Hemos llegado a la conclusión de que nos encontramos en un experimento social con esto de la pandemia.

Las redes sociales están continuamente abiertas, como las ventanas en el verano. Por esas ventanas ya no entran las meigas, sino comentarios sensibles y más negativos, que se adhieren a nuestro cerebro, como el COVID-19 a nuestras vías de respiración. Y ya notamos un patrón de acusaciones, mentiras, negacionismo, dictadura médica, vacunacionalismo o la marcha de la locura.

Aquella gripilla que nos habían anunciado (Fernando Simón) nunca llegó, tampoco la gripe o gripón, lo que sí vimos fueron las ucis saturadas y muchas esquelas, estado de alarma y toque de queda.

Las cajas de herramientas de los intelectuales están abiertas, pero es muy difícil reparar esas averías, por la crisis de la confianza y la crisis de la verdad.

Los medios sociales aumentan los sentimientos tribales y los usuarios se enfrentan unos contra otros.

No importa si las acusaciones son falsas, siempre y cuando sienten tan bien como una cerveza.

La marcha de la locura seguirá su camino.