El monte ourensano esconde marcas de otra época, gravados de la historia que afloran con la acción del hombre o también por culpo de los incendios. El pasado mes de agosto dos primos localizaron una mámoa, un sepulcro prehistórico formado por un dolmen cubierto por un montículo de tierra, de planta circular.
Meses más tarde, en el paraje más conocido como As Lameiras o el Alto das Lameiras, los Amigos do Patrimonio de Toén hallaron un afloramiento de rocas graníticas compuesto por un total de siete bolos. Una forma que a priori pasaría desapercibido, pero para la mirada de los más intrépidos, pero que para los amantes de la historia o la arqueología puede ser el inicio de algo.
En dichas rocas, encontraron dos gravados. El primero es un cruciforme con un eje principal de 42 centímetros que marca el Norte y el Sur de la provincia y el secundario de menor tamaño, 32 centímetros, está orientada del Este hacia el Oeste. Una brújula escrita en una roca que escondía otro gravado a seis centímetros de la cruz donde se puede diferenciar dos letras. La primera es una “T” y a la izquierda aparece una “B”. En el momento del hallazgo, todavía se encontraba con pintura verde.
Los Amigos do Patrimonio de Toén dicen que “se trata de un marco divisorio de los Concellos de Toén y Barbadás. Este tipo de marcas es muy común tras la reestructuración territorial llevada a cabo a mediados del S.XIX, aunque este marco ya aparece con el nombre de ‘Marco da Portela’ en el Catrasto del Marqués de la Ensenada (1753)”. La marca coincide con las fronteras actuales de los concellos de Barbadás y Toén.
Además, en la parte alta de las rocas hay dos líneas de pequeñas cuevas paralelas que recientemente han sido catalogadas como petroglifos por el experto en este tipo de representaciones, Pablo Nóvoa Álvarez, autor del libro ‘Los grabados rupestres de Galicia’ entre otras publicaciones científicas e investigadoras.