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César carballo Médico de urgencias y divulgador

“La variante más fuerte del coronavirus es la que se va a imponer”

El urgenciólogo César Carballo, en el hospital

“Las variantes entran por avión. Es un error no exigir PCR a quien venga de Reino Unido”

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Si ha visto algo de televisión en el último año y medio probablemente le sonará su cara. El doctor César Carballo, adjunto de Urgencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, participa como divulgador sobre COVID-19 en La Sexta Noche, El programa de AR y Cuarto Milenio, entre otros espacios. En la actualidad ultima un ensayo clínico con el Aplidin, el prometedor antiviral de la farmacéutica gallega PharmaMar.

–Estamos a las puertas del verano, la incidencia baja, aunque lentamente, y los hospitales se van vaciando de pacientes de COVID-19. ¿Qué podría salir mal?

–Con estas variantes que conocemos a día de hoy ganaremos la batalla. El problema es que van a seguir viniendo variantes, como está pasando en Reino Unido, donde ha llegado la india y les ha cambiado el paso. Llevaban bastante más porcentaje de vacunados que nosotros y ya se empieza a notar en los hospitales. La buena noticia es que parece que las vacunas aguantan. El problema es que la variante más fuerte es la que se va a imponer. Es la ley de selección de Darwin. Empezamos con la de Wuhan, luego la D614G, luego la británica y ahora va a ser la india. Lo que venga ahora probablemente tendrá un cierto escape vacunal. Los británicos dijeron que en julio tendrían una nueva ola por la gente no vacunada y porque la variante que viniese eludiese los anticuerpos neutralizantes de las vacunas y de las infecciones.

  • Ficha personal

    César Carballo (Madrid, 1972) es uno de los expertos más mediáticos de la pandemia. Médico de urgencias con 20 años de experiencia, es adjunto del servicio de urgencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid) y vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES). Tiene másteres en gestión de urgencias y alta dirección hospitalaria y ha dirigido simulacros de catástrofes.

–Muchos expertos coinciden en que la variante india terminará haciéndose dominante en España. ¿No sirven de nada los controles fronterizos, la exigencia de test negativos y cuarentenas?   

–Está claro que las variantes entran principalmente por avión. El problema no es solo que entren, sino cómo queremos presentar a España de cara al turismo. Es un error poner las cosas fáciles y no exigir PCR a la gente que venga de Reino Unido. España se debe diferenciar por ser un fortín turístico, porque un 13% de nuestro PIB depende de esto. Al que quiera venir no le va a frenar hacerse una PCR, pero sí nos va a dar mucha información. Nos han dado un toque en la UE y nos han sacado de las listas. Tenemos una incidencia acumulada superior a 100 y hay transmisión comunitaria. Y al final eso es lo que ven los países europeos. No ha habido control durante toda la pandemia, ha entrado todo el mundo sin PCR. La gente que trabaja en líneas aéreas nos lo decía: “Cuando venimos a España no nos sacamos PCR, porque sabemos que aquí no se pide”.

–Además de las PCR existen las pruebas de antígenos, que en España no se acaban de liberalizar, cuando en Europa se venden en supermercados.

–Nosotros exigimos a principios de diciembre del año pasado que se liberalizaran para hacer autotest en casa. Si tengo una comida con familiares son 50 o 60 euros lo que cuestan y estoy más seguro. En otras partes de Europa, como Reino Unido, se reparten test gratuitos entre las familias para que la gente se los haga si tiene tos o unas décimas de fiebre. Esto haría que multiplicáramos los test sin coste real para las arcas del Estado. Hace dos meses se anunció que se liberalizarían en España, pero no se ha hecho, y me parece un error.

–¿Qué ha sido lo más duro que ha vivido en la práctica clínica en esta pandemia?  

