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Morrazo

Bateas en tierra firme para disfrutar del mar y la naturaleza de Udra

Las cabañas están inspiradas en el diseño de las bateas. Gonzalo Núñez

No están sobre el mar y de ellas no penden largas cuerdas con sacos y sacos de mejillón. Pero probablemente es lo más cerca que se puede estar de una batea en tierra firme y de vivir sobre ella. En la parroquia de Beluso se inauguró ayer el complejo Cabanas de Udra, que consiste en cuatro alojamientos turísticos inspirados en las formas de las bateas para facilitar su integración en el medio ambiente y reducir el impacto. El proyecto de momento ha servido para crear dos puestos de trabajo y cuenta con una ayuda del Grupo de Acción Local do Sector Pesqueiro (GALP) Ría de Pontevedra.

Las primeras bateas en tierra de Bueu ya están concluidas y en los próximos días estarán operativas. No son para la producción de mejillón, sino que se trata de un alojamiento turístico inspirado en el diseño de las bateas que se reparten por las rías de Galicia y que tienen tanto peso en la economía de pueblos como Bueu. Los promotores de la iniciativa son el matrimonio formado por Rosana Estévez Cruz y Víctor Manuel Martínez, vecinos de la parroquia de Beluso, y el lugar elegido es una superficie de más de 3.600 metros cuadrados en el lugar de A Roza, en la bajada hacia Cabo Udra. “Para nosotros es una zona de gran valor sentimental y en un entorno de gran belleza, con el mar cerca, rutas de senderismo…”, explica Rosana Estévez. La originalidad y filosofía del proyecto le valió para conseguir una subvención de unos 200.000 euros por parte del Grupo de Acción Local do Sector Pesqueiro (GALP Ría de Pontevedra) para poder llevarlo buen puerto.

Las cabañas están sobre pilotes para salvar el desnivel y evitar movimientos de tierras. Gonzalo Núñez

La inauguración oficial del complejo se celebró ayer por la tarde y está previsto que los primeros visitantes puedan empezar a alojarse en estas peculiares bateas durante la primera quincena de agosto, una vez que se resuelvan los últimos trámites administrativos. “Son cuatro cabañas o bungalows y aunque están pensadas para parejas también tienen capacidad para familias. Pueden entrar hasta entre cinco y seis personas”, explican. Cada una cuenta con cocina, nevera, aseos y hasta una chimenea. “El objetivo es que funcionen todo el año, no solo durante la temporada de verano. Durante el invierno está zona puede ser incluso más bonita debido al mar y al oleaje”, cuenta Rosana Estévez. Inicialmente el precio del alojamiento es de 180 euros por pareja y día.

Rosana Estévez en la entrada de una de las cabañas. Gonzalo Núñez

El campamento cuenta con dos personas empleadas y sus responsables confían en que si la acogida es satisfactoria se pueda aumentar el personal contratado. “De momento notamos mucho interés, tanto de lugares cercanos como de fuera. Ya tuvimos consultas desde Suiza”, señalan. Este establecimiento de alojamiento vacacional tiene activa ya su web, bungalowsudra.com.

Cada una de las cabañas tiene capacidad para alojar hasta seis personas. Gonzalo Núñez

La travesía para llegar culminar este proyecto no ha sido nada sencilla. “La idea la tuvimos hace ya unos diez años. Fue un camino muy largo y duro, en el que estuvimos a punto de tirar la toalla más de una vez. Al final seguimos por la ilusión de hacer algo bueno”, cuenta. El terreno donde se asienta este original alojamiento tiene la calificación de suelo rústico de protección forestal y el aprovechamiento turístico es de los pocos usos autorizados por la Lei do Solo. “El diseño en forma de bateas también tiene otra razón de ser: las cabañas están asentadas sobre pilares, con lo que los movimientos de tierra y el impacto es mucho menor”, argumenta Rosana Estévez.

El interior de una de las Cabanas de Udra, en Beluso. Gonzalo Núñez

La propuesta arquitectónica corresponde al arquitecto bueués Manuel Ángel Filgueira, que en su día también fue uno de los técnicos firmó el proyecto del aula de naturaleza de Cabo Udra. Para Rosana Estévez esta iniciativa tiene un gran valor sentimental porque los terrenos originales eran propiedad de sus bisabuelos y luego de sus abuelos. “Luego fuimos comprando las fincas lindantes hasta llegar a la superficie de 3.600 metros cuadrados”, cuenta.

Otra vista interior de una de las cabañas. Gonzalo Núñez

El proyecto nació mucho antes de la pandemia del COVID-19, pero su inspiración y filosofía está plenamente adaptada a estos nuevos tiempos. “Son cuatro cabañas, cada una con su terraza, y están separadas entre sí para que haya mucho espacio”, expone. El complejo incluye una quinta construcción en madera, destinada a funciones de recepción y en la que hay una sala de usos múltiples. No obstante, de momento los posibles eventos estarán muy limitados debido a las circunstancias sanitarias. La guinda para este espacio que combina monte y mar es una piscina de agua salada, con una dimensiones de 9x5 metros.

La piscina de agua salada que completa las instalaciones. Gonzalo Núñez

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