Esa misma pandemia que, tras la declaración del estado de alarma, trazó un antes y un después en el mundo conocido, truncando no solo vidas, si no un modo de vivir y relacionarse, convirtió a muchas mujeres, en heroínas silenciosas, sobre las que recayeron muchos de los servicios esenciales.

El mismo 8 de marzo de 2020, en el que miles de personas se manifestaban por la calles de Ourense, en su movilización feminista más multitudinaria, salía a la luz el primer caso de COVID en la provincia. No se trata de separar la lucha contra el virus, en un mundo de hombres y otro de mujeres, pero el de hoy es un homenaje a ellas, a través de sus experiencias, su voz y su mirada, en vísperas de un nuevo 8M todavía polémico, por todos los que tratan de silenciarlo .

A ellas. A todas las que son y no están aquí, porque no caben. Hay miles de heroínas silenciosas

Un homenaje a las que, con igual coraje y mérito, han estado ahí desde la bayeta o el fonendoscopio, en una sala de UCI/ REA o repartiendo bocadillos. Haciendo guardias, al otro lado de un teléfono de ayuda a víctimas de violencia de género, para atender posibles llamadas de congéneres, condenadas a pasar semanas confinadas en casa con su maltratador. A las que han cobrando algo más y a las que sufren salarios de miseria, pese a haber sido la única mano amiga que cuidó, aseó o acompañó a mayores aislados y solos durante la pandemia. A ellas. A todas las que son y no están aquí, porque no caben. Hay miles de heroínas silenciosas, pero es difícil dar con ellas. Hacen magia cada día en sus oficios, pero luego acostumbran a esconderse.

Mari Carmen García, encargada de Gadis en el CC Pontevella. //B.L.

María Carmen García, encargada Gadis: “Los clientes hacían compras muy grandes para venir lo menos posible al super”

“Recuerdo sobre todo, aquellos primeros días del confinamiento como muy intensos. Era una situación totalmente inesperada y hasta nos costaba creer lo que estaba pasando. Los clientes hacían compras muy grandes porque querían venir menos veces a la tienda” explica María del del Carmen García, encargada del Gadis Hiper PonteVella de Ourense, en su primer balance de un año en el supermercado y tiends de alimentación siguieron trabajando en los meses más duros del confinamiento.

“Teníamos que estar reponiendo continuamente. Era un no parar en todo el turno, pero nos adaptamos rápido y, con la colaboración de todos los compañeros, conseguimos dar el mejor servicio posible. De esos días, algunos complicados, me queda la satisfacción de haber ayudado a tantas personas y el agradecimiento de los clientes por haber estado ahí, también es una recompensa” concluye.

Julia Carrera, técnica de cuidados auxiliares de enfermería. //B.L.

Julia Carrera, TCAE: “La tercera ola fue frustrante, con pacientes más jóvenes y en pocas horas ya entubados”

Marcas en la cara y en el alma, de las largas horas con mascarillas y gafas de protección y turnos doblados. Julia Carrera es TCAE, –Técnico de Cuidados Auxiliar de Enfermera de UCI y Reanimación del CHUO.

Su balance de este año de COVID es claro: “La primera ola nos pilló a ciegas, sin materiales y tratando de organizar a los enfermos sobre la marcha; la segunda ola fue la de la decepción y la tercera y más reciente fue la de la frustración, pues llegaba gente más joven, pero entran en la silla de ruedas y a las pocas horas ya estaban entubados en estado crítico.”, afirma.

Tuvo que doblar turnos, quedar “no hubo playa y si mucho miedo en una familia con tres trabajadores sanitario en casa. Elogia a todos los compañeros, “Rayos, Laboratorio todos”. Y su compensación es “ese paciente que supera el COVID, y recuerda que tú le diste su prime yogur y además con música de Queen”.

Sonia Noguerol, con la cabeza de su camión. /FdV

Sonia Noguerol, camionera: “Lo peor fue recorrer en el camión un país sin lavabos, ni un lugar donde comer”

Sonia Noguerol no es una mujer al uso. Su labor en la compra-venta y distribución de carne, la lleva desde hace 25 años a recorre España al volante de un camión que no paró de hacer kilómetros durante la pandemia. “Fue increíble. Durante la primera ola triplicamos la venta de carne y había incluso que duplicar turnos de trabajo.

La alimentación no falló porque ya sabemos qué pasa en Galicia: “O conxelador sempre cheo”, bromea. Si bien adora el camión y es pionera, incluso en ser la primera” camionera con tacones”, como la llaman cariñosamente, porque no ha querido que su trabajo merme su femineidad, recuerda que “fue duro recorrer un país sin aseos ni restaurantes. En abril la policía nos obligó a parar a 200 camiones en la nieve. ¿Dónde podía ir yo sin lavabo y entre 200 compañeros hombres?”. Pero el balance final “es positivo, dar servicio a la gente me compensa”.