–Sin duda, la primera ola, que en Madrid fue durísima y nos la comimos entera sin estar preparados. Nos avisaron nuestros colegas de Italia, pero nos pilló de improviso, no lo esperábamos. Luego nosotros avisábamos a nuestros colegas y no nos creían. Se vivió de forma diferente en otras comunidades, donde ha golpeado más dura la segunda o la tercera ola. En Madrid fue una medicina de guerra absoluta, familias enteras que se morían el padre y la madre con dos semanas de diferencia. Fue brutal, no lo volvimos a vivir después.

–¿Anímicamente fue también el peor momento?  

–El peor fue la primera ola, porque además desconocíamos el virus. No sabíamos cómo se transmitía. Hay que recordar que el Ministerio de Sanidad solo exigía mascarilla quirúrgica, y eso hizo que muchos sanitarios cayesen. España lideró el ranking de sanitarios infectados durante muchísimos meses.

–Unos amigos chinos le proporcionaban mascarillas FFP2.   

–Sí, había que atender a los pacientes con ellas, pero no las había ni nos las daban. Una amiga china de un restaurante me dijo que tenía un montón de material y que lo quería donar. Gracias a eso parte del hospital utilizó durante los primeros días mascarillas FFP2. A España la cogieron con el pie cambiado y vimos imágenes de batas hechas con bolsas de basura, sanitarios sin mascarillas...

–¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de haber estado tan expuesto mediáticamente?

–Gracias a Dios, hasta ahora solo he recibido buen feedback de la gente. Hoy estaba atendiendo pacientes y me decían: “Oiga, ¿es usted el de la tele? Muchísimas gracias...”. Lo único malo es el tiempo que le quitas a la familia, porque te tienes que preparar los programas, leer mucho... Pero me he divertido mucho haciendo lo que hago y me gusta leer sobre la pandemia.

–Ha sido un defensor de la estrategia “Zero COVID”. ¿Vale aún la pena aplicarla, cuando la vacunación avanza rápidamente?

–Hay que aplicarla precisamente cuando estamos en estos parámetros. Los países que la han adoptado han sido ultrabeligerantes con la enfermedad cuando los casos eran pocos. En Europa se ha optado por otro tipo de estrategia [mitigación], y yo creo que ya no se va adoptar la estrategia Zero COVID, porque los contagios van a menos. El otro día leí un artículo de Estados Unidos sobre cuándo acabará la pandemia: decía que no será cuando lo diga la Organización Mundial de la Salud, sino cuando la cantidad de muertos sea aceptable para la gente.

–Eso parece.

–Vamos a vivir en una epidemia cuya duración dependerá de las variantes y de la gente que se haya vacunado. Va a haber países como EE UU e Israel a los que les va a costar mucho llegar a la inmunidad de grupo, porque tienen mucha gente que no se va a vacunar, y en esos países va a haber una especie de endemia, una enfermedad que se seguirá propagando entre los no vacunados. No vamos a acabar con el virus hasta que nos hayamos vacunado un 50% o 60% de la población mundial. Si no, volverá a haber variantes y pasará como con la gripe, que unos años es más virulenta y otros menos. El problema es que una variante se coma el 40% o el 50% de la efectividad de las vacunas, y tendremos una nueva ola que puede ser temible.

–¿Hubiera mejorado la atención médica durante el tsunami de la primera ola de haber habido en España una especialidad de Urgencias y Emergencias?

–Sin duda, sí. Hubiera sido vital haber tenido gente preparada con un temario. Estuve hace dos años en Israel, donde existe la especialidad desde hace bastante tiempo, y vi cómo preparaban a sus residentes. La realidad en Israel es diferente, porque se preparan para amenazas químicas y biológicas, tienen un cuerpo doctrinal propio, entrenan durante 4 años en ciertas aptitudes... El problema en España es que faltan médicos. En esta pandemia algunos se han marchado a casa porque no tenían nada que operar, y nos hemos quedado solos frente a lo que se nos venía encima. Además, en mi servicio casi un 80% de la gente cayó en la primera ola.

