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Gonzalo Moratorio | Virólogo del Instituto Pasteur de Montevideo

“Brasil es una fábrica de variantes virales”

El virólogo uruguayo Gonzalo Moratorio, uno de los científicos destacados por “Nature”. Institut Pasteur

Su nombre fue incluido en la lista “Nature’s 10” como una de las personalidades destacadas de la ciencia en 2020, junto al director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus; el virólogo estadounidense Anthony Fauci; la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern; y la jefa de vacunas de Pfizer, Kathrin Jansen. Gonzalo Moratorio, virólogo del Instituto Pasteur de Montevideo, fue, junto a la investigadora Pilar Moreno, uno de los líderes de la puesta a punto de un test de diagnóstico de COVID-19 hecho en Uruguay y de bajo coste, lo cual, junto a otras medidas, permitió al país sudamericano –con una población algo mayor que Galicia y una superficie un tercio de la de España– convertirse en ejemplo mundial de excelencia en la gestión de la epidemia. El pasado noviembre no se llegaba siquiera a 50 fallecidos por coronavirus.

Pero hoy este exfutbolista y entrenador de fútbol lucha por retomar la manija de la epidemia tras el aumento de los contagios. El país acaba de rebasar los mil muertos, cifra aún muy baja, pero preocupa la transmisión del vecino Brasil y la variante P.1 de Manaos. Revertir la situación sería una gesta como el Maracanazo, la inesperada y legendaria victoria de Uruguay ante Brasil en el Mundial de 1950.

FICHA PERSONAL

Gonzalo Moratorio (Montevideo, 1982) es virólogo y profesor asistente de Virología en la Universidad de la República de Uruguay. Además, es responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Instituto Pasteur de Montevideo. Realizó su posdoctorado en el Institut Pasteur de París y es coinventor de una patente para diseñar virus ARN sintéticos como candidatos a vacunas. Es una de las 10 personalidades destacadas en la prestigiosa lista “Nature’s 10” de 2020.

–¿Cómo está la situación?

–El Uruguay ha sido víctima de su propio éxito. Mi trabajo destacó principalmente por proveer de una metodología nacional desde el día cero de la pandemia y poder cederla de forma gratuita a toda salud pública; formar laboratorios de estudio a lo largo y ancho del país y redireccionar el sistema científico: usar científicos para poder, en momentos de transmisión mucho más baja, testear, rastrear y confinar.

“Uruguay ha sido víctima de su propio éxito”, señala el científico, uno de los 10 destacados por “Nature”

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–Su pareja es médica y está en primera línea de la asistencia hospitalaria. ¿Hay saturación de ucis?

–La situación es muy grave. No hay saturación de ucis aún, pero se puede ver el horizonte cercano de que, si no cambia la dinámica de la pandemia, la va a haber. Hoy en día estamos cerca de 950 muertes [la entrevista fue realizada el pasado miércoles]. Lamentablemente, debido a la transmisión comunitaria, se ha perdido todo tipo de control de testeo, trazado [rastreo] y aislamiento. Lo único bueno que queda es que pudimos comprar un montón de tiempo. Mientras Europa está es una tercera ola, el Uruguay está en el segundo pico de la primera. Estamos muy preocupados. La población se ha relajado mucho. Ahora está intentando concienciarse. Se han reforzado algunas medidas. Hay que reducir mucho más la movilidad para poder tener la tranquilidad que tuvimos.

–¿En este cambio de dinámica tiene un papel importante la variante brasileña P.1, de Manaos?

–Junto a mi grupo de investigación diseñamos metodologías de PCR específicas para evitar diferentes variantes, entre ellas la de Manaos o P.1, la sudafricana, la británica... Mal llamadas de esta forma, ya que de alguna manera estigmatizamos a los países de las que provienen. La variante P.1 de Brasil está contribuyendo a la epidemia de Uruguay. No podemos decir que sea absolutamente responsable, pero podemos empezar a ver que hay una gran posibilidad de que reemplace pronto a las estirpes que circulaban anteriormente. El trabajo del Uruguay en el primer año de pandemia fue muy destacable, porque tiene más de 1.000 kilómetros de frontera seca con quien hoy no es sólo el epicentro de la pandemia en Latinoamérica, sino que esta semana ha superado récords de todos los países del mundo con más de 3.700 muertos en un día.

