El regreso de Carrère ha sido el gran acontecimiento literario de Francia de los últimos tiempos. Seis años después de “El Reino”, en la que relata su relación con la fe, el escritor parisino traza en “Yoga” su crisis existencial desde 2015 y lo hace de una forma en la que le puede interesar a cualquier lector; los mejores escritores poseen esa virtud.
El suyo no es solo el relato de la lucha contra la profunda depresión de tendencias suicidas que lo llevó a permanecer hospitalizado cuatro meses con el diagnóstico de trastorno bipolar siendo ya un sexagenario, sino también una zambullida literaria en el abismo personal. Es algo que no parece sencillo describir en una novela, aunque en este caso se aleje, como suele ser habitual en Carrère, de los corsés.
“Yoga” habla de un abatimiento melancólico, grave, pesado, del que no todo el mundo sale airoso. El autor recurre al vipassana, pero no cree en filosofías demasiado optimistas: el desarrollo particular de cada uno le inspira perplejidad, en cambio las pruebas que le permiten avanzar son ciertas. Llama yoga a los ejercicios que, además de mejorar la forma física, transforman la conciencia; el hecho de que esta se halle desordenada hace caer en el vacío al ser humano. Recuerda con nostalgia el pasado en que meditaba borracho y se siente reconfortado por la figura retrospectiva de Jean-François Revel, con quien se cruzaba en los veranos bretones empujando el carro del supermercado lleno de botellas de vino y capaz de escribir “libros de deslumbrante lucidez e inteligencia amarga”. No se imaginaba, como admite, que treinta años más tarde su maravillosa antología de la poesía francesa le salvaría, prácticamente, la vida.
Hubo un momento en su trayectoria literaria en que Emmanuel Carrère decidió escenificarse a sí mismo en primera persona para poder sentirse un narrador involucrado. Hasta entonces, su carrera contaba con novelas pobladas de psicópatas o tipos corrientes que, de repente, se hunden en la demencia. Luego, en “El adversario”, publicada en 2000, contó la historia reconstruida de un farsante que en 1993 mató a sus padres, su esposa y sus hijos, tras hacerles creer que era médico. Pocos escritores han arriesgado tanto al meterse en la piel de un personaje como él hizo en “Limónov” (2011), un protagonista de carne y hueso, estrambótico aunque real, que parece sacado de una novela de aventuras y que le sirve, además, para recomponer un fresco inigualable sobre la reciente historia de Rusia.
En “Yoga” hay verdad y también ficción. Él mismo ha confesado que mintió para proteger a su familia. Ello no le libró, sin embargo, de las acusaciones de su exmujer, que le reprocha haber abusado de su privacidad sin consentimiento, dando lugar a un debate sobre la falta de honestidad precisamente de un autor que ha hecho de la honradez su estandarte literario. Es comprensible: resulta necesario enganchar al lector, y eso no se consigue con un mero ensayo sobre la meditación budista; Carrère trae con él su depresión, la enfermedad, el internamiento, y también la doble ruptura amorosa, las pródigas lecturas, el problema de la inmigración y hasta los ataques a “Charlie Hebdo”. Una vez que se abre el libro no hay manera de cerrarlo. Como él mismo ironiza: siempre pasa algo en las fosas nasales de cada uno.