual que los gays tenían sus señas para sobrevivir al medio ambiente represivo.

Pero a lo que voy es que Salva, Fernando y yo gozábamos de esa feria de la diversidad que con muy buen gusto se montó en la Alameda viguesa. Claro, había una variedad de ofertas para beber y comer y nosotros estábamos atacando sin piedad un lacón laminado con chorizo picante humedecido por unos tintos gloriosos.

Fernando es un tipo con mucho sentido del humor y debió ser por asociación de imágenes que a Salva se le ocurrió plantear a la altura del tercer vino una pregunta. no de alta fermentación intelectual a Dios gracias. pero sí de sociológica alcurnia: ¿Porqué el humor de Roberto Vilar, que arrasa en Galicia con el programa de la TVG Land Rober, no cuaja en la tele española y no dura un suspiro su experiencia en Antena 3 y otra anterior en cadenas con sede en Madrid? Quizás porque pienso más en castellano, mi mando televisivo tiene tics españolistas y apenas veo la gallega, pero sí lo suficiente para saber que hay que respaldarla hasta la muerte final, que tiene muy buenos productos y presentadores geniales como este Roberto Vilar que tanto hace reír cuando tanta falta hace. Pero no sabemos por qué si sale del telón de Grelos no encuentra eco, y su éxito se marchita como flor de verano cuando llega el otoño.

Que me perdonen los nacionalistas, que tienen en la razón de su ser esa psicología étnica que hace énfasis en los aspectos culturales de los pueblos a veces teñida de romanticismo, pero solo creo lo justo en esos tópicos que diferencian a unos habitantes de otros y hacen chiste con ello, como el gallego que te encuentras en la escalera y no sabes si sube o si baja. Sin embargo, mi última y sostenida relación con gentes de Castilla me hace sospechar que en el sentido del humor tenemos nuestras diferencias. Sin ir más lejos, cuando hago un comentario de cierta ironía (retranca diríamos aquí) con pretensión humorística, es normal que mi mujer, que es salmantina y a pesar de ello de mucho gracejo, me mire a los ojos con la misma cara de estupor que se pone cuando te preguntan sobre la existencia de Dios en medio de un cocido. Tal es la cosa que he dejado de utilizar esa faceta retranqueira cuando estoy en la mesa con mis numerosos cuñados castellanos porque sospecho que no me entienden un carallo. 

En el caso del presentador de Land Rober y su poca duración en televisiones para la España toda podríamos hallar razones muy verosímiles que lo justifican, como que los programas que ha hecho en Madrid no cuentan con los mismos elementos y personajes que se suman en los que hace en Galicia y consiguen un humor inteligente a veces y a veces más bruto que un bocadillo de escombros, porque saben que tienen su audiencia estas vulgaridades intencionadas. Pero entre el trío que atacábamos ese plato de lacón con chorizo picante en la feria navideña de la Alameda. acabamos conviniendo que en el humor somos diferentes. No entienden nuestra retranca, que dicen los estudiosos que es una especie de sarcasmo muy sutil, primo hermano del más negro humor británico, que se emplea camuflado bajo un aspecto de máxima seriedad. Bueno, pois alá eles

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