–Es cierto.

–Brasil, claramente, es una fábrica de variantes virales. La vacunación va muy lenta, dada la gran relajación con la cual se manejó políticamente esta pandemia. Se subestimó totalmente. En Brasil, toda la cúpula militar ha renunciado a seguir cualquier dirección de Bolsonaro. Nos encontramos con un país de cientos de millones de personas, descontrol absoluto y una vacunación lenta, condiciones que lo hacen favorable para producir nuevas variantes del virus. Con eso tenemos que lidiar. Y con todo este territorio de frontera seca tenemos un montón de ciudades binacionales.

“Mientras Europa está es una tercera ola, Uruguay se encuentra en la primera. Pero estamos preocupados”

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HUGO BARREIRO | Pincha en en la imagen para ampliar

–¿Se puede decir que Uruguay ha llevado una estrategia “cero COVID” como las de Australia, Nueva Zelanda o Taiwán?

–Se puede decir perfectamente, con una gran desventaja del Uruguay en comparación a los países que ha nombrado: tienen la gran ventaja de ser islas y poder controlar mucho mejor sus fronteras y el tránsito internacional. Hoy Uruguay está intentando volver a tomar el control. Y hay un horizonte: Uruguay está escalando lugares en el podio mundial de la vacunación con respecto a su población. Está en el puesto cuarto o tercero en el mundo en cuanto a porcentaje de población vacunada.

–Con una dosis ya está el 13% [dato del miércoles pasado].

–Exacto. Es un porcentaje muy bueno, una campaña de vacunación sin precedentes con una gran adhesión de la población. Como científico trabajo fuertemente en intentar, a través de evidencia científica robusta, incentivar a aquellos que dudan, convencerles de que el tiempo en el que se desarrollaron las vacunas no significa absolutamente nada en cuanto a su comprobación de eficacia y seguridad.

–Ha dicho que Uruguay es víctima de su propio éxito. Hay que recordar casos como el de Portugal o la República Checa, y en alguna medida Galicia, que tuvieron una primera ola más leve y después otras más graves. Poca población pasó la infección en la primera ola y eso aumentó la vulnerabilidad. Es lo que ocurre en Uruguay...

–Exactamente. La pradera es muy grande y es muy fácil de incendiar. Se puede controlar cuando estos focos de incendio son apagados rápidamente, pero al no haber focos de incendio, la percepción del riesgo de la población disminuye, lo que conduce de forma casi inherente a estos escenarios en los que uno pierde el respeto a la enfermedad. Este es un enemigo invisible, y la única manera de enfrontarlo es haciéndolo visible. No solo con el testeo, sino con la convicción pero que puede impactar en una población que tuvo la gran ventaja de una ubicación geográfica que nos permitió tomar todos esos mensajes de Europa (Italia y España) como si fueran avisos de un futuro que nosotros podíamos evitar. Me da mucha frustración haberlo evitado por un año y hoy estar trabajando sin descanso para revertir la situación y ayudar a que el proceso de vacunación pueda igualar la velocidad de propagación del virus, lo cual es casi imposible. La única manera de contrarrestar las infecciones en quedarse en nuestra burbuja, en casa, intentar interactuar solamente lo indispensable con los indispensables.

“Tomamos los mensajes de Europa como avisos de un futuro evitable”

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–Uruguay cerró bares, recintos de ocio y escuelas el 13 de marzo del pasado año, con el primer caso detectado. Fue una respuesta rápida que evitó que la epidemia entrase en crecimiento exponencial. Pero no se impuso un confinamiento, solo se recomendó a la población quedarse en casa. ¿Se plantea imponerlo ahora mediante la ley y la policía?

–El éxito que tuvo Uruguay al decretar y moverse rápidamente tiene su origen en una convergencia total entre el sistema político, las autoridades sanitarias y los científicos. Hoy y siempre las autoridades nacionales han dejado bien claro que se guían por el principio de “libertad responsable”. Esto quiere decir que de ninguna manera está siquiera en la cabeza de nuestro presidente [Luis Lacalle Pou, de centro derecha, en el poder desde el 1 de marzo de 2020] la posibilidad de utilizar fuerzas civiles, policiales, militares u otro tipo de mecanismos para realizar confinamientos estrictos. Todo lo que realizado en Uruguay ha sido porque la población ha acatado medidas que se han exhortado, no se han obligado. Si no cambiamos de forma radical la cabeza los uruguayos, es una oportunidad que perdemos de ayudar a las vacunas y empezar a vislumbrar un horizonte de salida. Aunque, claramente, deberían tomarse más medidas en relación a disminuir el movimiento y controlar las fronteras, ya que el problema de Brasil es inminente.

