No se concibe que la preparación para recibir un sacramento pueda conllevar que haga alabanzas” de que un menor de edad “tenía unas piernas bonitas y fuertes, ni tampoco que le acaricie la espalda, que lo reciba en calzoncillos, que le exija dejar la puerta del baño abierta...” El sacerdote Pablo Serafín E. D. abusó sexualmente de un niño de diez años, en 2006, al que preparaba para la catequesis en el municipio ourensano de Avión.

Así lo considera la magistrada del Penal 2, Susana Pazos. En una sentencia que no es firme y admite recurso de apelación ante la Audiencia Provincial, la jueza impone una multa de 2.700 euros, un año de alejamiento del denunciante así como una inhabilitación durante 2 años para el ejercicio de cualquier empleo u oficio con menores de edad.

También se establece el pago de una indemnización para la víctima de 3.000 euros, por los daños morales sufridos. El cura, que impartía clases en el colegio de Avión y en Carballeda de Avia, permanece apartado por el Obispado de la actividad pastoral.

La víctima denunció en 2017, cuando ya era mayor de edad, después de enterarse de que unos primos iban a prepararse para la comunión. Temía que otros niños pudieran sufrir lo que él había padecido. La investigación canónica que realizó la Iglesia no halló indicios contra el cura, pero el procedimiento iniciado por el juzgado de Ribadavia siguió su curso y se salda con una sentencia de primera instancia que considera que el religioso, de 49 años de edad, abusó sexualmente del niño.

La Fiscalía y la acusación particular solicitaban 2 y 3 años de prisión, pero la magistrada opta por la pena de multa. Aplica la atenuante de dilaciones indebidas. “Con independencia de la afectación psicológica que haya podido producir en el denunciante el hecho enjuiciado, lo cierto es que la menor entidad del hecho así como la ausencia en el acusado de antecedentes delictivos por hechos similares y la concurrencia de una atenuante ordinaria nos lleva a considerar ajustado optar por la pena menos gravosa, esto es, la de multa, y además en su grado mínimo”.

En el verano de 2006, el acusado impartió la catequesis de forma individual a la víctima en la casa parroquial, en la que residía el sacerdote. Según concluye la magistrada, en al menos una ocasión, el religioso recibió al menor en calzoncillos y, “con ánimo libidinoso”, le tocó los muslos, al tiempo que le decía lo bonitas y fuertes que eran sus piernas.

La magistrada descarta “rotundamente” un posible ánimo espurio del joven en la denuncia y califica de “persistente” su relato

Además, le acarició la espalda y llegó incluso a tocarle los genitales en una ocasión, mientras ambos estaban sentados en un sofá. “Me miraba de una forma lasciva, se relamía y me hizo tocamientos”, relató la víctima en su interrogatorio. El encausado negó los hechos.

Como consecuencia del abuso sexual que sufrió, el denunciante padece trastornos psicológicos derivados: depresión, ansiedad y baja autoestima, que le causan una fuerte emotividad negativa y le provocan sentimientos de indefensión, vulnerabilidad y pérdida de confianza. La mala experiencia con el acusado ha hecho que el joven sea incapaz de entrar a una iglesia. “Cuando paso al lado o veo a un cura me pongo fatal. En el bautizo de mi hermana no entré”, manifestó.

Hechos como este, introduce la jueza, implican que la prueba quede casi reducida a la versión de la víctima, al haber sucedido en la intimidad. Pero no es óbice para que pueda producirse una condena.

La jueza alude a las “graves consecuencias a nivel personal y social de una denuncia de este tipo, que implica a personas que son muy queridas por los vecinos”. Reconoce el coste económico, psicológico y “el castigo social al que se ha visto sometido"

La magistrada descarta “rotundamente” un posible ánimo espurio del joven en la denuncia y califica de “persistente” su relato. "La denuncia ha supuesto todo lo contrario a un beneficio. Al pueblo ya no voy, todo el mundo lo sabe y había gente, sobre todo mayor, que me veía y decía: ‘Ese es el del cura’, asegurando que todo era mentira y señalándome con el dedo. Y en cuanto al dinero, hemos gastado un dineral para el juicio”, aseguró el chico durante su declaración.

Su petición inicial de responsabilidad civil fue incluso inferior a la cantidad que proponía la Fiscalía. Además, la jueza hace referencia a las “graves consecuencias a nivel personal y social de una denuncia de este tipo, que implica a personas que son muy queridas por los vecinos”.

“No denunció nunca esos hechos, pese a haberlos sufrido personalmente, hasta que vio que otros podrían exponerse a esa misma situación”

Además de que gente mayor negó credibilidad a la denuncia en el pueblo, “también fue objeto de chismorreos en el trabajo, hasta el punto de verse obligado a dejarlo”. La tía declaró “con sinceridad absoluta” que esta denuncia solo les ha deparado quebraderos de cabeza. En definitiva, la magistrada reconoce el coste económico, psicológico y “el castigo social al que ya se ha visto sometido, con demoledoras opiniones”.

Para la magistrada, una clave sobre la falta de ánimo espurio o de venganza con la denuncia es que “no denunció nunca esos hechos, pese a haberlos sufrido personalmente, hasta que vio que otros podrían exponerse a esa misma situación”.

Su relato “es totalmente veraz” y la jueza aprecia “un sentimiento altruista; nunca llegó a tomar el paso de denunciar por sí mismo los hechos, pero sí lo hizo cuando advirtió que menores cercanos a él por lazos familiares pudieran tener que llegar a pasar por lo mismo”.

La magistrada considera como “especialmente decisivo” que otro joven, que declaró como testigo por videoconferencia desde México, asegurara que el religioso le pidió a él una foto sexi por mensaje, tras haber recabado una primera imagen normal. Un hecho que también confirmó su madre, que vio los mensajes y se lo contó a su marido, quien llamó al cura y discutió con él, recriminándole su conducta con un niño.

“No ha sido la única ocasión en que ha tenido un comportamiento improcedente e inadmisible con un menor"

“Nos permite alcanzar el convencimiento” de que los hechos enjuiciados no fueron la única ocasión en la que el acusado tuvo un comportamiento sexual con un menor “totalmente indebido”. Al respecto, la fiscal manifestó en el juicio: “Hay un patrón de comportamiento de este señor con los menores”.

De estos dos testimonios “especialmente esclarecedores” la jueza descarta un ánimo espurio. Ni siquiera conocían al denunciante con anterioridad a este proceso. Y esa familia hizo la confirmación a otros dos hermanos del joven testigo con el religioso acusado.

“No existe razón alguna para dudar de la veracidad de sus relatos”, subraya la juzgadora, quien también pone de manifiesto cómo unos hechos “pueden marcar” a una persona y no dejar “huella psicológica" en otra, sin que por eso ambos no sean hechos ciertos.

Susana Pazos cree que “no ha sido la única ocasión en que el acusado ha tenido un comportamiento improcedente e inadmisible con un menor de edad”. Frente a alegaciones de la defensa, la jueza afirma que no cabe entender como broma una petición como la que hizo al joven testigo, “menos aún por parte de la persona que se supone que lo está preparando espiritualmente”. Sobre solicitar una foto sexi dice que “no hay forma posible de dejar de considerar que hay un componente sexual”.