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Ceferino de Blas.

Nostalgia del bar

El cierre de los bares ha cambiado el chip de mucha gente. Ir al bar era el momento esperado del día. Para muchos, un café a media mañana, un vino o una caña antes de comer, permitía relajarse, evadirse y hablar con los compañeros de trabajo o los amigos de cuestiones compartidas o intrascendentes.

El bar, la terraza o la barra era el espacio que rompía la cotidianidad de la casa, del trabajo, del estudio o de la soledad. Por eso el que hayan desaparecido, aunque sea por tres semanas, ha supuesto un golpe fuerte para mucha gente. Les ha roto las costumbres y les ha privado de los mejores momentos del día.

Vigo tuvo cafés desde el siglo XIX, desde el lejano 1875, cuando se fundó “El Suizo” en la calle del Príncipe. Fue uno de los primeros cafés que se abrieron en España, donde se jugaba al billar y al ajedrez. El segundo fue el “Méndez Núñez”, que se instaló en la plaza de la Princesa, en 1882.

Los bares tardaron en llegar, no porque se retrasasen en Vigo, sino porque no existían en España. El primero se fundó en 1907 , a iniciativa de un empresario portugués llamado Antonio Bandeira, por eso el local se llamó “Bar Bandeira”. Estaba instalado en la calle de Vázquez Varela.

La condesa de Pardo Bazán, que pasó una semana al año siguiente en Vigo, era una entusiasta de este bar, al que alude en una de sus crónicas en la revista “La Ilustración artística”.

El “bar” era un término importado, y una novedad de la época. Por eso reflexiona sobre el “bar”, que solo existían en Madrid y en poblaciones con colonias británicas, como Bilbao y Vigo. Parece que ella no había ido a ninguno –prefería las chocolaterías–, hasta venir a Vigo. Define el bar como “la taberna de lujo”. En el lujo, y en el predominio del cocktail, era en lo que se diferenciaba de los figones andaluces, donde además de unas sabrosísimas tapas servían manzanilla.

La condesa decía que en el Bar Bandeira todo era elegante, y se respiraba un ambiente cosmopolita, por ser frecuentado por extranjeros.

Entre sus características estaban los toneles iconográficos, instalados en el local, adornados con caricaturas de personajes populares, políticos o artistas, una de ellas de Pardo Bazán.

El autor de las caricaturas fue el artista y periodista Rafael Fuembuena, que más tarde estudiará Medicina y trabajará como profesional de la salud. Como periodista fue uno de los fundadores, en 1909, de la Asociación de la Prensa de Vigo.

Con el tiempo, tabernas, cafés y bares se mixtificaron, y ahora no se distinguen más que en el nombre, porque los productos son similares. Podría decirse que se diferencian no por el tipo de consumiciones que ofrecen sino por si tienen o no terraza, que es el espacio más demandado en estos tiempos de pandemia.

Estas reflexiones, como le ocurrió a Emilia Pardo Bazán cuando descubrió los bares en Vigo, vienen al caso por el cierre de los establecimientos de restauración, que parece haber impactado tanto como el anterior confinamiento, y empieza a haber nostalgia de bares.

Todos, absolutamente todos, sin distinción de edad ni sexo, están deseando que vuelvan a abrirse, porque el bar, en la modalidad que sea, supone la ruptura de la cotidianidad, que tanto contribuye a la salud mental. Parece que no se reparase en los problemas de la psique, y tal vez convendría echar una pensada sobre la relación que existe entre los bares y asimilados y los efectos benéficos para la estabilidad emocional.

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