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Ceferino de Blas.

El apéndice del scalextric

Un cuarto de los vigueses no conocieron el scalextric de Vigo, porque no habían nacido cuando desapareció. Solo supieron de oídas que el puente que enlazaba la calle Lepanto con la autopista AP-9 era el último resto. Afortunadamente ya no existe.

Los scalextric fueron hace medio siglo en España una modernidad para solucionar el masivo aumento del tráfico que llenaba las ciudades. Eran unos armatostes que afeaban las calles, pero como no soportaban tanto tránsito de vehículos, hubo que construirlos.

En Madrid fue famosísimo el de Atocha por el que circulaban 200.000 coches al día, cuando Arias Navarro era alcalde. Duró 17 años.

El de Vigo se concibió como la vía que uniría la Avenida de Madrid con la nueva Autopista del Atlántico. Se inició en 1976 y finalizó en 1980, pero nunca se utilizó. Su demolición comenzó seis años más tarde. Pero para la conexión con la autopista se abrió en 1994 el puente que la unía con la ciudad a través de la calle Lepanto.

Así surgió el problema de la calle Alfonso XIII, que supuso un tormento para los vehículos de cierta altura. Las imágenes de transportistas atrapados, al empotrarse sus transportes bajo el puente, fueron noticia al principio, pero dejaron de serlo al resultar considerable el número de accidentados.

Años después se prolongó la autopista hacia Puxeiros, y el tramo se consideró una vía de circunvalación que desviaba una gran cantidad de tráfico y minimizaba el que lo hacía a través de Vigo.

Pero siguió y sigue siendo imprescindible el acceso por la calle Lepanto para acceder a la autopista AP-9, cuya solución será un paso subterráneo que comunique también con la nueva estación de la Renfe.

Vigo padece en estos días un problema de tráfico importante al coincidir el cierre de la Puerta del Sol y de la calle Alfonso XIII, que multiplica los coches que circulan por la calle República Argentina, donde se han interrumpido algunos semáforos, cuya ausencia crea problemas a los peatones. Son los inconvenientes de las mejoras de la circulación, pero sería oportuno que se agilizase la reapertura de Alfonso XIII.

Aunque el scalextric ya era un recuerdo nefasto para la mayoría de los vigueses, faltaba por demoler el último residuo: el famoso puente que tanto incordiaba a los transportistas.

Como otras cosas que se modificaron en la ciudad, los nuevos vigueses ya no conocerán este apéndice del scalextric que en nada se asemeja a los restos arqueológicos del pasado histórico, como los castreños, los romanos y los de la muralla levantada como defensa. Aquellos contenían un valor histórico, el puente solo desempeñaba un cometido funcional.

Cuando se derribó el muro de Berlín se produjo un entusiasmo entre la gente por quedarse con algún trozo, era un buen regalo. Incluso se establecieron sistemas de venta de lo que consideraban unas reliquias, con gran éxito para los promotores, pero es poco probable que ningún vigués se haya quedado con algún resto del puente de la calle Lepanto como recuerdo. Ni mucho menos que ponga a la venta los trozos. ¡Aunque nunca se sabe!

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