Explica Kazuo Ishiguro que cuando a principios de diciembre de 2017 volvía a su casa de Londres después de pronunciar el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en la Academia sueca, le asaltó la idea de que aquello iba a transformar de manera radical su manera de afrontar la tarea literaria, como si le hubiera sido concedido un superpoder con el que vencer los obstáculos. Para entonces tenía ya bastante avanzada su octava novela, Klara y el Sol, que la editorial Anagrama acaba de publicar en castellano y catalán. “Esperaba que al volver de Estocolmo todos los problemas que me planteaba el libro se habrían solucionado; pero no, todo estaba exactamente igual -apunta Ishiguro-. Era como si el premio me lo hubieran dado en otro planeta y al volver a casa todo estuviera en el mismo sitio que antes”.
Así es como el escritor nacido en Nagasaki hace sesenta y seis años y criado en Inglaterra despacha esa cuestión no menor que planea sobre la primera obra que ha entregado después de ganar el Nobel. ¿Condicionó de alguna manera el premio la escritura de Klara y el Sol? “En absoluto -responde vía Zoom en el curso de una multitudinaria rueda de prensa-, y espero que no lo haga tampoco en el futuro”. Una vez leída la novela, se diría que a Ishiguro no le hacen falta superpoderes especiales para dar a la imprenta libros redondos.