–En España, más de un centenar de científicos han dirigido una carta abierta a las autoridades pidiendo más divulgación científica sobre el virus y mayor atención al contagio por aerosoles. ¿En Uruguay se ha reforzado la divulgación?

–Sí, ese aspecto cada vez se refuerza más. No debería opinar sobre España, porque no soy español, pero tengo amigos que conocí durante mi formación en el Instituto Pasteur de París y hoy son científicos de renombre en ciudades como Sevilla y Madrid. Lo que me han transmitido es que al principio de la pandemia las autoridades no se apoyaron en el sistema científico. Luego se han ido apoyando cada vez más.

Una enfermera desinfecta sus manos en el área de Cuidados Intermedios del Hospital Público de Rivera (Uruguay), el 30 de marzo de 2021. EFE/ Raúl Martínez

Una tierra que no sabe de fronteras, donde la línea imaginaria que divide dos naciones casi no existe y sus pobladores lucen despreocupados ante la pandemia que azota el mundo. Así es Rivera, la ciudad uruguaya más afectada por la covid-19 y cuyo hospital público está saturado. Las cifras delatan la fragilidad de ese rincón del norte uruguayo fronterizo con Brasil y el coronavirus SARS-CoV-2 aprovecha ese talón de Aquiles para ingresar con su potencial destructivo e invadir con la nueva variante P-1 brasileña varios departamentos (provincias) del pequeño país suramericano. 

–Usted y su equipo crearon un kit propio de PCR para no depender de las importaciones de reactivos, que escasearon en la primera ola.

Sí. La misma guerra comercial que hoy existe para proveerse de vacunas la hubo hace más de un año para poder testear el virus.

–Creó una red de laboratorios y apostó por el “matrix pooling”. Galicia y Vigo fueron de los primeros en España en implementar el testeo por “pooling” [análisis de varias muestras a la vez], pero, ¿en qué consiste el “matrix pooling”?

Hoy en día los “pool” por matrices o “matrix pooling” no son muy efectivas. Durante el inicio, con baja prevalencia del virus y baja positividad de muestras analizadas, son muy eficientes, porque permiten tamizar una gran cantidad de muestras. Con el “matrix pooling”, analizando 20 muestras estábamos analizando en verdad 100 individuos. Se arman matrices con filas y columnas y cada fila y columna está integrada por diez muestras. Con 20 muestras podemos interrogar a 100 individuos diferentes y detectar, como si fuera una suerte de guerra naval, si en A4, por ejemplo, hay un positivo.

“Como hipótesis más posible creo que este virus no será erradicado”

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–Ha sido jugador de fútbol y también entrenador. ¿Encuentra algún paralelismo entre el fútbol y esta pandemia?

–Fui semiprofesional, nunca profesional. Para hacer una comparación con España, jugué en ese tipo de equipos que disputan la Copa del Rey y sus integrantes son dentistas, panaderos... Luego he sido director técnico de chavales, de sub20 y de primera división en ligas amateurs, pero que tienen una cercanía con las ligas profesionales. En el deporte, la conducción de un equipo, el festejar el éxito de un compañero como propio, alinear objetivos y remar juntos no es lo mismo que mandar o exigir que se hagan tareas. El fútbol nos enseña a jugar en equipo, y en este momento, más allá de toda la politización que existe, no hay más que dos equipos: el del virus y el de los seres humanos.

–¿Cómo evolucionará el virus después de que hayamos alcanzado la inmunidad de rebaño? ¿Se volverá endémico? ¿Perderá virulencia y pasará a ser uno más de los coronavirus que provocan resfriados?

