Recomponer la historia del yacimiento de Besomaño (Leiro-Ribadumia) obliga a muchas horas de exploración para completar un verdadero puzzle en el que un complejo equipo de arqueología y restauración se afana desde hace casi una década cuando el CSIC procedió a la primera cata en el llamado Monte do Castro, descubierto en los años setenta. La restauración se ejecuta ahora por etapas y es en esta última cuando casi se alcanza el cénit de la consolidación de los vestigios más significativos. El último empeño de los arqueólogos, que en esta ocasión dirige con minuciosidad Iria Veloso, se propuso recobrar la monumental entrada al fortificado yacimiento castrexo, sin duda, uno de los más importantes del rural gallego de interior. Idear el acceso ha sido una de las labores más complejas y delicadas para un equipo que trata de recomponer unas ruinas, casi convertidas en escombro después de que el poblado fuera arrasado en un incendio, los desmoronamientos del abandono y la actividad industrial de una cantera.

Los arqueólogos, tras recrear el poblado según los criterios de Patrimonio, han conseguido también su propósito al dibujar la estratégica "entrada amurallada en codo" de unos cien metros de longitud que para salvar la fuerte pendiente llega de forma escalonada y abre paso al recinto con anchos peldaños.

A este diseño no se llegó de forma gratuita. Hace ya un lustro que los arqueólogos descubrieron este acceso y observaron que bajo tierra se conservaban los desmoronamientos de sus paredes, lo que permitió la interpretación de cómo era en su día para trazarlo. Se determinó, por tanto, que el castro contaba con una sola entrada principal y que un muro fortificaba el recinto, sin olvidar los parapetos y fosos cuya presencia es perfectamente imaginable desde la croa de un asentamiento que por lo menos estuvo en pie desde el siglo IV antes de Cristo al I de la actual Era.

Es un exclusivo pórtico que contribuía a la finalidad de proteger a los habitantes, diseñada con unas particularidades defensivas para disminuir cualquier riesgo de asalto o situaciones que pudieran quedar fuera de control.

Los restauradores han optado más por dibujar las líneas arquitectónicas sin completar, de momento, las estructuras construidas en su día, ya que según la disposición de las piedras encontradas se presupone que en esta entrada los pobladores dispusieron incluso de torres vigía, que permitían una panorámica de todo el valle de O Salnés.

Cabe recordar que fue en este espacio de la monumental entrada donde se encontró la cabeza de un guerrero o un ídolo, labrado en piedra y de características muy toscas.

Según los arqueológos, esta figura pétrea tiene un claro significado relativo a la protección de los habitantes que vivían intramuros.

Y es que el castro de Besomaño se encuentra situado en un punto estratégico que ha permitido a sus pobladores mantener excepcionales relaciones con otras comunidades lejanas, gracias al comercio marítimo. En Ribadumia se han encontrado restos de cerámicas púnicas y de otras culturas mediterráneas.

Tras las sucesivas etapas de trabajo, Besomaño se ha convertido en referente arquitectónico de la cultura castrexa, en el que se han recuperado una treintena de construcciones, desde las típicas cabañas circulares a otras dedicadas a almacén o industria, entre otras.