Una lengua de arena de casi un kilómetro. Enfrente, Toralla; las Cíes, al fondo. Y un vasto pinar que junto a la desembocadura del Lagares hacían de esta playa un auténtico vergel
Samil, regreso al edén
El fuerte desarrollo de nuestra ciudad a principios del siglo XIX provocó la desaparición de las playas urbanas. Como consecuencia, Samil cobró todo el protagonismo. Frente a la isla de Toralla y, en alineación perfecta, la soberbia majestad de las Cíes, hacían de ella un paraje ideal. En imagen, la playa de Bouzas en 1964.
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Durante décadas la playa permaneció virgen, salvaje. Un extenso arenal con un sistema dunar de importantes dimensiones. El límite de los médanos en aquella época lo marcaban los campos de cultivo. En imagen, vista general de la playa en los años 20.
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Era tal su belleza que, a principios de los años 20, Faro de Vigo la retrataba así: “Samil la playa del futuro”. Y, en el texto, continuaba, “Es el compendio de lo que pudiera desearse, su playa que medirá muy cerca de un kilómetro, con su finísima arena, sus aguas tranquilas en su comienzo, más batidas hacia su final (…) constituyen lo que no es fácil encontrar en ninguna otra. De su aspecto habla su extensión y forma de una gran C muy abierta; la desembocadura del río, sus pinares y la inmensidad de sus arenales contiguos, en donde jamás se siente el calor”.
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Viendo su gran potencial, el arquitecto Antonio Palacios presentó en noviembre de 1923 un gran proyecto que nunca se llegó a completar. Buscaba el desarrollo de la zona balnearia de Samil como parte fundamental de un Vigo hermoso, bello y próspero. El momento había llegado y Samil se encontraba en su estado original y en disposición de que se pudiera trazar en ella el plan perfecto. Su idea, un gran centro de vacaciones y una ciudad turística con un casino, hoteles, club náutico, iglesia…
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En 1926 se inauguró la línea de tranvía que comunicaba Vigo con Baiona jalonada por ocho apeaderos, entre ellos el de Muiños, el más próximo a Samil. El recorrido hasta la playa tenía que hacerse a pie, hasta que se abrió un ramal hasta el mismo arenal donde el tranvía daba la vuelta. Fue en 1940 cuando la Compañía Tranvías inauguró el conocido como Pabellón de Orense (en imagen). El éxito fue rotundo y en los tres primeros meses desde su inauguración se despacharon treinta y nueve mil billetes.
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Durante años salían de las puertas del Hotel Universal cientos de excursiones con destino al arenal. Una vez allí era necesario cruzar las amplias dunas, sobre la que estaban instaladas las casetas, para poder disfrutar de la playa. En imagen, el chiringuito Playa Azul.
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Tres zonas, tres ambientes. La de Foz (Fox), junto a la desembocadura del río Lagares; la propia playa de Samil y la de Argazada o Azul. A principios de los años 60 la desembocadura del Lagares estaba además liberada. Un paisaje natural y encantador desde donde contemplar las maravillosas puestas de sol y la gente se bañaba e incluso pescaba.
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Fue en el año 1966 cuando se aprobó la construcción de un gran complejo turístico residencial que cambió por completo la fisionomía de la zona. Un total de 36 apartamentos de dos o tres dormitorios y cuya superficie oscilaba entre los 83 y 115 metros cuadrados. Una zona residencial con todas las comodidades y con Toralla y las Cíes casi al alcance de la mano.
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Dos años más tarde llegó la inauguración del Gran Hotel de Samil. Un cuatro estrellas con un total de 130 habitaciones y los servicios más punteros de la época. Acudió al acto el ministro de Información y Turismo, por entonces Manuel Fraga, que concedió a su propietario, don Jovito Labandeira, la Medalla al Mérito Turístico por sus afanes en favor del turismo gallego.
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La Avenida Atlántida, que conectaba Bouzas con la playa, se prolongó años más tarde hasta el puente sobre el río Lagares. La carretera discurría básicamente por el borde del pinar, cuya sombra aprovechaban cientos de conductores para aparcar el coche.
