Lo que empezó como una relación entrañable entre un hombre y un animal está volviéndose en contra del primero. Al menos de los mariscadores. Porque al delfín Manoliño que desde hace más de un año trabó amistad con un 'navalleiro' de Noia ya no le basta con merodear a estos buceadores o rondar ocasionalmente las playas de la ría de Muros en busca de simpatía. Cada vez busca una mayor interactuación, tanto que ha pasado de molesta a muy peligrosa.

Así lo ven los mariscadores de estas aguas. Pero precisamente fue uno de estos profesionales del mar, Roger Suárez, quien lanzó a la fama a Manoliño. Obviamente sin saber que el sueño que había hecho realidad, el de hacerse 'amigo' de un delfín como muchos niños que se apostaban cada tarde frente al televisor a ver al protagonista de la serie americana "Fliper", acabaría convirtiéndose en un animal problemático.

En declaraciones a FARO, Roger relataba fascinado lo ocurrido a principios de septiembre del año pasado cuando buceando para recoger navajas en aguas someras de la ría de Muros recibió la visita de este delfín mular. No le asustó la presencia de este ejemplar de unos dos metros de largo ya que desde mucho antes venía merodeando por donde trabajaba su grupo de 'navalleiros'. Daba igual que cambiasen de zona de buceo, el delfín rondaba su embarcación. Fuera emergiendo alrededor de ella o manteniendo cierta distancia, casi nunca dejaba de observarles mientras mariscaban. Y de tan acostumbrados a tenerlo cerca pues acabaron bautizándolo con el primer nombre que se les vino a la cabeza.

Manoliño, el delfín amigo de un mariscador de Noia

"Un amor por el que tuve que pelear mucho"

Entonces Roger decía que su relación con Manoliño "fue un amor por el que tuve que pelear mucho". Y es que de las visitas constantes al contacto transcurrieron meses. En medio de este tiempo, desde la Consellería do Mar, al tanto ya del insistente acercamiento de este cetáceo a los mariscadores de esta ría, lanzó una recomendación para que no interactuaran con él, pero tal y como lo explicaba el protagonista de esta historia, poco podía hacer por sortear la interacción: "Estoy en mi zona de trabajo, en mi horario laboral, y es él quien viene a mí. Y aunque cambiemos de zona, nos encuentra".

Salvo que el encariñamiento del animal obedeciese al traje de neopreno que usa para bucear, -por otra parte, muy parecido al de sus compañeros- o que sus miradas se cruzasen provocando en su sonar un chispazo de significado solo traducible para el delfínido, Roger carecía de una explicación lógica sobre la obsesión por él. "Es que a saber por qué viene a mí. Surgió todo como una cuestión de confianza mutua. Igual que un perro, primero se acercaba como oliendo, cuando cogió confianza se rascaba con las aletas y ahora ya se deja abrazar", resumía.

Encuentros que se fueron repitiendo a diario y cada vez con mayor intensidad. En uno de ellos, mientras rasgaba el fondo del mar en busca de navajas, Roger lo sintió así: "Cuando me di la vuelta tenía su cabeza entre mis aletas, se rozaba con ellas, así que lo acaricié, primero debajo del morro, e igual que un perro, se ponía contento y subía para arriba y luego volvía abajo. Y al final lo abracé", relata entusiasmado. Una escena llena de ternura que duró tiempo suficiente para hacerla inolvidable.

Un buceador acabó en el centro de salud

Pero en la ría de Muros y Noia están aumentando los detractores de Manoliño. Desde el colectivo de mariscadores crece al temor a que por culpa de este 'Fliper' ocurra alguna día una desgracia que lamentar. Su miedo se basa en lo sucedido a un buceador que fue arrastrado a la superficie por el delfín. Se supone que solo pretendía jugar pero el caso es que el buzo acabó en el centro de salud para curarse de las heridas y someterse a un chequeo específicamente dirigido a descartar un accidente de descompresión.

Para los expertos de la Coordinadora Europea de Mamíferos Marinos (CEMMA), casos como el de Manoliño se solucionan alejándose de él, evitando el contacto, ignorándolo. Solo así se desganchará de su querencia a interactuar con los humanos y solo así encontrará al grupo de su especie con el que le corresponde estar. Pero esta solución fácil en apariencia no lo es en absoluto cuando tienes un público rendido a tus pies, como una playa llena de bañistas por ejemplo.

Así que los problemas ahora con Manoliño no son nada con respecto a lo que pueda ocurrir en verano. Ya son muchas las voces que en Noia y Muros han pedido la intervención de la Xunta o advierten de la sucesión de accidentes. También los expertos del CEMMA recalcan que la interactuación con estos animales, además de estar prohibida, podría tener fatales consecuencias.

Avisos que de momento han tenido nulo efecto. Por redes abundan las imágenes de bañistas haciéndose selfis con el delfín o con sus hijos menores posando a su lado.