–Como hipótesis creo más posible que este virus no sea erradicado, sino que tengamos que lidiar con él, pero de una manera parecida a la que lidiamos con otros virus respiratorios para los que existen formulaciones de vacunas año a año o cada tanto tiempo para poder enfrentar la diversidad que el virus genera y la posibilidad de escape a nuestro sistema inmunológico o defensa generada con vacunas previas. Creo que es un virus que podremos controlar, aunque quizá deberemos aceptar que llegó para quedarse.

“La pandemia me ha enseñado que hay que prepararse para lo peor”

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–Esta pregunta es quizá especulativa. Pocos científicos dudan que vendrán otras pandemias. ¿Puede aparecer un virus de transmisión respiratoria que tenga la letalidad del ébola, que se transmita por asintomáticos y que tenga un largo período de incubación? ¿O estas características no se dan a la vez en la naturaleza?

–La pregunta es buena, no tiene por qué ser considerada tendenciosa. Lo que me ha enseñado esta pandemia, es que, como si estuviese dirigiendo un partido de fútbol, yo prefiero prepararme para lo peor, más allá de que las probabilidades sean bajas. ¿Y por qué son bajas? Una de las razones por las cuales virus más letales como el SARS, el MERS o el ébola no llegaron a producir eventos pandémicos es porque terminan mucho más rápido con su hospedero. Es una de las razones por las que el ébola no ha podido salir mucho de las localidades en las que ha comenzado. Una de las claves de este virus es esta letalidad moderada que le permite seguir propagándose, ya que a muchos hospederos no les hace mucho efecto. Algunos son asintomáticos, a otros les causa un resfriado fuerte, porque parte de la estrategia es poder perdurar.

–Claro.

–Por otro lado, solo conocemos el 1% de los virus que existen en la vida salvaje, en reservorios animales. Hace 200 años, en el planeta éramos solo 1.000 millones de personas; hoy somos cerca de 8.000 millones. El ser humano está deforestando y se está adentrando en lugares en donde aumentan de forma significativa las posibilidades de interactuar con vida salvaje, con reservorios, como en este caso los murciélagos, y que existen en ellos virus que tienen la capacidad de saltar de especie. Si a esto le sumamos el cambio climático, la gran dispersión de vectores artrópodos, como mosquitos, zonas muy cálidas que eran frías, la contaminación como lugar de emergencia de patógenos (agua estancada, por ejemplo…) Y la globalización: cuando el tráfico aéreo es el habitual, un millón de personas cruzan los océanos al día y cambian de continente de la noche a la mañana. Todos estos factores nos indican que eventos como el que vivimos van a ser cada vez más frecuentes. Hay que considerar que el próximo virus podría tener todas esas características, más allá de que la experiencia nos dice que terminaría con su hospedero y le sería difícil seguir propagándose.

Una mujer recibe una vacuna contra la covid-19 el 31 de marzo de 2021 en el Hospital Público de Rivera, en Rivera (Uruguay). Una tierra que no sabe de fronteras, donde la línea imaginaria. Raúl Martínez (EFE)

Galicia y Uruguay, vidas paralelas

Galicia y Uruguay tienen muchas cosas en común: un número de habitantes similar (3,5 millones Uruguay, 2,7 millones Galicia), dispersión poblacional (la mitad de los uruguayos viven en Montevideo y su área de influencia, y el resto por una vasta superficie que es un tercio de la de España) y el envejecimiento de su población. Pero, sobre todo, como recuerda Gonzalo Moratorio, el gran punto en común con Galicia son los lazos que estableció la emigración gallega en el país sudamericano. “La gran descencencia que existe en Uruguay originaria es principalmente española e italiana -destaca el virólogo uruguayo-. Y dentro de la fracción española, los gallegos han sido de los grupos más predominantes que llegaron al Uruguay. Hasta el día de hoy eso se ve reflejado en nuestros apellidos”.

Moratorio ha sido calificado por sus compatriotas como “orgullo celeste” (el color nacional) por su decisiva contribución al buen manejo de la pandemia. “Uruguay no entró nunca en ningún tipo de cuarentena ni confinamiento estricto, pero si respetando un montón de medidas y avanzando en muchísimos aspectos”, señala. El científico expresa su deseo de volver a España cuando termine la pandemia y viajar a Galicia y a Vigo, del que recuerda, como buen aficionado al fútbol y exfutbolista semiprofesional, “el Celta de Mostovoi”. Mostovoi y Moratorio, dos “orgullos celestes”.

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