La política de bloques, reactivada los últimos años por las aspiraciones expansivas de las ya hoy tres grandes potencias, pone en gravísimo peligro la estabilidad mundial y coloca a Europa en una posible antesala de una nueva conflagración de imprevisibles consecuencias.

Al amparo de la Historia pasada, veremos, como apuntaba en un interesante artículo en este periódico Joaquín Rábago sobre la crisis de los misiles en Cuba, que todas las grandes potencias tienen de forma tácita marcado un cinturón de seguridad que protege (es un decir) sus fronteras naturales de una posible agresión; dicho en román paladino: nadie quiere misiles a las puertas de su casa, teniendo en cuenta que la capacidad destructiva de las ojivas nucleares puede poner en manos de un loco o un iluminado apretar el botoncito.

Podríamos establecer algunos silogismos sobre los pródromos de las dos grandes guerras que se libraron en territorio Europeo, donde curiosamente las dos grandes potencias e incluso China estuvieron del mismo lado contra las potencias del Eje, pero la coyuntural armonía se diluyó como un azucarillo durante la Guerra Fría y ha venido sufriendo vaivenes según los presidentes, hasta que la llegada de Putin ha vuelto a poner militarmente en valor a Rusia que ha desplegado sus fuerzas armadas en conflictos en Oriente Medio (Siria), tradicionalmente reservadas a USA y sus aliados.

En esta gran pinza entre los “Grandes”, la UE es la parte débil de la ecuación aunque la inercia la obligue a participar e incluso a poder sufrir en sus territorios los efectos devastadores de una generalización del conflicto, tanto en suministros (gas) como en posibles daños materiales y en vidas humanas.

Con independencia de su perfil, Vladimir Putin está actuando a la manera de Kennedy en la crisis de los misiles en Cuba. La OTAN le ha rodeado nutriendo sus filas de algunos países del antiguo Pacto de Varsovia y poco a poco el cerco se ha ido estrechando llegando a soliviantar algunas de las antiguas Repúblicas Soviéticas. No ha sido una buena idea ese acto expansionista desde el punto de vista táctico y una vez más a la CIA se le ha ido la mano como en tantos conflictos donde ha sido peor el remedio que la enfermedad; Irak, Siria y Libia son los ejemplos más recientes.

Con la UE (no nos engañemos) de convidado de piedra y principal damnificado en caso de conflicto, se hace necesario un posicionamiento de pacto entre USA y Rusia y la UE debe de intentar forzar ese pacto y un futuro de estabilidad en los territorios y zonas de influencia. El despliegue militar al que estamos asistiendo no augura nada bueno y en cuanto a España nos han colocado en una difícil tesitura que amenaza con dinamitar la unidad del gobierno al que obliga la presencia en la OTAN. Por desgracia, España en caso de conflicto debe ser leal a sus aliados y exigir esa misma lealtad en asuntos como el eterno contencioso con Marruecos y el Sahara.

Toca repliegue en el Este y una gran conferencia de paz como Yalta y Postdam que garantice la integridad de los territorios y el respeto por supuesto de Putin a los países colindantes. En una palabra, que afiance la paz mundial. Si prevalece la opción de los “Halcones” de la OTAN, Rusia invadirá Ucrania. No quiero ni por un momento echar la vista atrás de cuando Hitler invadió Polonia y se desató la catástrofe con una carnicería que duró 5 años y pobló de muerte y destrucción Europa, que debe de evitar a toda costa volver a convertirse en un campo de batalla.

A la UE, si quiere recuperar interlocución y prestigio, le toca la difícil tarea de ser el catalizador disuasorio.