Con el levantamiento progresivo de las restricciones tras el fin del estado de alarma transitamos hacia una vuelta paulatina a la normalidad. La vacunación en marcha para conseguir cuanto antes la ansiada inmunidad de rebaño se ha convertido en el mejor muro de contención contra la pandemia. Los datos sobre la evolución sanitaria así lo constatan, mejor en unas regiones que en otras. Por eso, en lo particular, abrir más o menos la mano en la desescalada deberá estar condicionado a la situación epidemiológica de cada territorio. Nadie mejor que los comités clínicos de cada uno de ellos la conocen. En lo general, por bien que las cifras inviten al optimismo, conviene también recordar, aunque sea una obviedad, que todavía no hemos llegado al anhelado fin de la pandemia. Lo incomprensible es que, en un nuevo bandazo –otro más–, el mismo Gobierno que hace tres semanas delegó la gestión de la crisis a las comunidades, imponga ahora un programa de restricciones de obligado cumplimiento.

Galicia avanza hacia la normalidad fruto del esfuerzo hecho durante todo este tiempo. Con todas las cautelas, la tendencia positiva registrada en las últimas semanas ha llevado a la Xunta a plantear otra ampliación del número de personas que pueden reunirse y aliviar las restricciones vigentes en restauración y ocio nocturno. Quiere relajarlas más por su evolución clínica pero el Ministerio no le permite avanzar. De hecho, el Gobierno gallego, junto a otras seis autonomías –donde viven más de la mitad de los españoles– se ha opuesto al plan de Sanidad votado en el Consejo Interterritorial sobre horarios y aforos. Las comunidades opositoras rechazan la imposición y la invasión de competencias. Asistimos de nuevo al enésimo capítulo de la bochornosa confrontación entre administraciones a cuenta de la pandemia, pero tiene razón la Xunta cuando critica al Ejecutivo central por querer limitar ahora el proceso de apertura habiendo dejado la responsabilidad en manos de las comunidades tras el fin del toque de queda, puesto que no es con imposición sino con cogobernanza real y consenso como debiera actuarse en función de la evolución en los territorios. A la rebelión autonómica contras las restricciones en el ocio fijadas por Sanidad se une el clamor de la sufrida hostelería por lo que considera un paso atrás.

Galicia registra menos de 2.000 casos activos de COVID-19 por primera vez desde el mes de agosto del pasado año. Es la tercera comunidad con menor incidencia acumulada en los últimos siete días, con menos de una treintena de casos por cada cien mil habitantes, la mitad de la media española. También la tercera con la población más inmunizada. Las tasas de contagio y la presión asistencial están entre las más bajas de España. Por eso entienden sus responsables autonómicos que hay margen para ir abriendo más la mano en la comunidad con la ambición de avanzar en la vuelta a la actividad ordinaria y no limitar derechos ciudadanos. De la misma manera que es necesario establecer cuanto antes protocolos generales para el ocio nocturno que den seguridad en situaciones epidemiológicas concretas. Ha de hacerse escuchando también al sector, de los más castigados por los cierres.

En el acertado equilibrio de intensificar la prevención y ofrecer alternativas para la progresiva desescalada está el mejor modo de seguir avanzando en la necesaria vuelta a la normalidad"

En aras a esa progresiva desescalada, la Xunta pondrá a prueba el regreso paulatino de las verbenas populares durante este verano con un ensayo piloto el próximo 19 de junio. Lo hará con la celebración simultánea de seis conciertos con orquestas en otros tantos concellos que servirá para testar su seguridad con las pertinentes medidas sanitarias.

Después de seis meses de toque de queda, la inmunización en marcha y la inminente llegada del verano, entramos en una fase de relajación. La gente ha vuelto a pisar la calle, a respirar al aire libre tras el durísimo corsé del confinamiento. Esta circunstancia y el retorno al “terraceo” en calles y plazas han sido observadas por los expertos como un necesario ritual de paso a la normalidad dentro de los parámetros sanitarios fijados.

Con la desescalada están también de vuelta los botellones en muchas localidades gallegas. En una tendencia, eso sí, para nada comparable al fenómeno preocupante registrado en otras ciudades españoles, en un tránsito en el que se acumulan tanto la necesaria expansión festiva como la expresión de una rebelión simbólica contra la crisis económica, social y sanitaria. Entra, pues, dentro de una cierta normalidad que se den estos casos, pero también debe prevalecer la custodia de la salud pública y el establecimiento de un control que las autoridades deben imponer, no solo pensando en el presente, sino también en la posibilidad de que el fenómeno tenga una cierta durabilidad en el futuro más inmediato, con la llegada del buen tiempo. Sin olvidar, el peligro sobre la propia salud, presente y futura, que ya de por sí supone el abuso del alcohol, más si se practica desde edades muy tempranas.

Por tanto, además de persistir en la prevención y en educar en el consumo de alcohol, debe mantenerse la vigilancia policial con el propósito de disuadir, informar y disolver pacíficamente las concentraciones no permitidas. Evitar las aglomeraciones llamativas, carentes de garantías sanitarias, es una obligación todavía mayor en estos tiempos. Porque solo el ocio controlado es una apuesta segura.

Iniciativas como el experimento piloto de las verbenas –con los protocolos de control sanitario pertinentes–, promovido por la Xunta y el sector, es el camino para hacer posible un ocio nocturno seguro, una reivindicación que también hacen suya empresarios de discotecas y bares musicales que ya llevan catorce meses en el dique seco. Este paso, el de abrir este tipo de locales, o el de ampliar el horario de las terrazas, es visto como un balón de oxígeno pero también puede observarse como “un muro de control contra las actividades ilegales”. Conviene, pues, intensificar la prevención –no solo para evitar rebrotes sino también para asegurar la convivencia ciudadana– y ofrecer alternativas, siempre con la perspectiva en mente de que la pandemia no está superada y que es preciso, ahora, estar más alerta que nunca. En la acertada combinación de estos dos factores está el mejor modo de seguir avanzando en la necesaria vuelta a la normalidad.