Opinión | Crónica Política

El humanismo

Uno de los factores que más condicionan la realidad actual del país es, sin duda, la situación sanitaria. No parece razonable que los diferentes puntos de vista sobre una cuestión tan grave se conviertan, en lugar de un encuentro de soluciones, en una discusión cada vez más irritante. Sobre todo cuando la protagonizan políticos que apenas conocen la cuestión de fondo. En opinión, personal, como siempre de quien escribe, hay que lamentar que gran parte de los puntos de vista en conflicto se centren más en la economía que en la sanidad, y más en supuestos derechos, que en el mundo sanitario mismo. Existe un doble fallo clamoroso: hoy prima la economía sobre la salud y la tecnología sobre el humanismo. Es decir, importan mas a la política sanitaria los balances contables que la situación real de la sanidad. Hay un olvido, que solo combaten los profesionales de la salud, que consiste en que los responsables políticos olvidan al paciente y al personal sanitario.

Quien esto expone, veterano observador de la política y –por desgracia reiterado paciente en los centros sanitarios– se siente en la obligación de reclamar para todos los compañeros del mundo sanitario que la política con minúscula, se haga también Política con mayúscula. No será tarea fácil, porque como queda dicho, los profesionales del oficio público están más por las cuentas que por la salud, por duro que suene decirlo de esta forma. Y es preciso dejar claro un dicho anterior: la salud no es un derecho, lo que sí lo es, es que se vigile, se atienda y se defienda desde la esfera pública. Y para conseguirlo todos los profesionales de la sanidad –desde el máximo responsable hasta el final del escalafón– debieran tener una voz directa con el poder para conectar, al final, la realidad del paciente al poder público. A eso probablemente, podría llamársele humanismo, que es lo que le falta a una sanidad que da preferencia a la tecnología. El orden de factores es cosa de los políticos, no de los sanitarios.

(En este punto, y por mera cuestión de justicia, procede resaltar que en esta idea ha estado el hasta ahora conselleiro señor García Comesaña, como lo estuvo su predecesor. La salida de la Xunta del actual diputado es naturalmente competencia exclusiva del presidente, pero también es desde la opinión individual manifestar con respeto que quizá el modus no fue el mejor: una explicación convincente la merecía el saliente y sin duda se la merece el mundo sanitario gallego. En todo caso, quien esto escribe entiende que los tiempos solo de reproches deben cambiar y de vez en cuando hay que dejar espacio para la gratitud. Porque también eso es humanismo. Es lamentable que la pandemia se haya llevado miles de vidas y que algunas de sus víctimas supervivientes hayan sido magníficos gestores y excelentes personas).

En definitiva, la cuestión sería sencilla porque los sanitarios ejercen con brillantez y dedicación el humanismo que los pacientes necesitan. El planteamiento, pues, de que ese factor humanístico debiera ser asumido por el poder político como indispensable soporte del personal que a no olvidarlo se dedica, ha de situarse para el poder al menos a la misma altura que la economía. No va a ser una tarea fácil porque entre otros problemas habrá de igualarse en importancia a la tecnología y sus indudables ventajas. Por eso, parece indispensable la absoluta colaboración de la sociedad misma: tarde o temprano esta sociedad habrá se afrontar individualmente la exigencia del derecho a que se la atienda sanitariamente al completo. Para eso el humanismo sanitario que hoy practica el personal profesional ha de ser un objetivo común. Si se logra todo mejorará tanto para unos, los economicistas, como para los sanitarios, y si hubiera orden de preferencia, antes a los segundos que a los primeros. Todo ello, claro, desde la relatividad de la óptica de quien escribe, pero seguramente –y ojalá que fuere así– también por muchos de los que a día de hoy están internos en un hospital.