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Julen Bollain | Profesor en la Universidad de Mondragón

“Es imposible que una persona pobre pueda llegar a ser libre”

El economista, uno de los referentes en España sobre la renta básica universal, presenta hoy en Librouro su nuevo ensayo

Bollain en la presentación de su libro. | // ETA KITTO

Julen Bollain (Eibar, 1990) es economista y doctor en Estudios sobre Desarrollo. Actualmente, profesor e investigador en la Universidad de Mondragon. Tras su breve paso por la política como diputado en el Parlamento Vasco por Elkarrekin Podemos, acaba de publicar su último ensayo, Renta básica: una herramienta de futuro, que presenta hoy a las 12.00 horas en la Libraría Librouro. Su discurso se centra en defender la renta básica universal como garante de la existencia digna de todas las personas en la sociedad.

–Explique de forma concisa lo que es la renta básica universal.

–La renta básica universal es un ingreso pagado por el Estado a todas las personas como derecho de ciudadano.

–¿Cuáles son sus objetivos?

–Tiene dos fundamentales. Por un lado, garantizar la existencia material de la ciudadanía. Es decir, que todas las personas tengan, de entrada, un mínimo para poder cubrir sus necesidades básicas. Y en segundo lugar, al garantizar las necesidades básicas, dotar a la ciudadanía de mayores cotas de libertad. Es decir, una vez tienes tus necesidades básicas cubiertas, eres libre para poder edificar tu propio camino en la vida. Para poder tomar tus propias decisiones. La idea de fondo es que una persona pobre no puede ser libre.

–¿Qué la diferencia de las rentas mínimas como la Risga o el Ingreso Mínimo Vital?

–Tienen una diferencia de concepción. Las rentas mínimas ayudan a la ciudadanía una vez ha fracasado. Es decir, tú no tienes recursos suficientes, acudes a la Administración, te desnudas ante ella y una institución te categoriza como persona merecedora de una ayuda del Estado. Esto viene a ser algo así como la caridad. Políticas inspiradas en el asistencialismo. La renta básica actúa de forma distinta. Te garantiza, de entrada, lo mínimo para poder vivir dignamente.

–En esa línea, pude leer una entrevista en la que usted hablaba de la estigmatización de las personas beneficiarias de subsidios. Explíqueme eso.

–Exacto. La renta básica actuaría como la sanidad o la educación pública, de las cuales nos sentimos profundamente orgullosos. ¿Por qué? Porque hemos visto que es garante de la igualdad. Además, también garantiza un sentido de pertenencia a la sociedad. De que las administraciones nos van a cuidar incondicionalmente. Nadie le pregunta a un rico cuánto dinero tiene antes de atenderlo en un hospital. ¿Por qué tenemos que preguntárselo a una persona en situación de pobreza? Robespierre decía que el primer derecho es el de la existencia. Para garantizar la existencia de toda la ciudadanía, necesitamos una renta básica. En más de treinta años, ya hemos visto que las rentas mínimas no han cubierto sus objetivos. No han erradicado la pobreza de nuestras comunidades.

–¿Es posible que haber sufrido la crisis del 2008 y ahora la pandemia hayan hecho menos utópica esta idea?

–La pandemia ha hecho que haya una nueva ola de personas favorables a la renta básica. También lo hemos visto en los resultados de las últimas encuestas al respecto. El boom, desde luego, parece venir del referéndum de renta básica en 2016 en Suiza y el proyecto piloto en Filandia al año siguiente. Ese país al que tanto le gusta ver a nuestra clase política. En un mercado laboral tan precarizado, la renta básica te da la oportunidad de decir que no. Actualmente, una persona pobre no puede decir que no a ningún trabajo. Incrementaría mucho la capacidad de negociación de la clase trabajadora.

–¿Es factible la financiación de la renta básica en un Estado como el español?

–Sí. Ya se ha demostrado en muchísimos estudios de financiación de microsimulación estadística. Además, es factible si entendemos la renta básica como una pata más del estado del bienestar sin detraer ni un solo euro de los servicios públicos. El resultado que se repite por todo el mundo es el mismo: el 20% de la ciudadanía tiene que pagar más impuestos y el 80% restante saldría beneficiado en términos monetarios. Aunque creo que toda la ciudadanía saldría beneficiada en su conjunto.

–Traigamos el concepto a la actualidad política. En las elecciones madrileñas, parte de la izquierda renunció a librar la batalla cultural sobre la necesidad de los impuestos. Las rebajas fiscales son un potente argumento en campaña. ¿Cree que sería bien recibida una reforma fiscal de este calado?

–Creo que la pandemia ha hecho mover los cimientos de un discurso ideológico y económico que nació en los años ochenta sobre las bajadas de impuestos. Tenemos que dar esa batalla cultural y hacerlo con evidencias. Veamos la evolución. En Estados Unidos, entre los cuarenta y los sesenta los tipos de IRPF estaban por encima del 70% a las rentas más altas. Llegaron incluso hasta el 94%, cuasi confiscatorio. Esas épocas están registradas como las de menor desigualdad social y de mayor progreso económico. En los ochenta, con la llegada de Regan y Thatcher, cayó ese discurso keynesiano y triunfó un discurso neoliberal que dura hasta hoy. Ahora, parece que con la pandemia le estamos dando la vuelta. Tenemos que aportar perspectiva y hacer pedagogía con los datos en la mano.

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