En el fútbol se habla mucho del racismo. Los jugadores con frecuencia, portan camisetas especiales para indicarnos que no se tolera, pero el próximo año, muchos de esos jugadores participaran en el Mundial que se celebrara en un desierto de lujo de Catar, donde la discriminacion y esclavitud están a la orden del día.

Segun el periódico ‘The Guardian’, en esa pequeña monarquía perdieron la vida más de 6.500 obreros, procedentes de Sri Lanka, Filipinas, India y Pakistán en la construcción de las infraestructuras para ese mundial. Trabajaban muchas horas en condiciones climatológicas muy extremas, eran los esclavos modernos y recibían una mísera limosna como salario.

Tanto por la derecha como por la izquierda, se escuchan rumores sobre un boicot, por aquello de los derechos humanos, pero solamente es una cortina de humo.

Los abanicos formados por cheques que utilizan los jeques árabes, se mueven muy rápido, dejando un rastro de olor a dólares, donde las federaciones de fútbol se dejan fácilmente seducir y más ahora, con las tribunas vacías.

Nos imaginamos a S. Ramos meter el único gol de la final y levantar la copa, donde muchos pakistaníes perdieron la vida. ¿Vale la pena ser campeones del mundo? Para muchos sí, pero esa copa estará manchada de sangre.

Detrás de ese mundial, se esconde una maquinaria económica de grandes empresas e inversores, que se aprovechan de las circunstancias. Ese mundial no es para Catar, pero sí para el gran capital europeo.

Tenemos claro, que ese mundial nunca debió ser asignado a ese país.