Hoy nos levantamos muy tristes porque nuestro padre ya no está. Después de tres duros años luchando contra un cáncer de los más terribles, las fuerzas le abandonaron y se ha ido; callado y discreto como él siempre fue, dejando en nosotros, un vacío que tardaremos mucho tiempo en llenar.

Rodolfo Hinrichs Vázquez de Parga, que así se llamaba, fue una persona ejemplar, dedicada a su familia, a su trabajo y a sus amigos como nadie he conocido. Si hay algo por lo que destacaba nuestro padre es por su generosidad; generosidad entendida en el plano de la más pura amistad, expresada por alguien que daba todo a sus amigos sin pedir nada a cambio más que su compañía; cualquiera que lo haya conocido un poco lo puede corroborar.

Por ello nos sentimos muy orgullosos de nuestro padre y consideramos que el mejor de los tributos, es recordarle con estas breves palabras, que aunque insuficientes, seguro que a él le encantará leer desde donde nos esté observando.

Nuestro padre nació en una familia y una época complicada, en plena Segunda Guerra Mundial, tras una guerra civil, siendo el penúltimo de cinco hijos (Eugenio, Fritz, Miguel, Rodolfo y Cristina), y con un padre que al poco tiempo desapareció, dejando a nuestra abuela Ángeles sola con cinco bocas que alimentar. De ella, aprendió los valores que transmitió a sus hijos, su sentido de la responsabilidad y el amor por su trabajo.

Para poder estudiar, nuestro padre tuvo que realizar grandes sacrificios, yendo a Alemania a trabajar durante los veranos en los que otros se divertían. Pese a ello, de sus estudios en Santiago tenía siempre gratos recuerdos sobre sus aventuras de juventud con sus grandes amigos de la universidad, recuerdos que rememoraba una y otra vez en las largas tertulias de sobremesa de las cenas de verano, en su fabulosa casa de la playa de las Cañas.

Tras sus estudios comenzó enseguida a trabajar, primero en el Ayuntamiento de Vigo, y después en el Sindicato Vertical como abogado; y con mucho esfuerzo y trabajo, consiguió de la nada labrarse un nombre y un prestigio en su profesión, llegando a ser un prominente abogado laboralista de esta ciudad y de este periódico, siempre volcado en su trabajo, por una vocación y un amor por el derecho que expresaba diariamente con su profunda entrega a cada caso, a cada cliente, sin olvidar nunca la ética y su gran labor social, ayudando a todo aquel que necesitara su ayuda o su consejo personal o profesional. De él mi hermana Silvia y yo aprendimos casi todo lo que sabemos de nuestra ingrata profesión.

A su lado siempre estuvo Belín, nuestra madre, su gran amor por más de 50 años; y con ella los hijos, Silvia, Álvaro, Rodolfo y Elena, que tanta felicidad les dimos como dolores de cabeza. Sacrificios que ambos hicieron, gustosos por nuestro bienestar y nuestra educación, y que ahora que algunos somos padres, y a veces tenemos que sacrificarnos por nuestros hijos, nos ha permitido comprender lo mucho que nuestro padre luchó por su familia, por qué trabajaba sin parar, por qué insistía tanto en que estudiáramos, y por qué siempre nos decía que nuestra más preciada herencia sería la educación que él y nuestra madre nos dieron, la cual gracias al esfuerzo y cariño que ambos pusieron, hoy se la podemos transmitir a nuestros propios hijos.

Hoy te extrañamos más que nunca; te recordamos, te echamos de menos y ahora que ya no estarás nunca más, es cuando me doy cuenta de cuanto te queríamos y te querremos siempre. Y aunque nuestro padre hoy ya no está, vivirá por siempre en nuestra memoria y habitará en nuestros recuerdos y nuestros corazones. Todo nuestro amor y cariño allá donde estés.

*En representación de la familia