Inés Vega, hostelera en la Plaza de Abastos. // B.L.

Inés Vega, camarera: “Madrugábamos para dar bocadillos o cafés calientes igual a repartidores y oficinistas”

La cafetería de Inés Vega en la Plaza de Abastos de Ourense, vivió, como todas, “un inicio de pandemia incierto y con los mismos cierres que el resto. Pero “la reapertura dada nuestra ubicación en el mercado provisional, nos obligó a madrugar para así poder dar un café caliente a o un bocadillo a los repartidores, o oficinas y funcionarios que eran público nuevo en la plaza, y a gente que luego tenía que ir a comérselo a la calle o bajo un paraguas”.

Fueron épocas dura explica “porque seguían cayendo los recibos y facturas y claro que hay incertidumbre” lamenta Inés. Pero al final “cuando te permiten volver, aunque sea sin poder atender a nadie en el interior ni en la barra, algo que no todo el mundo entendía, fue una satisfacción poder dar servicio a toda esa gente que estaba en trabajos esenciales como el reparto y no tenía donde tomar un simple café”.

Samanta Gil, la directora de la Escuela Infantil Arlequín. //B.L.

Samanta Gil, directora de guardería: “Repartimos a los niños en grupos burbuja y no hubo contagios en la escuela infantil”

Samanta Gil, directora de Escuela Infantil Arlequín, y sus pequeños “alumnos” de 0 a 3 años, son el prototipo de centro que, pese a ser privado, ha sufrido los estragos de las pandemia, tanto en lo profesional, con su parón laboral, como para los padres, que vivieron el regreso con miedo. “Tuvimos las mismas restricciones y cierre que los colegios, pero hemos creado sistemas de funcionamiento con grupos burbuja, y mucho lavado de manos continuo, algo difícil con niños tan pequeños, que nos garantiza que en el supuesto de que hubiera un contagio, este no se propagaría al otro grupo” explica Samanta.

El regreso de este tipo de centros ha permitido a los padres volver al trabajo y mantener la conciliación laboral y familiar pero al principio “había incertidumbre, nos los dejaban pero no tuvimos ningún caso, y y se demostró que era falso que los niños eran fuente de contagio”.

Mireia López, matrona del centro de salud de O Couto. //B.L.

Mireia López: “¿Qué pasa si me contagio? El nivel de ansiedad de las embarazadas fue enorme”

Tras el confinamiento y durante muchas semanas, el correo de Mireia López, matrona del centro de salud de O Couto, “estaba lleno de fotos de barrigas y senos de embarazadas, de las heridas de las que acababan de parir , de los resultados de la tensión o los test de orina que ellas mismas se hacían” explica.

“Las embarazadas vivieron este año COVID con enorme ansiedad. ¿Qué pasa si me contagio? ¿Tengo que ir al hospital?”, eran las preguntas que más se repetían” recuerda Mireia. Pero el vínculo entre estas mujeres y su matrona es tal “que aunque espaciáramos un poco al principio los controles presenciales y dimos clases de preparación al parto por “skype”, no dejamos de hacer controles y ese acompañamiento profesional y emocional que toda embarazada y luego la mujer puérpera necesitan. Si necesitaban un abrazo, se les daba, eso sí, con todas las precauciones”.

Fátima Salgado, abogada responsable de violencia género en el Colegio da Avogacía. //I.O.

Fátima Salgado, abogada: “Cuando el maltratador volvió al trabajo hubo un repunte de llamadas de víctimas”

Fátima Salgado, abogada y responsable del área de Violencia de Género en el turno de oficio del Colexio Oficial da Avogacía de Ourense, reconoce que este teléfono y servicio a las víctimas estuvo siempre en activo. “Los abogados de este turno de oficio hicimos las mismas guardias que en la prepandemia. Había digamos una actividad normal, pero el repunte de casos se produjo tras el confinamiento cuando el maltratador volvió al trabajo y era más fácil para la víctima pedir ayuda”.

El confinamiento supuso en algún dificultad de control de casos ya detectados. No obstante “este servicio nunca para, ni en los peores momentos, y las víctimas deben de saber que la atención es personalizada, especializada e inmediata. Desde el momento de que presentan la demanda, tienen concesión a automática de justicia gratuita. Que el miedo no les pare” afirma la abogado.

María José, médica de Familia en el centro de salud de Leiro. // I.O.

María José, médica: “El cansancio en Primaria es enorme. Nunca dejamos de ir a domicilios y pasar consulta”

“La primera fase la vivimos con muchísimo miedo, sin protocolos. El balance actual de los profesionales de Primaria es, un año después “de un gran desgaste físico y emocional”, explica María José Fernández médica de familia en el centro de salud del municipio de Leiro.

