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Los días nunca son iguales

Parte de la historia contemporánea de España no puede entenderse sin profundizar en el 3 de julio de 1898, cuando se perdió Cuba

Tomás Pérez Vejo.// Gatosol-wikipedia

3 julio 1898. El fin del imperio español

3 julio 1898. El fin del imperio español

La historia suele abordarse a partir de arcos de tiempo dilatados. Pero también puede ocurrir que la atención pase a centrarse en los instantes concretos que más han marcado nuestro pasado colectivo. Esto es lo que la editorial Taurus propone con la colección “La España del siglo XX en siete días”: Los protagonistas, sus acciones, sus emociones, sus deseos, sus dudas y sus errores ocupan el centro del relato, irrumpen con fuerza y los vemos como si fuese la primera vez, como en“3 de julio de 1898. El fin del imperio español”, fecha del Desastre –con mayúsculas– que supuso el fin de una época y dio origen a una de las generaciones literarias más brillantes del país.

Ese día tuvo lugar la breve y calamitosa batalla de Santiago (343 muertos, 151 heridos, 1.889 prisioneros y 6 barcos embarrancados o hundidos del lado español; un muerto, dos heridos y ningún barco hundido del estadounidense), que certificó la derrota española en la guerra de Cuba, marcó el fin del Imperio español y hundió al país en una crisis que definiría el siglo XX. El Desastre del 98, como demuestra el profesor Pérez Vejo en este esclarecedor libro, es más una idea que una fecha, sentida como una tragedia desde el concepto global de “nación”.

No obstante, las consecuencias internas no fueron graves, al menos en el corto o medio plazo. “Ninguno de los temores de la clase política (una revolución, un golpe de Estado, el fin de la monarquía, una sublevación carlista, etc.) llegó a materializarse”, dice Pérez Vejo en el primer capítulo del libro. La monarquía sobrevivió a la derrota y el sistema del “turno pacífico” entre los partidos liberal y conservador continuó hasta 1913.

“Fue una crisis intelectual pero no económica”, refiere el profesor afincado en México. España había dejado de ser ya una potencia en 1821 y su papel en la escena internacional había pasado a un segundo plano. Además, Cuba tenía su mercado de caña de azúcar en Estados Unidos y ni España –ni Europa– eran capaces de absorber su producción.

La sensación de desastre absoluto –más como idea que realidad– sí hizo efecto en el proceso de construcción nacional, desprovisto ya de la noción de “imperio” que fue.

Para Pérez Vejo, la España contemporánea y sus problemas, traumas y complejos comienzan en 1898. Por eso, entender lo que supuso ese año y cómo se vio España después –principalmente por parte de los intelectuales y las élites– es clave para comprender la situación de hoy, en especial con los nacionalismos.

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