El Noroeste construye por primera vez el relato global de una España distinta, y lo necesitaba. Galicia, Asturias, Castilla y León, Cantabria, Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón y La Rioja acaban de alzar la voz desde Santiago no solo para demandar un trato justo en los criterios que determinarán la próxima financiación autonómica sino para defender el estilo de vida que comparten: el de las comarcas envejecidas, sobreenvejecidas, dispersas, alicaídas en natalidad y desfavorecidas en oportunidades.

El mensaje destacó tanto por las miras largas de su contundente fondo como por la exquisita moderación en las formas para respetar a otras nacionalidades que defienden intereses diferentes. A partir de ahora, no puede quedar en papel polvoriento extraviado en un cajón, ni la reclamación desatendida.

No supone igual esfuerzo sostener la sanidad y la educación en una aldea de un concello aislado que en una urbe, aunque en este último caso el número de usuarios a atender sea mucho más grande. Un estudio universitario acaba de demostrar que los afincados en un pueblo pequeño aportan lo mismo per cápita en impuestos que quienes ocupan una ciudad media.

No admiten comparación en cambio las comodidades asistenciales de unos y otros. Por eso Galicia y sus aliados defienden a la hora de la financiación un criterio de reparto según el coste real de las prestaciones frente a quienes demandan dinero en función de la densidad de habitantes.

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Media España reclama al Gobierno una financiación justa y solidaria Xoán Álvarez

La clase social perdió sentido como fuerza motriz de la competencia electoral, reemplazada por la dicotomía entre derecha e izquierda. Aquí, con una segmentación por bloques casi simétrica, las formaciones nacionalistas vascas y catalanas, las grandes beneficiarias del choque ideológico, aprovechan con ventajismo su conversión en fiel de la balanza. En la negociación de los presupuestos en curso, sin ir más lejos, piden a cambio del voto una denominación de origen Rioja exclusiva para los vinos vascos o doblar al catalán las series de Netflix.

El exitoso “efecto palanca” de un puñado de escaños no pasa desapercibido en otras latitudes y se contagia. La contienda avanza hacia otra segmentación nueva que explotar como motor político eficiente: la desventaja demográfica y la diáspora humana y productiva que arrastra. La división entre lo rural y lo urbano, la España vaciada y la vaciadora, toma cuerpo con plataformas electorales en marcha. Sus promotores sienten que los partidos clásicos no les representan con sus discursos uniformes y sus disciplinas de voto férreas. Cuántas veces lo comprobaron los gallegos cuando tocaba refrendar el AVE que, todavía incompleto, por fin llegará para Navidad a Ourense después de 20 años interminables plagados de promesas e incumplimientos. Debatir si somos una nación de naciones, asimétrica, federal, plural o multinivel son juegos florales de mediocres. Los partidos tienen que reaccionar antes de que las brechas territoriales consoliden la hemiplejia.

"Hay que romper el círculo vicioso que condena a las comunidades como Galicia: para que haya vecinos tiene que haber servicios, pero para que haya servicios tiene que haber vecinos"

En este contexto surge, por encima de las distancias partidarias, el “Camino de consenso”, toda una declaración de intenciones hasta en el nombre del documento, que acaba de lanzar el Noroeste, entendida esta circunscripción en sentido amplio como aquellas áreas no asociadas a Madrid, los regímenes forales, el eje Mediterráneo y el sur andaluz. No hablamos de cualquier cosa, sino de la cuarta parte del país, 11 millones de residentes, como Bélgica y por encima de Suecia y Portugal, y del 62% de su superficie. Es mucho mayor lo que une a sus ocho integrantes que aquello que les separa. El lobo, los fondos europeos y las ayudas agrarias de la PAC, las industrias electrointensivas, la llegada del AVE, la banda ancha ultrarrápida y la revolución tecnológica conforman un espacio específico de intereses similares.

La discusión sobre los recursos presenta muchas caras y aristas. La unidad no exime de compromisos propios en la gestión eficaz. Queda margen para administrar mejor. La pata quebrada del modelo es la corresponsabilidad. La exigencia solo cae del lado estatal.

La tensión siempre se resolvió hasta la fecha por la vía de inflar el montante a distribuir, pretensión complicada en el panorama presente. Nunca desean oír los barones que alguien va a tener que perder para que otro gane, y estamos cerca de verlo. Tampoco quieren recortar sus gastos superfluos.

Sermonear a los ciudadanos sobre dónde instalar su hogar resulta un atrevimiento. Aquellas provincias o municipios con calidad residencial, empleo y fiscalidad equilibrada atraerán moradores. Por eso la mayor alianza alcanzada en España para la financiación da un paso adelante en la única dirección posible.

Además de reclamar un trato equitativo, obviedad que por desgracia hay que volver a recordar, persigue facilitar el bienestar y el desarrollo integral de las personas allí donde decidan libremente establecerse e intenta romper la premisa que condena a las zonas que sufren dispersión y desajuste poblacional: para que haya vecinos tiene que haber servicios, pero para que haya servicios tiene que haber vecinos. El círculo vicioso que el Noroeste quiere romper.