¿Es que hay diferentes baremos para medir la violencia y la desigualdad? La vida en la calle es violencia y es desigualdad. De estos casos no suele hablarse pese a que en las calles de nuestras ciudades viven decenas de personas sin techo y otras muchas que van a los comedores sociales o viven en infraviviendas.

Desgraciadamente la violencia sexista nos golpea una y otra vez. La violencia, lo mismo que la desigualdad no son privativas del género, pues están en todos los ámbitos de la vida al formar parte del mundo dual en el que vivimos.

La desigualdad social no es necesariamente la propia entre el hombre y la mujer, ya que este es un hecho parcial de la realidad, pero no es toda la realidad, y aunque hemos de admitir que el género sufre discriminación, sin duda el hecho de negarlo al conjunto de los problemas de igualdad o violencia, no pasa de ser una falacia.

Y eso tiene una explicación en el silogismo que sigue. En este país hay violencia y hay desigualdad, la mujer sufre violencia y desigualdad; luego la mujer es la víctima. Y es algo que no necesariamente es cierto, al menos en la medida que la mujer es una víctima más, no la única.

Es por tanto, que se podría estar cayendo en una postura discriminatoria en razón de una política paritaria cuya estrategia se asienta en la idea de ir penetrando en las capas profundas de la sociedad, como incuestionable.

Gracias a esa feliz iniciativa (que es la ley de la Igualdad) hemos caído en la cuenta de que el verdadero drama del país no es en estos momentos esas altas cuotas de exclusión social y sin hogarismo que ya padece nuestra sociedad, ni la crisis o el paro. Ni siquiera la perspectiva de una gran depresión económica.

Y esto es algo que afecta profundamente a la igualdad. Sin embargo es más importante la falta de cuota en el Gobierno (donde toma su asiento la ley) para que el término pueda ser aplicado de un modo excluyente hacia otros colectivos que sufren violencia y desigualdad.

Utilizando un símil cuya idea no es propia, de modo similar a como la violencia no tiene género, al ser ejercida indistintamente por hombres o mujeres, se ha de pensar que la igualdad tampoco, al no estar limitada a ese concepto cuya construcción se apoya en el hecho biológico del sexo.

Tal vez se disfraza de progresismo un feminismo radical en el que la lucha de clases se ha sustituido por la lucha de géneros.

No en vano estamos ante una corriente de pensamiento impuesta con carácter de norma por un Gobierno que pretende establecer cuotas de poder.

Pero también una alternancia en el poder abriendo una vía hacia la idea del matriarcado.

Es opinable por lo tanto que la política de igualdad debe ser englobada en un contexto mucho más amplio, de cohesión social de modo que pueda beneficiar a un amplio colectivo no solo exclusivo al género, tal como defienden algunos grupos se entiende que radicales. O radicalizados.