Pese a la escasez de personal, “nunca, ni en los peores momentos, dejamos de pasar consultas o de ir a domicilios” puntualiza. “Lo único que nos transmitían al principio era que centros de salud y hospitales tenían el grueso de contagios, pero no daban medios”.

La capacidad de organización de ese equipo de Leiro, hizo que, –pese a las regañinas de algunos pacientes por el férreo protocolo– el triaje, sala COVID de aislamiento en tanto no hay resultados del test en casos sospechosos “nos permitan hacer aquí el primer rastreo. Pero acabamos de detectar un nuevo positivo. Es pronto para bajar la guardia” afirma.

Concha López, de la Asociación Empresarios de Limpieza, Asorel. //FdV

Concha López, limpiadora: “Éramos nadie y ahora sector esencial de la lucha contra el COVID”

Concha López representa a un sector que libró un trabajo esencial, garantizar que oficinas, hospitales, viviendas, geriátricos y demás, mantuvieron un máximo nivel de desinfección. Y lo hicieron poniendo para ello en riesgo su salud. “En principio vivimos todo atónitas, y con mucho miedo, porque no se sabía nada. Solo nos decían en las primeras reuniones que utilizáramos guantes y lejía, por su potente poder viricida. No se sabía más”.

Un año después Concha, presidenta de Asorel, Asociación de Empresarios de la Limpieza, se siente orgullosa. “Las limpiadoras se merecen un homenaje enorme. Éramos nadie, y de repente nos convertimos en un sector esencial para la sociedad. Creo que salimos airosos de esta prueba tan difícil”. Son mayoritariamente mujeres “ellas llevaron las riendas” afirma, entraron donde nadie quería “y reclamo desde aquí que les administren ya la vacuna COVID”.

Dolores Fernández, en su tienda en la zona de la Residencia. //B.L.

Dolores Fernández, alimentación: “Llevo 53 años en esta tienda de barrio, pero por primera vez tuve que hacer de psicólogo”

A sus 67 años y con más de medio siglo al frente de su tienda de proximidad, Comestibles Mariló, en Ramón Puga, Dolores Fernández fue, sin saberlo, una trabajadora esencial en la pandemia. “Llevo 53 años primero con mis padres y luego sola al frente de esta tienda, y por primera vez tuve que hacer de psicólogo y escuchar a clientes de toda la vida, que nos contaban sus miedo al COVID, e incluso a salir a comprar” explica Dolores.

Pese a ser una pequeña tienda de barrio, un modelo de negocio por desgracia en extinción “nos portamos muy bien con los clientes y llegamos a llevarles la compra a casa a cinco y seis kilómetros, poniendo en riesgo, también nuestra salud”., añade. Si se jubila, como dice Dolores que hará en breve, lo hará sin saber su papel esencial en la pandemia. “Yo no se si fui esencial pero no dejamos de atender a nuestros clientes ni un solo día”.

María Barrera, jefa intendente de la Policía Local de Ourense. // I.O.

María Barrera, Policía Local: “Fueron tiempos de inquietud y los agentes quedaron bajo el mando de Interior”

La intendente jefe de la Policía Local de Ourense, María Barrera, reconoce que la pandemia amplió los cometidos de ese cuerpo local, pasar a hacer labor de policía sanitaria, en cumplimiento de las sucesivas decretos que se iban publicando.

Como sector esencial, los primeros momentos “fueron de inquietud, pues tras ser declarado el estado de alarma, quedamos bajo el mando del Ministerio de Interior” indica. “Curiosamente en la primera ola, con una ciudad vacía, la labor policía fue más fácil pues en una ciudad vacía no había apenas robos, delitos, accidentes", reconoce María Barrera. “Se complicó luego al sumar a todas las competencias habituales a las derivadas de la pandemia y el control de locales, y todo con la misma plantilla, hace años escasas”. Con todo los agentes y la coordinación de la plantilla, hizo que este servicio fuera y siga siendo esencial.

Ximena González, trabajadora de ayuda en el hogar. //I.O.

Ximena Gónzalez, ayuda en el hogar: “Para muchos mayores éramos la única visita que tenían cada día”

Las trabajadoras del SAF (Servicio de Axuda no Fogar) como Ximena González, fueron este año y más que nunca, “la única visita que tenían cada día en sus casas en las primeras semanas del confinamiento, para ayudarles en su aseo y el de su casa y para acompañarlas”, recuerda.

“El balance de este año de pandemia lo recuerdo como un tránsito de la incertidumbre a la indignación, porque a la precarización laboral que arrastran las trabajadoras del SAF, se sumó la falta de medios de prevención para nosotros y para los mayores, así como de protocolos, pues durante semanas, solo nos decían que laváramos continuamente las manos, pero no había ni mascarilla. Estas llegaron aún más tarde a las trabajadoras del rural y eran escasas” afirma Ximena, que lamenta “que ni se pagaran las horas de los mayores que se daban de baja, ni se gestionara el daño psicológico del miedo en los usuarios”.