Nos ha faltado mucho personal con experiencia en urgencias, y eso la especialidad lo hubiese resuelto. No se entiende que en Primaria se opongan con tanto ahínco a la especialidad cuando luego se quejan de que faltan médicos. Por ejemplo, en mi hospital salen este año 22 residentes de [medicina de] Familia y diez han decidido irse a Urgencias...

“Queremos ver si la aplidina disminuye la carga viral en los primeros días”

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–¿En qué consiste el ensayo clínico del Aplidin de PharmaMar y en qué fase se encuentra? Ha dicho en Twitter que la semana podría haber buenas noticias.   

–Estamos, como tiene que ser, en conversaciones con la Agencia Española del Medicamento para tener todas las cuestiones de seguridad resueltas para empezar un ensayo clínico muy robusto. Cuesta mucho tiempo. Estar casi seis meses de lucha hace que se pueda perder la oportunidad de probar un antiviral que podría ser el único específico a nivel mundial, como la Aplidina. Esto en EE UU se hubiera resuelto en 15 días. Aquí llevamos 6 meses, y pierdes a muchos científicos que al final se aburren.

–¿Cómo se entiende que al Remdesivir se le diese luz verde mucho antes?   

–Esto al final es el poder de la industria farmacéutica y lo que viene de Estados Unidos. Allí tienen unos protocolos muchísimo más ágiles y probablemente las conversaciones con sus agencias reguladoras son más fluidas y se va a lo que se va. No es que tengan menos seguridad, sino que todos estos trámites administrativos se hacen de forma mucho más ágil: si aquí se tarda seis meses, allí son 15 días. Y la administración apoya muchísimo la investigación propia, no como aquí. No hemos tenido para nada el apoyo de la administración hacia un fármaco español. Tampoco es que nos cierren las puertas, pero es demasiado lento.

“El Estado debería poner una alfombra roja al Aplidin, como EE UU al Remdesivir”

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–¿El ensayo clínico tratará de probar que el Aplidin es efectivo en los casos leves?

–Lo que queremos ver es si disminuye la carga viral en los primeros días de la infección. Sabemos que hay pacientes leves con una carga viral muy alta. Y, ojo, hay pacientes que se van a casa que luego vuelven mal o se quedan con COVID persistente. Si tuviésemos un antiviral que en el día 6 eliminase la carga viral sería muy bueno para todos. De momento es intravenoso, pero con investigación podría hacerse por vía oral, si comprobamos que es tan potente como nos dicen los ensayos clínicos tanto in vitro como in vivo, en pacientes. Además, actúa contra todas las variantes. Si apareciese una variante que eludiese a las vacunas tendríamos un tratamiento que, aplicado cuando el paciente llega al hospital, en el día 8 o 9 el paciente podría estar en su casa y no en la uci. Encima es una molécula española. Ojalá tengamos buenos resultados no solamente en el Neptuno, la fase 3, sino en nuestra fase 2, que va a ser más rápida, dado que no necesitamos pacientes ingresados, sino que son pacientes a los que vamos a dar de alta.

–El virólogo del CSIC Luis Enjuanes [colaborador en la investigación sobre el Aplidin] contó en un seminario que el Aplidin curó a un amigo del presidente de PharmaMar, José María Fernández de Sousa, que estaba gravemente enfermo de COVID-19.

–Sé que los resultados de la fase 2, con pacientes hospitalizados, son espectaculares, y que tanto Luis Enjuanes como Adolfo García Sastre [virólogo del Mount Sinai de Nueva York], que han experimentado con la molécula in vitro, han visto que es 60 veces más potente que el Remdesivir. Es verdad que [PharmaMar] es una empresa privada, pero el Estado español debería invertir, poner una alfombra roja a este tipo de medicaciones, como se ha hecho en EE UU con el Remdesivir, que es de una empresa totalmente privada como Gilead. También tenemos la vacuna de Enjuanes, que va a ser esterilizante. El Estado debería preguntarle qué necesitaría para ponerla en el mercado ya. Es una pena. Los trámites administrativos machacan la investigación.

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