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Pedro de Silva

Paisaje real con dos fantasías

Soplando viento que por momentos cae al Suroeste (terral en el Norte), la piel del agua transparente de la breve ensenada se riza, dibujando una especie de escamas que cerca de la orilla entran en un juego de formas con las ondulaciones de la arena del fondo, animado por el chisporroteo de los brillos de un sol algo caído ya. Por si fuera poco, y como la mayoría de los bañistas (poco afectos al frescor del agua casi otoñal) han dejado campo libre, bandadas de alevines corretean bajo la lámina y añaden su propio brillo al voltearse. Hasta aquí los hechos. ¿Sería fantasía pensar que un algoritmo que recogiera la combinatoria de todos esos juegos daría cuenta, a la vez, del universo? Lo sería sin duda imaginar que no fuese la soledad de la orilla la que atrajera a los alevines, sino, a principio de curso, el afán de instruirse en las escamas del agua para la buena formación de las suyas.

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