El retratista de la memoria de Vigo en alta mar
Tras 15 años como marino mercante, Roberto Hernández llegó a Vigo en una de las crisis del naval y se lanzó a cubrir el vacío de ilustradores del sector
Roberto Hernández esbozó su infancia en un barrio alto de Las Palmas con vistas privilegiadas al Puerto de la Luz. Un emplazamiento pletórico, el más importante de las Islas Canarias, en el que los pasados 70 fueron una época de bonanza para el sector pesquero, como así lo evidenciaba la ingente cantidad de buques que hacían escala para avituallarse, ultimar su puesta a punto o simplemente descargar las capturas que traían de la mar.
“Había muchísima actividad”, recuerda el pintor sobre este lugar, cuna en la que nació su propia corriente artística. Fue en el seno de una familia de clase media, numerosa, impulsado por una madre que se fijó en su talento y se encargó de perfilarlo, regalándole lápices y rotuladores como si fueran juguetes cada Navidad. “La primera vez que dibujé un barco tendría 7 u 8 años”, destaca. Su vocación como marino mercante, a la que dedicó década y media de su vida, aparecería después.
“Incluso embarcado también he dibujado. Estar a bordo te permite conocer todo desde dentro y tener mayor información que ser un mero observador desde tierra”, comenta el artista, que ahora se dedica en exclusiva al mundo de la ilustración. Tomó la decisión al darse cuenta de que en España no había muchos referentes que se dedicasen al retrato mercante y pesquero, y lo hizo en Vigo.
A la ciudad olívica arribó en plena crisis: una de tantas en las que los astilleros comenzaban a recibir sus últimos encargos. Consciente de lo que estaba pasando, comenzó su trabajo enfocado en este sector, investigando su historia y tejiendo una red de contactos que trajo a su estudio a sus primeros clientes.
Empezó con encargos de exmarinos, ya jubilados, de compañías como Pescanova o Pescapuerta. “Cuando entregaba las pinturas terminadas, y eran de barcos en los que estas personas habían navegado, podías ver en sus ojos muchas emociones y sentimientos encontrados. El recuerdo de esas largas mareas que habían hecho en Malvinas, Namibia o Terranova”, confiesa. “Ahí me di cuenta de que estaba acertando con lo que hacía”.
“Tomé la decisión de dedicarme a ilustrar en Vigo. No la tomo en otro lugar, no la tomo ni siquiera en alta mar, la tomo en Vigo. Fue el lugar que me inspiró”
De esos inicios a la actualidad han pasado ya 13 años, y por el camino Hernández ha retratado cientos y cientos de barcos. Son cerca de 3.500 acuarelas las que contabiliza, sin incluir el contenido que realiza para diferentes trabajos editoriales monográficos.
Entre sus diseños, también inspirados en la cartelería clásica, se encuentran empresas tan míticas como Pesquerías Mar y buques como el crucero Queen Elizabeth 2 de la naviera Cunard, el bacaladero Jaquetón de Factorías Vulcano o el emblemático Santa María de la Companhia Colonial de Navegação, que llevó a numerosos gallegos a Venezuela y Estados Unidos.
“Tomé la decisión de dedicarme profesionalmente a la ilustración en Vigo. No la tomo en otro lugar, no la tomo ni siquiera en alta mar, la tomo en Vigo. Es en Vigo donde la influencia de la ría, conocer toda la enorme historia marítima que hay en ella, se convierte en una especie de caldo de cultivo dentro de mí. Fue lo que me ayudó a tomar la decisión de decir ‘Bueno, voy a dedicarme a esto. A partir de aquí hay mucho que contar’. Vigo fue el lugar que me inspiró”, remarca el pintor.
Hernández considera que un buen dibujo es la base de toda buena pintura, y es por eso que en todo lo que es su proceso artístico lo más importante siempre ha sido el dibujo. “Es verdad que hay artistas que solo esbozan, hacen pequeños bocetos y se lanzan directamente al color”, explica.
En su caso el color apareció después, imponiéndose antes una preferencia clara sobre la delineación naval, el dibujo y la arquitectura. “Disfruto bastante en ese proceso”, señala, y también lo hace al documentarse para ejecutar cada obra. “Por ejemplo, si era un buque de pasaje y en él viajaban emigrantes. O si es un barco de pesca conocido, el primer arrastrero que se construyó en la ría de Vigo o el primer buque congelador que fue a pescar a aguas internacionales… Todo eso forma parte de una historia que está detrás del barco. Eso es lo que se convierte en el verdadero motor de la pintura que estoy realizando”, puntualiza.
A veces tarda más en investigar los barcos que retrata que en elaborar la ilustración. Cuando tiene todos los datos, una composición de la escena y ha realizado varios bosquejos, es cuando empieza a dibujar, le lleve más o menos tiempo en función de su tamaño, pero siempre con el mismo fin.
“Siento que tengo el deber de hacerlo. Hay muchísima historia marítima que quedaría en el olvido si no se recordase de esta manera, ya que se carece de muchas fotografías de barcos que existieron, de los cuales casi no tenemos referencias”, dice.
“Si no las nuevas generaciones no van a saber qué fue el Cable Inglés en Vigo, no van a saber que fueron las empresas pesqueras quienes levantaron la ciudad. Todas estas compañías hicieron que hoy Vigo sea lo que es, la ciudad que es. Vigo es una ciudad que creció al amparo del progreso, es una ciudad que surgió porque alrededor hubo asentamiento empresarial. Porque la ría tenía una riqueza tremenda”.
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