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Uno de los momentos que marcaron la historia del arenal fue la construcción de un paseo marítimo sobre la duna, encargado al arquitecto madrileño Emilio Garrido. Un muro de ocho metros de ancho que sustentaría el paseo, dos aparcamientos, restaurantes, vestuarios y una zona ajardinada era la idea inicial. Corría el año 1969 cuando se iniciaron las obras.
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Pronto surgieron voces contrarias. En un principio solo se ejecutó la banda peatonal, dejando los chiringuitos sobre la duna y la parte trasera como zona de aparcamiento de vehículos. Años después, según un estudio del equipo redactor del Plan General basado en la comparación de imágenes, la playa pasó de tener más de 500.000 metros cuadrados a 213.000.
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La obra fue muy controvertida. Un manifiesto publicado en Faro de Vigo en octubre de 1970 llamaba a la sociedad viguesa a defender el arenal. “No hay razón para mutilar y deformar la playa de Samil…. Si las obras prosiguen el daño será irreversible”. Firmaban la nota personas tan influyentes como Eduardo Blanco Amor, Darío Álvarez Blázquez o Valentín Paz Andrade.
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En marzo de 1972 se produjo la inauguración del paseo marítimo. Cincuenta y ocho puntos de luz en una extensión aproximada de dos kilómetros y medio. Su construcción dañaría seriamente las dunas, que representaban uno de los mayores aportes de arena de toda la ría de Vigo.
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Con el paso de los años se fue urbanizando el entorno. La construcción de piscinas, parques infantiles y restaurantes fue poblando el arenal en la década de los 80. La creación del paseo y la dotación de servicios llevó a la ocupación masiva de la playa.
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A finales de los años 80 se inició la construcción de una zona de juegos que incluía la instalación de un tobogán acuático, una piscina, río navegable, canchas polideportivas y un parque merendero.
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Un total de 2.500 metros cuadrados para una gran área de esparcimiento que obligó a derribar los chiringuitos que durante años habían saciado la sed de cientos de bañistas.
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En julio de 1986 el alcalde de Vigo, Manoel Soto, inauguró el circuito de automodelismo. Era el primero de carácter municipal que se construía en España. En imagen, una de las mangas de entrenamiento del Campeonato de España de modalidad GT que inauguró la pista. Un año más tarde, Samil obtuvo su primera bandera azul.
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En los antiguos terrenos del conocido chiringuito “El Balneario” se levantó la piscina del río navegable. Con una longitud de 180 metros por cinco de ancho y una altura máxima de 60 cm fue la protagonista de muchas tardes de diversión.
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Las piscinas fueron acogidas con gran entusiasmo entre los más pequeños. La Ría de Vigo disponía de cuatro puentes tubulares que permitían el acceso a la zona verde central, utilizada para tomar el sol.
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El arenal se convirtió en uno de los principales símbolos del verano vigués. El camping siempre lleno hasta la bandera. Las tiendas de campaña se sucedían pegadas unas a otras; no cabía ni un alfiler. Samil se convirtió en sinónimo de ocio y diversión.
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Con el paso de los años tras la desaparición de las dunas y la urbanización del entorno, dejó de ser una playa salvaje. Un estudio de la Universidade de Vigo constató la importante pérdida de arena como consecuencia de la eliminación de las dunas y el fuerte impacto de la construcción.
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Conocida la gravedad de la situación, varias fueron las iniciativas que se plantearon para recuperar la playa. Todos ellas coincidían en eliminar el paseo, ampliar el arenal y recuperar en la medida de los posible las dunas perdidas, pero las licencias de varios establecimientos hosteleros dificultaron su ejecución.
El fuerte desarrollo de nuestra ciudad a principios del siglo XIX provocó la desaparición de las playas urbanas. Como consecuencia, Samil cobró todo el protagonismo. Frente a la isla de Toralla y, en alineación perfecta, la soberbia majestad de las Cíes, hacían de ella un paraje ideal. En imagen, la playa de Bouzas en 1964.