Opinión

La Primavera municipal ya tiene 45 años

Ayer hace cuarenta y cinco años que se constituyeron los ayuntamientos democráticos en España. Los gobiernos locales han sido los principales motores del cambio social y los impulsores de los avances más importantes que ha vivido nuestro país. La Corporación de Vigo con gobernación unitaria ha sido muestra de tolerancia y aceptación de pluralidad. A pesar de las diferencias en votos y programas, la nota dominante era la normalidad y convivencia. Tras muchos años luchando contra la Dictadura y aspirando a conquistar la democracia, ya era posible soñar y planificar ciudad; aunque, con aquella Institución llena de raíces corruptas y afinidad al viejo Régimen, no se podía cambiar la Ciudad en dos días. Vigo estaba encerrado en un entorno disecado sin recursos, sólo orientado al negocio especulativo. Teníamos un Presupuesto de 1.500 millones de pesetas, el 80% para personal y resto pago de créditos pasados. Un rural con caminos de tierra y sin luz, falta de saneamientos y transporte. El resto de la Ciudad había que reconstruirla no sólo con casas, sino a través de avances públicos para su calidad de vida. Con la llegada de la democracia no se acabaron los problemas económicos, porque los temas sociales y urbanos habían primado la resolución de los problemas políticos.

Ninguno de aquellos corporativos –de izquierdas y derechas– conocíamos el armazón municipal. La libertad tampoco era entendida por igual: para unos era la expresión simple de la palabra y para otros era la igualdad social y condiciones de vida de los vigueses. Pero aquella gobernanza plural permitió el desarrollo de asociaciones múltiples: urbanas y metropolitanas, culturales y empresariales, deportivas, las primeras asociaciones feministas… A pesar de nuestros anhelos ideológicos tan diferentes, la gestión democrática municipal no nació espontáneamente en el Gobierno local, sino como resultado de una educación unitaria. La lección de aquel municipalismo primario del 1979, era un discurso con músculo asociativo de participación ciudadana que brindaba los medios para el ejercicio de ciudadanos activos. Además, la Ciudad metropolitana debía ser un referente de definición de la identidad histórica viguesa.

Aquellos munícipes nunca hemos tenido la mínima actitud de descalificación personal. Quizás existía mayor exigencia al respeto político que en la actualidad. La tolerancia tomaba en serio el pensamiento del otro sin desacreditar su punto de vista. Por eso hoy no se debe ridiculizar el trabajo de anteriores corporaciones, sobre todo de aquellas que tuvieron la herencia del largo sequío franquista y especulador. ¿A quién beneficia esta crispación? El verdadero peligro municipal aparece con las intolerancias del personalismo. Es muy fácil elogiar la democracia, pero es muy difícil aceptarla en el fondo, porque la democracia es decidir por uno mismo. Aquel Concello de Vigo eran un páramo cuesta arriba sin apenas recursos, que solo contaba con la voluntad de trabajo para eliminar las raíces corruptas de atrás. No puede extrañar que hubiera momentos con crisis de opiniones y dudas, que siempre hemos resuelto con la palabra y diálogo.

*Ex concellal Concello de Vigo