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Estudiantes proclives a lecturas entretenidas

Niños en una biblioteca escolar. | // NOÉ PARGA

Las bibliotecas escolares de los centros públicos gallegos sacan nota cuando se las compara con otras del Estado. No es la primera vez que los datos reunidos por el Ministerio de Educación, esos que permiten traducir a números el papel que juegan estas instalaciones en los centros educativos, las sitúan en el podio. Y no solo por su físico, lo que se ve –léase el tamaño de sus salas, la variedad de dispositivos electrónicos de los que disponen o su oferta en mobiliario, hardware y software adaptado a escolares con necesidades educativas especiales–, sino también por su oferta: son líderes en servicios. Números uno tanto si apoyan al alumnado en el desarrollo de su currículum como a la hora de fomentar la lectura, las competencias digitales o las de STEM o de trabajar por la igualdad.

No obstante, para buena parte de los alumnos de Primaria y Secundaria son lugares donde estudiar y hacer los deberes, una concepción bastante distinta a la que tienen los adultos con los que comparten “cole”: entre profesores y responsables de las bibliotecas, hay una vinculación con la literatura. Entre los escolares, además, cuando se trata de leer, la diversión también cuenta, y por eso, aunque, como regla general, dos de cada tres estén muy de acuerdo con que leer y escribir es “fundamental” para progresar en la vida, uno de cada cinco, en cambio, asiente con vehemencia ante una afirmación que asocia leer con algo “aburrido” y prefiere hacer otras cosas.

Informe sobre los últimos 15 años

Son datos que aparecen reflejados en el informe “Pegadas dunha viaxe. Traxectorias e futuros das bibliotecas escolares en Galicia”, publicado por la Xunta, donde se hace un repaso a la evolución en los últimos quince años de las bibliotecas gallegas y se incluye un análisis de un cuestionario administrado a 377 alumnos, 175 docentes y 27 responsables de estas instalaciones en los que se tiene en cuenta, por ejemplo, si la biblioteca se beneficia de un plan de mejora o no.

El informe recoge que hay “un acuerdo general” sobre el valor de la lectura, con “mayor peso” en el profesorado y en responsables de la biblioteca, pero asimismo “notorio” entre los alumnos. “No obstante”, matiza, “en esa valoración puede verse el peso que tiene para el estudiantado la demanda de que la lectura sea entretenida y placentera, que adhiere a nuevos discursos sobre la lectura, pero también a la lógica de las industrias del entretenimiento”. Y la penetración de esos discursos, añade, es “mayor” entre los adolescentes. De hecho, el documento señala cómo antes de dar el salto a la ESO los niños son más adeptos a la biblioteca escolar.

Un lugar donde socializar

Ese informe permite comprobar cómo, al margen de a quién se pregunte, la biblioteca es un lugar donde se recogen libros en préstamo, pero para un tercio de escolares tiene además una función relevante para hacer deberes y estudiar con apuntes, asistir a actividades programadas –como encuentros con autores– o funcionar casi como un club social: si un tercio menciona que allí se encuentra con otras personas, un 28% dice que busca en ese lugar “desconectar y tener un poco de paz”.

Los que las utilizan. Porque una tercera parte de encuestados escolares asegura que nunca van a bibliotecas. Quienes sí recurren a ellas en cambio, entre otras, echan de menos un mayor horario, como se recoge en las propuestas de mejora que incluye el documento. No obstante, las estadísticas recopiladas por el Ministerio de Educación permiten comprobar que uno de cada diez centros abre entre 30 y 40 horas semanales, el mayor porcentaje del país en esta franja. Pero también son líderes en tamaño, ordenadores, portátiles, tabletas o gasto en adquisición de fondos.

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