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El primer gran reto de dos jóvenes juezas

Raquel Casas (izqda.) y Laura Blanco, en los juzgados de Vigo. | // A. VILLAR

Raquel Casas Santomé (Vigo, 1992) y Laura García Blanco (Pontevedra, 1992) están a punto de firmar sus primeras sentencias. El paso que van a dar no es baladí, porque para llegar a este simbólico gesto, el de estampar su rúbrica en una resolución judicial, llevan formándose más de una década. Primero fueron los estudios universitarios de Derecho, después los años empleados para aprobar la dura oposición y, finalmente, el curso en la Escuela Judicial de Barcelona y las prácticas tuteladas que realizaron en los tribunales bajo la tutela de magistrados de distintas jurisdicciones. Ahora están en la última fase de su formación, pero ya como juezas de pleno derecho. Han empezado a volar solas, sin supervisión ni tutores. Y la experiencia de los primeros días es satisfactoria. Celebraron bastantes juicios y ultiman algunas de esas sentencias. Sienten ya, resumen, “el peso de la responsabilidad”.

Estas dos jóvenes de 28 años empezaron esta semana como juezas de refuerzo en los sobrecargados juzgados de Primera Instancia de Vigo. Esta será su labor al menos hasta el 31 de agosto. Y no les faltará trabajo, dado el aluvión de pleitos civiles. Ya pasado el verano ellas y el resto de jueces de su promoción –188 en toda España– esperan ir tomando posesión de sus propios juzgados a medida que se oferten las plazas.

Vocación

Pero empecemos desde el principio. ¿Cuándo les surgió la vocación de ser juezas? Aunque durante la carrera no llegaron a coincidir ya que iban a distintas clases, ambas jóvenes son de la misma promoción de la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela. La de 2010-2014. “Yo al principio me planteaba las relaciones diplomáticas o ser inspectora de Hacienda, pero en la Universidad, al descubrir el derecho penal y civil, tuve claro que quería ser jueza”, afirma Raquel. Laura, de origen pontevedrés pero residente en Vigo, tardó más en afianzar esa idea. Acabó Derecho sin tener la cuestión clara e hizo el máster en Abogacía. Y en una estancia en los juzgados las dudas se disiparon. “Esto es lo mío”, se dijo.

Así que ambas empezaron a preparar la dura oposición. “Tiene fama de dura y lo es; hay días que te sientes tremendamente agobiada, sin salir de casa y con la sensación de que no abarcas el temario...”, cuenta Raquel, que aprobó al tercer intento tras cuatro años de intenso estudio. En las semanas previas a los exámenes estuvo hasta 16 horas diarias delante de apuntes y libros. “No dormía, comía poco, en un mes podía perder cuatro kilos...”, dice esta viguesa, que tuvo como preparador al magistrado Julio Picatoste.

Raquel y Laura, con Germán Serrano, juez decano de Vigo.// Alba Villar

Laura, que superó el test y los dos exámenes orales a la primera tras dos años y medio de estudios –la media está en cinco años–, coincide al describir la dureza de una etapa en la que sacrificaron casi toda su vida social. “Cuando te pones con esto te encuentras con que en Navidad no hay vacaciones, en Semana Santa tampoco... Y los festivos no existen”, relata. “Y en el último año ya ni descansaba ni un día a la semana; como mucho iba a cenar algún sábado con mis amigas o quitaba unas horas al domingo para ir al cine... Nada más”, describe esta mujer, que fue preparada por varios fiscales de Santiago y que, como Raquel, resalta el impacto psicológico de esos años: “Me pasé un mes llorando todos los días, literalmente, sin saber el porqué”.

Esfuerzo

El titánico esfuerzo valió la pena. Aprobaron en 2019. “La sensación de superación, de ‘lo he conseguido’, es brutal; nunca sentí algo así en mi vida”, reconoce Laura. Pero pasada la oposición aún quedaba un último proceso formativo. Empezó con un curso en la Escuela Judicial de Barcelona, que arrancó aquel año y acabó en el verano de 2020.

Allí, junto a otras actividades, hicieron simulaciones de juicios, donde los alumnos interpretaban a jueces, fiscales, abogados... “Y contrataban a actores para ponernos en situaciones complicadas: como uno que interpretó a una persona autista, otro que hizo de víctima u otro más que se puso agresivo...”, describen. Avanzado el curso irrumpió el COVID y las clases pasaron a ser virtuales.

Y en septiembre de 2020 llegaron las prácticas, que realizaron en Vigo. En un juzgado de Primera Instancia, en otro de Familia, en Instrucción y en Violencia sobre la Mujer. Tuteladas por los jueces de esas salas, fueron seis meses “interesantes”. “Es donde realmente aprendimos; empezamos a celebrar juicios y a redactar sentencias, aunque aún no las podíamos firmar, no eran realmente nuestras; estábamos bajo la supervisión de los magistrados tutores, que nos decían lo qué hacíamos bien, nos corregían...”, apuntan. Lo memorizado para la oposición también les sirvió: “Lo estudiado nos ha dado un conocimiento general del ordenamiento jurídico; es útil, lo aplicas en el día a día”.

Ya sin supervisión

Superado ese período ahora están ante su primera gran prueba de fuego. Como juezas de refuerzo, lo son ya con todas sus consecuencias: “No hay supervisión ni tutores”. Empezaron el lunes y el balance de esta primera semana es satisfactorio. Además, arrancaron de forma intensa. “El primer día ya tuve juicios”, indica Laura. Raquel celebró también bastantes vistas: “De tarjetas revolving, un caso de daños por unas humedades... Ahora firmaré y entregaré mis primeras sentencias”, afirma.

Y cuando acaben esta labor esperan ser cuanto antes titulares de sus propios juzgados. Primero irán a uno mixto de Primera Instancia e Instrucción, pero, cuando asciendan a magistradas, querrían ejercer en una ciudad. A Raquel le “encantaría” Vigo. Laura se conforma con “cualquier” gran urbe de Galicia.

La importancia de las practicas tuteladas: "Es lo más parecido el primer destino"

Antes de tomar posesión como juezas de refuerzo y empezar a realizar estas labores de apoyo en las salas de Primera Instancia, Raquel y Laura pasaron por la fase previa de prácticas tuteladas, que desarrollaron también en los juzgados de Vigo. El juez decano, Germán Serrano, explica que en las últimas convocatorias de oposiciones a la urbe olívica siempre han venido jóvenes en prácticas a hacer esta formación bajo la supervisión de magistrados que ejercen de tutores.

“La formación práctica se realiza en varios órdenes jurisdiccionales y resulta esencial, ahí se conoce a fondo como es el trabajo del día a día en un juzgado; es lo más parecido a tu primer destino”, valora.

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