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Las cloacas del franquismo

De la eugenesia al robo de niños, las torturas o la libertad de prensa, el cómic de Teresa Valero “Contrapaso. Los hijos de los otros” envuelve de thriller las miserias de la dictadura.

| FDV

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ace cuatro años la dibujante Teresa Valero (Madrid, 1969) escuchó una entrevista a Juan Rada, antiguo director de El Caso, el popular diario de sucesos, que decía que durante la dictadura “solo les dejaban informar de una muerte violenta a la semana”. ¿Motivo? “Porque en la España de Franco esas cosas no pasaban”. Pero sí pasaban, igual que las torturas en los interrogatorios de la Brigada Político-Social, el robo de niños a mujeres de los perdedores de la Guerra Civil, los estudios de eugenesia que decían que los comunistas eran genéticamente inferiores, las lobotomías para curar la homosexualidad o la censura. Con documentados hechos como estos, propios de las cloacas del régimen, traza Valero un fresco, camuflado de thriller, de la posguerra más negra. Son las 150 páginas del ambicioso cómic “Contrapaso. Los hijos de los otros” (Norma).

En el Madrid de 1956, Emili Sanz, periodista de sucesos de la vieja escuela y falangista desencantado, sigue la pista de unos asesinatos de mujeres. Su periódico, La Capital, le asigna un compañero, Léon Lenoir, un joven entusiasta, hijo de comunista muerto en la guerra, cuyo tío es militar franquista. “El género negro muestra cuán negra es la naturaleza humana a la vez que cuenta qué pasa en la sociedad. El thriller me permitía contar sucesos de nuestro pasado cuyas consecuencias aún arrastramos y siguen sin resolverse haciéndolos accesibles a un público general y a un lector más joven”, cuenta Valero desde Madrid, que debuta como autora completa en “Contrapaso” tras prodigarse en la animación.

En la trama hay personajes inspirados en franquistas como el psiquiatra Antonio Vallejo-Nágera y sus estudios sobre la eugenesia. “Se ha hablado menos de él que de los realizados por los nazis porque su fe y su moral católica le hacía rechazar la eugenesia que aquellos aplicaban para matar y esterilizar. He leído sus estudios y los cuestionarios que hacía a las presas de la cárcel de Málaga para entender por qué creía que los comunistas eran seres humanos deficientes. Concluyó que lo heredado era más importante que lo ambiental y que de esos seres imperfectos nacían seres imperfectos, y que las clases altas engendraban seres superiores. Pero el catolicismo no impidió al fascismo español matar y castigar muchísimo durante la posguerra, y con la complicidad de la Iglesia”.

Una complicidad que se extendía al robo de bebés a madres de los vencidos a las que decían que habían muerto en el parto y que entregaban a familias pudientes del régimen, “drama que aún colea”, avisa. Una miseria moral que también comulgaba con el realizar lobotomías para curar a gays y lesbianas, prácticas promovidas por psiquiatras como “Juan José López Ibor, que pensaban que erradicaban un mal en esas mujeres que llamaban desviadas o estaban deprimidas y solo conseguían arruinar su existencia”.

El subtítulo “Los hijos de los otros” alude a “un concepto hoy tan en boga. El nosotros y los otros. Casi cien años después, el conflicto sigue vivo. En 1956, los jóvenes sufrían por lo que hicieron padres y abuelos”. Lo refleja con la huelga de estudiantes universitarios de 1956, muchos de familias franquistas. “Su manifiesto empezaba diciendo Nosotros, los hijos de vencedores y vencidos. Querían libertad para todos, una universidad libre, y no continuar con ese mundo de sus padres, de normas, en el que la mitad eran considerados ciudadanos de segunda. Hablé con Julio Diamante, uno de los impulsores de la huelga, que murió el pasado agosto –lamenta-. Fueron duramente reprimidos. Él fue detenido e interrogado. Fue muy combativo pero luego se autocensuró. Hubo un antes y un después de pasar por la Dirección General de Seguridad. En los bajos de Sol se torturaba muchísimo. Desde fuera la gente oía cómo gritaban y muchos pensaban, ‘pues algo habrá hecho”.

Mujeres rebeldes

“Son temas que se han cerrado en falso. No ha habido reparación, por tanto el problema es latente y se hereda de una generación a otra -opina-. Lo vemos con el auge de la ultraderecha, la gente vuelve a abrazar aquellas ideas. Si reflexionamos sobre el porqué, vemos a gente irritada que culpa a los otros, a los que no piensan como ellos, de lo que les pasa. Y los convierte en enemigos. Si no paras de encender la mecha del odio acabas con un choque de trenes, es un ciclo maligno que puede acabar con un régimen de 40 años”.

Hay otra protagonista, Paloma, prima y expareja de Lenoir, dibujante en revistas y cómics femeninos. “Busca ser independiente. Había muchas mujeres que no se dejaban encorsetar por el rol de madres y esposas del franquismo. Incluso desde dentro, como Mercedes Formica, falangista que se rebeló cuando vio que les quitaban tantos derechos a las mujeres y quería justicia social. Fue de las primeras en denunciar la violencia machista”.

Deja constancia el cómic de la publicidad sexista de esos años con “mensajes rancios sobre cómo enseñar a las niñas a usar guantes de látex” para proteger su “encanto femenino de las penosas tareas del hogar”. Otro personaje, aunque por increíble parezca ficción, no lo es: una niña que acompañaba a su padre, médico forense, a los levantamientos de cadáveres. “Será la futura doctora Buitrago, hoy en el Instituto Nacional de Toxicología. Fui a consultarle sobre autopsias e investigación policial y me lo reveló ella. Fue una de las primeras forenses del país”.

Libertad de prensa

“La época es fascinante”, opina al hablar del otro gran tema del libro, la libertad de prensa. “Es una mezcla de gente autocensurándose y a la vez agudizando el ingenio para burlar la censura, gente que por mucho que les cortases las alas ves que la rebeldía y la inteligencia se abrían paso y luchaban por expresarse”. Y cita a Camus, que decía que un periodista puede mantenerse libre “con lucidez para resistir la rabia, obstinación al servicio de la objetividad, desobediencia, porque si no puedes decir lo que piensas, puedes no decir lo que no piensas, e ironía”. Y recuerda cómo presos y presas de las cárceles franquistas hacían periódicos republicanos clandestinos. “No se resignaban a no expresarse. Eran caligrafías y dibujos con anécdotas o humor para levantar la moral”.

No falta un homenaje al padre Llanos, “que empezó siendo falangista y acabó en el PCE evangelizando un Carabanchel lleno de chabolas. Como con su veterano periodista, “que creía que de las ideas falangistas saldría un mundo mejor y más justo y se dio cuenta de que aquello sembró cosas terribles”. “Quiero indagar en cómo la gente de a pie justifica el nazismo o a Stalin o a Franco, cómo gente culta abraza ideas fascistas.

Valero, autora de guiones de cómics como “Brujeando”, “Curiosity Shop” y Gentlemind, con su pareja, Juan Díaz Canales (Premio Nacional con “Blacksad”), ya trabaja en una nueva entrega de “Contrapaso”.

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