Centrar la atención, aprender a escuchar, sin interrumpir, escuchar al otro mientras habla, con curiosidad. “¿Cuánto tiempo se utilizaba cuando nosotros estudiábamos, por ejemplo, a enseñar a escuchar, a aprender a escuchar?”, preguntó Andrea Giráldez. Poco tiempo o nada, muchas veces. Y, curiosamente, muchos de los participantes en el taller de esta experta en coaching y profesora en una universidad británica aseguraron que se acordaban de maestros/as que en su día les ayudaron, consiguieron que salieran adelante pese a las malas épocas, se atrevieron a mirar más allá. “Se fijaron en vosotros/as”, apuntó la directora de la Clínica del Bienestar y experta en Psicología Positiva y Psicología del Coaching, o esa es la sensación que quedó para siempre en muchos de los asistentes a su sesión: ‘Cambiar la escuela conversación a conversación: el coaching como estrategia’. “Es que a veces a los jóvenes simplemente les hace falta que alguien los escuche”, apuntó Giráldez.

En su taller los asistentes trabajaron por parejas para practicar conversaciones. Desde explicar por qué se dedican a la docencia (u otra profesión) hasta reflexionar sobre lo que van a cambiar en sus vidas, en su profesión, o cómo lo aprendido puede ser llevado al aula para a través de técnicas de conversación y escucha activa conseguir cambios y mejoras en el ambiente y en la evolución de los alumnos/as.

Y habló Giráldez de la necesidad de crear espacios para pensar, de crear conexiones a través de conversaciones profundas o de aprender a estar presentes cuando se está hablando (es mejor una conversación corta, de 10 minutos, estando en ese lugar al 100%, con la mente centrada, que una más prolongada sin prestar tanta atención y con la mente más dispersa). También incidió en la necesidad de escuchar prestando atención, de formular buenas preguntas o de clarificar, es decir, asegurarnos una buena comprensión de lo que estamos escuchando, o dar y recibir feedbaack en el proceso de la conversación. “Cuando escucho estoy dando tiempo al otro ser humano a ordenar su pensamiento”, apuntó la experta. Y para ello, como para otros muchos conceptos de los aprendidos ayer en este taller, los asistentes realizaron un ejercicio práctico. Algunos admitieron que les costaba esperar a que la otra persona terminara de expresarse. Y se marcaron como reto no interrumpir y dejar que la otra persona piense y se exprese. También se puso el foco en el concepto del tiempo para escuchar y estar presente. Según la experta, crear espacios para pensar es muy importante porque la calidad de lo que hacemos dependerá de la calidad del pensamiento que hayamos hecho antes. “El que escucha tiene una responsabilidad: ayudar al interlocutor a encontrar su propia respuesta”, aseguró la especialista en Psicología Positiva.