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Un Nobel con ojos de androide

En “Klara y el Sol”, la primera novela que publica después de conquistar el gran premio de la Academia sueca, Kazuo Ishiguro apela a la inteligencia artificial para preguntarse qué nos hace humanos y cuál es nuestro papel en un mundo dominado por la invasión del “big data” y la ingeniería genética.

El escritor británico Kazuo Ishiguro REUTERS

Explica Kazuo Ishiguro que cuando a principios de diciembre de 2017 volvía a su casa de Londres después de pronunciar el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en la Academia sueca, le asaltó la idea de que aquello iba a transformar de manera radical su manera de afrontar la tarea literaria, como si le hubiera sido concedido un superpoder con el que vencer los obstáculos. Para entonces tenía ya bastante avanzada su octava novela, Klara y el Sol, que la editorial Anagrama acaba de publicar en castellano y catalán. “Esperaba que al volver de Estocolmo todos los problemas que me planteaba el libro se habrían solucionado; pero no, todo estaba exactamente igual -apunta Ishiguro-. Era como si el premio me lo hubieran dado en otro planeta y al volver a casa todo estuviera en el mismo sitio que antes”.

Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017

Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017 Vídeo: Agencia ATLAS/Foto: EFE

Así es como el escritor nacido en Nagasaki hace sesenta y seis años y criado en Inglaterra despacha esa cuestión no menor que planea sobre la primera obra que ha entregado después de ganar el Nobel. ¿Condicionó de alguna manera el premio la escritura de Klara y el Sol? “En absoluto -responde vía Zoom en el curso de una multitudinaria rueda de prensa-, y espero que no lo haga tampoco en el futuro”. Una vez leída la novela, se diría que a Ishiguro no le hacen falta superpoderes especiales para dar a la imprenta libros redondos.

Con Klara y el Sol, el autor vuelve al terreno de la ciencia ficción que ya visitó, con excelentes resultados, en Nunca me abandones. La Klara del título, a la que Ishiguro otorga el papel de narradora de la historia, es una Amiga Artificial, un androide diseñado para acompañar a los adolescentes en su tránsito hacia la edad adulta; un robot que, tras un periodo de aprendizaje basado en la observación del comportamiento humano, es seleccionado para convivir con una chica de 14 años víctima de una enfermedad no especificada. En el trasfondo, atisbamos un futuro distópico en el que la tecnología ha dejado fuera del mundo laboral a muchos trabajadores altamente cualificados y los hijos de las familias ricas, mejorados gracias a una arriesgada intervención genética, se educan a través de las pantallas.

Como ya sucedía en anteriores títulos de Ishiguro, la elección del punto de vista es el pilar fundamental sobre el que se sustenta toda la arquitectura narrativa; en este caso, la apuesta por darle la voz a un androide plantea un arduo desafío técnico y argumental que el escritor resuelve con elegante brillantez.

Portada del libro Klara y el sol, de Ishiguiro

“Antes de sentarme a escribir una novela hago un cásting de diversos personajes que podrían ser el protagonista principal"

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" El universo de la historia girará en torno a la manera de ver el mundo de ese personaje. Lo que más me interesa son las limitaciones de la visión del narrador, lo que no puede ver. Y ahí Klara funciona muy bien, porque, al ser una máquina, tiene una visión muy restringida y llega a la historia sin recuerdos ni prejuicios”.

No solo eso. Ver el mundo con los ojos de Klara es para el lector un recordatorio constante de lo que supone la mediación de la tecnología en nuestras vidas. “Ese es el punto clave -concede el autor-. La invasión del big data hace que nos planteemos si, más allá de los hábitos y los impulsos que se pueden cartografiar, hay algo que nos hace especiales. ¿Somos irremplazables ? Esa es la pregunta”.

Un ser de luz

Ya desde el nombre, Klara se presenta como el personaje más luminoso de su autor. Literalmente, porque su funcionamiento depende de la luz que recibe del sol, pero también en el plano emocional, con su inagotable afán de entender a los seres humanos y su terca voluntad de amar hasta el sacrificio máximo. Si es que la voluntad y el amor son categorías aplicables a un ser artificial. “La naturaleza de los sentimientos que puede desarrollar un androide es un tema apasionante, pero no es mi principal objeto de interés -comenta Ishiguro-. Lo que a mí me importa son las personas, y lo que Klara observa en ellas. Y también el modo en que la máquina se convierte en una metáfora de los impulsos humanos."

"Cuando tomamos la decisión de cuidar a nuestros hijos, por ejemplo, nos transformamos en una especie de máquinas programadas”

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Ese paralelismo entre los robots y unos padres no siempre capaces de distinguir entre la entrega y la monstruosidad está muy presente en el libro, que el autor dedica a su madre, Shizuko, fallecida hace dos años. “Ella estaba programada para cuidar a sus hijos como un Terminator -dice-. Pero, además, muchas de las cosas que le ocurren a Klara al final, cuando deja de ser necesaria, tienen que ver con la experiencia de mi madre, que acabó sus días en un residencia, apartada de todo pero con la convicción de haber hecho un buen trabajo”.

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