Otra excepción es una vista de Pontevedra desde el puente y labrada en piedra que aparece recogida en la contraportada interior de la fachada principal de la iglesia parroquial de los mareantes, Santa María.

Esta contraportada presenta una serie de problemas de difícil resolución. Un examen detallado indica que fue tallada en dos tiempos; la primera fase acompañaría a la portada principal, levantada entre 1541 y 1546, bajo la dirección de Cornelis de Holanda. Una segunda etapa constructiva, fechada en torno a 1571, viene precedida del fortalecimiento de los muros y bóvedas del último tramo de la actual basílica. La mala cimentación de los edificios de la villa está presente en la serie de arbotantes, que refuerzan los muros de la iglesia de la compañía, actual parroquial de San Bartolomé, tras el terremoto de Lisboa de 1755.

La obra de los mareantes precisó de un sistema de refuerzo, que fortaleciese el último tramo de la nave, portada principal incluida. Esta función la cumple el riguroso refuerzo de la torre de las campañas en el frente meridional e idéntica actuación en los contrafuertes del septentrional. Uniendo ambos muros y actuando como tensor un coro alto. La intervención está documentada, en 1571, como obra del arquitecto portugués Mateo López.

En el nuevo espacio creado bajo el coro alto se inserta un colección de cuarenta bajorrelieves, que recogen pasajes del Antiguo Testamento,pero también otros inspirados en la obra de El Bosco, que serían dados a conocer por Ambrosio de Morales, comisionado por Felipe II, para visitar los centros religiosos de Asturias y Galicia, gran conocedor de las obras del pintor holandés conservadas en El Escorial.

La primera vista de Pontevedra, como no podía ser de otra manera está labrada en granito. Fue objeto de una limpieza acompañada de la obtención de un molde en silicona por la restauradora Pilar Rosales Vázquez. No resulta excepcional el retrato de una población en su templo; el retablo mayor de la catedral de Sevilla contiene una maqueta de la ciudad del Guadalquivir en los años finales del siglo XV. El ejemplar pontevedrés nos ofrece el caserío de la villa desde el puente del Burgo, con la torre y puerta de la muralla en primer plano. La muralla, que ofrece un remate almenado y es bañada por las olas del Lérez, hace un quiebro y remata en la torre y puerta de la Galera o Galea. En su interior se apiñan las viviendas de sus vecinos y algún que otro árbol. Otro relieve representa a un caballero galopando hacia la villa y vuelve a mostrar la puerta de la Galera, aunque desde otro ángulo.

La colección de planos y vistas de la villa conservada en el Archivo General de Simancas (Valladolid), publicados por González García-Paz, contienen la vista conjunta más completa de Pontevedra. Realizados por ingenieros militares ante el riesgo de una invasión inglesa, carecen de continuidad, al situarse la villa fuera de la zona de peligro.

No debemos desentendernos del plano de la ría elaborado por el geógrafo portugués Pedro Teixeira, al servicio de Felipe IV, recientemente localizado en la biblioteca imperial de Viena, e inmediatamente objeto de una cuidadosa edición. La totalidad del litoral ibérico es recogido en 1634; el gallego fue elaborado en 1622.

El viaje del duque de Toscaza Cosme de Medici, en 1669, nos legó una interesantísima colección de vistas: Tui, Redondela, Pontevedra, Santiago, A Coruña, debidas al pintor Pier María Baldi, conservadas en la biblioteca ducal de Florencia y desconocidas hasta su publicación en 1933 por Sánchez Rivero y Mariuti. La vista pontevedresa se sitúa en el barrio de O Burgo, en el arranque de puente; destaca el inmediato arco triunfal, la cárcel al fondo, el complejo monacal de San Francisco, Santa María y las Torres Arzobispales.

A partir de este momento solo poseemos planos y dibujos muy parciales, como el que recoge la Real Maestranza, cárcel arzobispal, atrio las dos iglesias parroquiales y poco más. Hay que esperar casi doscientos años para que, en 1849, el romántico ferrolano Jenaro Pérez Villamil visite Pontevedra y recoja fielmente, aparte de la fachada de la villa sobre el Lérez, diversos monumentos en peligro de perderse, tales como las ruinas de Santo Domingo, Torres Arzobispales, ábside de Santa María... También inéditos hasta época reciente (1940) y publicados por Sánchez Cantón.

A finales del siglo XIX Sampedro Folgar y sus colaboradores de la Sociedad Arqueológica procedieron a la reconstrucción sobre papel del patrimonio perdido. La fotografía llegó tarde a Pontevedra; Zagala será pionero en retratar lo que aún restaba de A Moureira y otros espacios históricos.

Con datos tan dispersos, mucho cariño y gran maestría Agustín Portela Paz fue capaz de reconstruir el recinto intramuros a mediados del siglo XIX, antes del arrase de edificios tan memorables como la parroquial de San Bartolomé o Vello, fortaleza arzobispal, pazo de los Churruchaos... Esta reconstrucción se encuentra en no pocas casas de Pontevedra, todo un homenaje a su autor.

* A Manuel Abeledo Maristany.