La de Ceuta ha sido una crisis humanitaria pasajera que ha sentado las bases para futuras invasiones globales mejor planificadas y más permanentes.

El mundo miserable más allá de nuestras fronteras puede ser pobre pero no idiota, humilde pero no sumiso, y se mueve como nosotros, por necesidad e inteligencia para poder resolverla, y al que le hemos ya corroborado que el mundo rico no está dispuesto a solucionarle sus problemas ni a explicarle siquiera cómo hacerlo y por eso se dispone, sin prisa pero sin pausa, a rearmarse con los medios de que dispone, con personas, lanzándolas en masa en un futuro a la invasión fructífera por descontrolada de ese productivo territorio que desde el otro lado veían día tras día durante un año tras otro sin que nadie pusiera más empeño en solucionarlo que ánimo y condolencias a las familias de quienes morían de hambre.

Este conato de invasión real ha sido un toque de atención para los países desarrollados de que algún día el mundo pobre se alzará en rebeldía cansados de padecer hambre y enfermedades, calamidades, mientras observan prosperidad e indiferencia allende sus fronteras y se lanzarán a surtirse de una u otra forma en ese oasis.

Será cuestión de miseria y tiempo.