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La “despensa de la aldea” permite combatir el alza de precios a casi 430.000 familias

El 40% de hogares ahorra en alimentos gracias a sus cultivos o al de familiares

Un agricultor recoge unos pimientos de su huerta

Paula admite que tuvo que comprar un congelador extra para almacenar en su hogar los alimentos que su familia le hacía llegar desde sus huertas. Carne de cerdo de la matanza, huevos, grelos, pimientos, puerros, cebollas… le permiten ir al supermercado a comprar con cuentagotas: pescado y otros productos, pero casi nada más de alimentos.

En los concellos más pequeños sube al 64% | El encarecimiento de la cesta de la compra es el mayor en 14 años

En Galicia, tirar de la despensa de la aldea constituye no solo una garantía de comida ecológica, sino también un complemento económico. Casi 430.000 familias gallegas combaten con huertas propias o de familiares el bum de los precios que ha situado la inflación cercana al 7% y ha encarecido la cesta de la compra un 4,8%, el mayor crecimiento en 14 años.

  • La cesta de la compra acumula su mayor encarecimiento en Galicia en 14 años

La luz continúa por las nubes, los peajes de la Autopista do Atlántico incrementan su precio de nuevo casi un 3% y acudir a comprar comida resulta un via crucis para muchas familias. La carne de ovino se ha encarecido un 24,2%; el aceite, un 25,8%; las legumbres, un 6,6%, los cereales un 5,3%; la carne de ave, un 7%; el pescado, fresco o congelado, y la fruta fresca, un 6,6%. A ello se une una subida del 51% en la calefacción, alumbrado y distribución del agua, según el cierre del balance de 2021.

Además, la crisis económica causada por la pandemia todavía obliga a cerca de 57.000 personas a necesitar el bono de la Xunta de hasta 300 euros al mes para comprar alimentos y productos de primera necesidad. De hecho, esta coyuntura incrementó la desigualdad en Galicia por primera vez en tres años, según el índice Gini recogido por el Instituto Galego de Estatística.

Cuatro de cada diez hogares gallegos pueden capear esa situación gracias a la huerta de la aldea. “Cuando vengo de cada de mi suegra, traigo el coche lleno de comida”, ilustra Paula sobre un fenómeno que en Galicia presenta diferentes impactos según el lugar de residencia.

1-De la mitad de casas al 40% en 13 años

Las familias gallegas que ahorran en alimentos por cultivarlos o recibirlos de amigos eran el 50,2% en 2007 y el 40,2% en 2020.

2-Diferencia entre urbes y rural

En las ciudades, el porcentaje de esos hogares es del 20,6% (83.767) cuarenta puntos menos que en los concellos pequeños.

3-Los precios subieron un 6,7% en 2021

La inflación alcanzó el año pasado el 6,7% en Galicia, dos décimas más que la media estatal. El aceite, por ejemplo, aumentó un 25,8%.

En los concellos urbanos, el porcentaje de quienes ahorran en la factura de la compra por cultivos propios o de familiares es apenas del 20,6% (un total de 83.767), según las cifras del IGE correspondientes a los municipios de más de 50.000 habitantes. Entre 20.000 y 50.000, esa proporción crece al 37% (68.404), cifra que también se eleva en la franja de 10.000 a 20.000 hasta casi el 43%.

Es en los pequeños ayuntamientos rurales donde, lógicamente, el recurso a la tierra permite mayor ahorro. El 64% de hogares (205.321) cuenta con alimentos producidos por ellos mismos para combatir el alza de precios y evitar acudir regularmente a tiendas y supermercados.

La evolución temporal general en Galicia y su proceso de urbanización permiten comprobar cómo los productos de la aldea llegan cada vez menos a las mesas de las familias gallegas. En 2007, este ahorro en comida beneficiaba a la mitad de hogares de la comunidad: 50,2%. Se trata de diez puntos menos que en 2020, último año del que existen estadísticas del IGE.

“Tenemos verduras, huevos y hasta 200 kilos de cerdo, mis hijos se llevan siempre comida”

Julia Barreiro - Vecina de Santa Comba

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Julia Barreiro comienza a enumerar los alimentos que produce en su casa de San Salvador, en Santa Comba, y la lista parece interminable: huevos, nabizas, grelos, repollos, pimientos, lechugas, puerros, fresas, patatas... Gracias al autoconsumo, su familia esquiva con mayor facilidad el encarecimiento de la cesta de la compra.

Julia alimenta a gallinas y una cabra en su huerta en la parroquia de San Salvador (Santa Comba). C.P.

En noviembre, por ejemplo, mataron un cerdo del que sacaron 200 kilos de carne no solo para ella y su marido, sino también para sus dos hijos. “Siempre se llevan comida, como carne, huevos y verdura, para sus casas y ahorran mucho”, cuenta Julia, que calcula que sus gallinas le proporcionan unos siete huevos al día.

Ella reconoce que trabajar la huerta requiere dedicación y no podría hacerlo si no fuese ama de casa, pero destaca que “compensa”. Y no solo económicamente. “La calidad de lo que comes es mayor. Pruebas un tomate del súper y uno de casa y saben diferente”, sostiene.

Con esta despensa de autoproducción, acudir al supermercado resulta menos doloroso para el bolsillo: “Compramos productos de limpieza, la ternera, aceite... las cosas básicas. Pero aun así, notamos la subida de precios”.

“Pero sobre todo se nota la calidad. Comes un cocido por ahí y ni la carne ni la verdura saben tan bien como la que tenemos aquí”, acota su marido, Eliseo.

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