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La vida un año después del contagio: “Ahora no puedo ni andar”

Clotilde ayudada por un andador para caminar en la entrada de su casa Gonzalo Núñez

Clotilde Costa, una de las primeras contagiadas del área, narra sus secuelas un año después: “Es imposible recuperar mi vida”

“Antes trabajaba en el campo y ahora no puedo ni andar”

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Clotilde Costa, vecina de Moaña, fue una de las primeras contagiadas del área sanitaria de Vigo. Antes de que el virus llegara a su vida, en marzo del año pasado, cuidaba de sus gallinas y de su casa y se valía por sí misma. Entonces tenía 87 años y ahora va camino de los 89, pero su vida ha cambiado por completo. De trabajar en el campo y ser completamente independiente, ha pasado a necesitar de la ayuda de sus hijos para todo. “No puedo caminar, ni vestirme, mi vida cambió de forma radical por culpa del virus y es imposible que la pueda recuperar”, lamenta emocionada Clotilde. Todo comenzó a mediados de marzo del año pasado, cuando la pandemia empezaba a asomar en España. Unas amigas de su hermana vinieron a pasar unos días a Moaña y se sospecha que contagiaron a Clotilde. Estuvo varios días con síntomas respiratorios y cuando acudieron a Povisa en el hospital no lo dudaron: la ingresaron en la UCI y estuvo varios días conectada a un respirador. Poco a poco se fue recuperando y gracias a la rehabilitación ha empezado a caminar, pero siempre apoyada en un bastón, en un andador o en uno de sus hijos (tiene cinco en total) o nietos.

La vecina de Moaña, haciendo ejercicio en casa. GONZALO NÚÑEZ

Ahora se encuentra en la segunda fase de la rehabilitación y, pese a que se siente “muy bien de ánimo”, Clotilde tiene cierta frustración por la lentitud en la recuperación y porque cada vez ve más lejos volver al campo con sus gallinas, que era de las cosas que más le gustaban, o simplemente no tener que depender de sus familiares para vestirse o para dormir. Ahora, aunque duerme en su casa, durante el día está en la vivienda de alguno de sus hijos o sus nietos para que la ayuden en todo lo necesario.

"Todo esto es culpa de ese maldito virus. Es un cambio de vida muy grande. Tenía muchos años, pero estaba muy bien"

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“No sé qué haría sin mis hijos y sin mis nietos, son muy buenos. Además ahora ya me empiezo a olvidar de algunas cosas. A veces no me acuerdo de los nombres de mis hijos. Todo esto es culpa de ese maldito virus. Es un cambio de vida muy grande. Tenía muchos años, pero estaba muy bien. A quienes no han pasado por esto les diría que ignoran lo grave que es el Covid. Es muy horrible. Si no se pasa parece que no tiene tanta importancia”, lamenta. Además de esa rehabilitación, va a revisión cada tres meses para que los médicos comprueben su evolución al haber sido un caso grave de coronavirus.

Uno de sus hijos es Pablo, que también recuerda cómo su madre, antes del COVID, estaba perfectamente. “Vivía sola y estaba tan contenta. Ahora hay que ducharla, hacerle la comida, nos turnamos para dormir con ella... Además de la falta de movilidad también tiene mucho catarro”, asegura

Clotilde Costa fue uno de los primeros casos de coronavirus que se detectaron en el área sanitaria de Vigo. Cuando ingresó en el hospital aquel 19 de marzo, había mucha incertidumbre sobre el COVID. En Povisa desde el primer momento se dieron cuenta de la gravedad de su estado y la ingresaron en la unidad de críticos, en la que estuvo dos días. La incertidumbre de su familia durante esas horas fue enorme. y la vida cambió para todos ellos desde aquel entonces, que se vuelcan en el cuidado de su madre y la ayudan en todo momento en las tareas básicas del día a día y en todo lo que Clotilde necesite.

Clotilde, ayudada por un andador para caminar en la entrada de su casa GONZALO NÚÑEZ

La otra cara de la moneda

Otra de las primeras personas que dio positivo fue la viguesa Josefa González Vidal. Tiene 74 años y, a diferencia de Clotilde, un año después apenas tiene secuelas por el COVID. “Tiene una pequeña fibrosis pulmonar pero ha recuperado completamente la normalidad. Esa pequeña mancha en el pulmón no le afecta en absoluto”, asegura Tania, su hija, que vive con ella y comprueba como puede valerse por sí misma a diario.

“Vivía como en una nube, padecía pesadillas horribles. Tenía miedo a vivir”

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Su forma de contagiarse también fue paradigmática. El 14 de marzo del año pasado llegó de un viaje del Imserso. Al día siguiente empezó a encontrarse mal y tras varios días de confusión el 24 de marzo ingresó en Povisa. La familia tiene claro que se contagió durante ese viaje a Lloret de Mar, donde además otros miembros de la expedición también dieron positivo por COVID. Pese a no tener secuelas un año después, el virus la llevó al límite por aquel entonces: pasó 43 días en la UCI en dos estancias diferentes. “Vivía como en una nube, padecía pesadillas horribles. Tenía miedo a vivir”, recuerda. Su familia ahora respira aliviada, pero reconoce haber pasado momentos muy difíciles y de una gran “incertidumbre” cuando Josefina estuvo ingresada.

Clotilde, ayudada por una de sus hijas GONZALO NÚÑEZ

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