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La equivocación de no propiciar la renovación de flota con una PPC

Panorámica de los astilleros vigueses de Beiramar. FdV

Se aproxima una posible reforma de la Política Pesquera Común (PPC) que apunta a un alineamiento con las políticas medioambientales y a los objetivos principales formulados por la actual Comisión (Pacto Verde), lo cual está bien, siempre que se respete lo dispuesto en los Tratados y sin que la PPC su supedite a las políticas ambientales. El problema es que parece que, como siempre, las revisiones de la PPC no profundizan en sus verdaderos objetivos, que no son otros que los contenidos en el artículo 39 del Tratado de Funcionamiento de la Unión (TFUE) Europea. Sin embargo, se esquiva o no se aborda el evidente problema de la necesaria renovación de la flota europea, la de altura y la de bajura. En los círculos de la Comisión parece existir una aversión hacia una posible renovación de buques por miedo a que ello contribuya al aumento de la capacidad de pesca. Vayamos por partes.

La pesca es un sector de la economía como cualquier otro y no se le pueden aplicar principios económicos distintos que al resto de los sectores. Los buques de pesca constituyen el fundamento de uno de los factores de producción clásicos: el capital. Pues es obvio que a nadie se le puede ocurrir en pura lógica económica predicar que esta actividad deba de llevarse a cabo con métodos obsoletos y los expertos pesqueros de la Comisión, si los hubiera, deberían de leer atentamente lo que dice el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea y especialmente el artículo 39(a) del TFUE que señala como uno de los objetivos de la PPC: “… fomentar… el empleo óptimo de los medios de producción, en particular de la mano de obra”. Pues bien, practicar una política en contra de la renovación de la flota por acción u omisión choca directamente con este objetivo y contra el sentido común económico. Una flota vetusta no incorpora adecuadamente la innovación tecnológica, opera con costos de producción elevados, no genera los beneficios suficientes para la reinversión en el propio sector, gasta excesivo combustible y libera un exceso de gases a la atmósfera, opera con salarios bajos, presenta peores condiciones de habitabilidad y seguridad en el mar, y en general constituye el paradigma de lo que el profesor Samuelson describe como el círculo vicioso de la pobreza . En estas circunstancias ¿cómo se espera que la juventud europea se sienta atraída hacia este sector como fuente de empleo?

“Una flota vetusta opera con salarios bajos. ¿Cómo se espera que la juventud se sienta atraída hacia este sector?”

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Se podría seguir analizando “ad nauseam” el disparate económico que supone no estimular una renovación que entre otras cosas movilizaría notablemente toda la economía azul europea, sobre todo los astilleros e industria naval conexa, pero vamos a entrar ahora en el peregrino argumento del aumento de la capacidad de pesca y la sobreexplotación de los recursos pesqueros. De manera parecida a lo que sucede con el argumento semejante de eliminación de las subvenciones al gasoil se pretende en este caso evitar la sobrepesca mediante la vía menos eficiente y disparatada y que además es contraria a lo dispuesto en los Tratados. Es cierto que una flota renovada es más eficiente que una flota vetusta, pero eso tiene solución y en el caso de que existiera un exceso de capacidad habría que limitar el número de buques calculando ese efecto producido por la renovación. Recomiendo a los expertos pesqueros de la Comisión, si los hubiera, a que eleven una propuesta a nivel de toda la Unión de lo que, en su día y a pesar de la Leyenda Negra Pesquera, hizo España: contingentar los caladeros, exigir una tasa de desguace para cualquier renovación, establecer un sistema de transmisión y acumulación de derechos de pesca y etc. Lo que pasa es que falta coraje político para ello.

En definitiva, los expertos pesqueros de la Comisión, si es que los hubiera, deberían de pararse a pensar que propiciar la existencia de una flota vetusta va contra toda lógica económica y social y contra los objetivos de la PPC. Es como si para limitar el exceso de velocidad en las carreteras llenásemos las carreteras de baches o como si para limitar el exceso de liberación de gases en la agricultura se obligara a los agricultores a adoptar el arado romano. En ambos casos se conseguirían los objetivos de limitar la velocidad y la liberación de gases a la atmósfera, naturalmente descontando en el segundo las flatulencias de los bueyes que tiran de los arados.

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