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Juan Carlos Laviana.

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Normalidad restringida

Los alentadores datos sobre la pandemia desatan la euforia y se proclama “la vuelta a la normalidad”

Esta semana hemos asistido a una ceremonia pagana para enterrar la pandemia, como si fuera la sardina del Carnaval. No hay más que leer algunos titulares: “Caen las últimas restricciones”, “Ya estamos en modo salida”, “Madrid elimina los límites horarios”, “Los gobiernos regionales cruzan el Rubicón del ocio nocturno”. Si es verdad que la pesadilla se acaba, algo aún muy incierto, bien está que se celebre por todo lo alto.

Lo que no parece razonable es que la gran fiesta de la libertad postCOVID se haya convertido en un aquelarre en el que el macho cabrío es el virus. Tras los mensajes de euforia, no es de extrañar que 25.000 estudiantes celebren un macrobotellón en el campus de la Universidad Complutense. Que los botellones se hayan convertido en la forma de festejar “la vuelta a la normalidad” en la mayor parte del país. Cualquiera diría que lo único de lo que nos ha privado la pandemia es del ocio nocturno.

Quienes así celebran parecen seguir la máxima de Lope de Vega de que el placer “con freno y medida” ya “no es un placer para mí”. Si esa es la nueva normalidad, o la antigua resucitada, bendita anormalidad. Tal vez el peso de los años nos vuelva a algunos demasiado cenizos y aguafiestas. Pero no seamos ingenuos, vivir en sociedad es vivir con restricciones. Mayores o menores, pero restricciones al fin y al cabo.

Y no solo relativas a la hora de cierre de las discotecas, a la distancia de seguridad o al uso o no de las mascarillas. Queda mucho por hacer con respecto al COVID. Fríos datos, como que hemos superado la inmunidad de grupo o que la incidencia acumulada de casos en catorce días baja de cien, parecen anunciar el final. Pero no nos confiemos, que los muertos se cuentan por docenas.

Nos olvidamos no sólo de que la enfermedad sigue ahí, gestando la quinta ola, sino también de que nuevos desafíos nos acechan. ¿Qué se va a hacer con los antivacunas? ¿Se va a imponer la obligatoriedad del pasaporte COVID como en Italia? ¿Aplicaremos una tercera dosis? ¿Cuándo van a recuperar su normalidad las consultas en la Seguridad Social, que siguen ofreciendo citas a meses vista?

Cuesta ya encontrar noticias sobre la pandemia en las portadas de los periódicos, eclipsadas por noticias más propias de una vieja normalidad. Las disputas cainitas en el PP, la mesa sin patas de Cataluña o las zancadillas en la coalición del Gobierno reclaman protagonismo. Asuntos todos ellos, por cierto, que responden más a las urgencias de los políticos que a las necesidades más urgentes de los ciudadanos.

Esa falsa normalidad también se ha manifestado en desfiles neonazis por las calles de barrio de Chueca en Madrid al grito de “no queremos maricones en nuestros barrios”. En jóvenes afines a ETA apedreando a quienes reclaman atención a las víctimas del terrorismo.

Todo hace indicar que hemos aprendido poco de la pandemia. No nos apresuremos a olvidarla, no vaya a ser que nos vuelva a sorprender desprevenidos.

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