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El crimen más incomprensible: cuando los padres asesinan a sus hijos

Estos son los rostros de los asesinos gallegos que mataron a sus hijos

Con la pequeña Olivia, son 40 los menores asesinados por la pareja o expareja de su madre en España desde 2013, año en el que comenzó a contabilizarse los menores víctimas de la violencia machista, según los datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

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El hallazgo del cuerpo sin vida de la niña en aguas de la isla de Tenerife ha conmocionado al país, mientras los peores presagios apuntan a que su hermana menor, Anna, también ha sido asesinada, supuestamente, por su padre, Tomás Gimeno, con el objetivo de hacerle un daño extremo y matar en vida a su exmujer y madre de las niñas. Es lo que se denomina violencia vicaria, la forma más descarnada de la violencia de género.

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De esos 40 crímenes, tres se registraron en Galicia: Amaia y Candela, de 4 y 9 años respectivamente, fueron brutalmente asesinadas en julio de 2015 por su padre en la localidad pontevedresa de Moraña. Dos años después, Javier, de 11 años, fue asesinado por su padre en Oza-Cesuras (A Coruña). Pero esta página de la crónica negra de Galicia tiene otras víctimas de violencia machista anteriores a 2013, y suma otros filicidios debidos también a motivos no vinculados a la violencia de género, pero que tienen un denominador común con aquellos: el autor o autores son los padres o las parejas de sus madres.

Amaia y Candela, de 4 y 9 años, respectivamente, fueron asesinadas el 31 julio de 2015, en Moraña (Pontevedra) en uno de los casos más brutales que se recuerdan. Su padre, David Oubel, las adormeció con un cóctel de medicamentos diluidos en cacao y luego les cortó el cuello con una radial y, finalmente, las remató con un arma blanca. Oubel, que confesó los hechos, fue el primer condenado en España a prisión permanente revisable, la máxima pena provativa de libertad.

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El jucio por el crimen de Moraña, en imágenes

Tras dos años de instrucción en los que se mantuvo en silencio, el filicida de Moraña reconoció su autoría ante un jurado popular. “Reconozco los hechos de la acusación fiscal”, dijo.

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Crimen de Moraña | Primera condena a prisión permanente revisable en España ATLAS

Ana y Eva tenían 3 y 2 años respectivamente cuando su padre, Víctor Bouzós, natural de Gondomar, decidió sesgar sus vidas gaseándolas. En noviembre de 2001, Bouzós secuestró a sus dos hijas del domicilio de su madre y huyó con ellas en el coche hacia Portugal.

La búsqueda del hombre y las dos niñas comenzó de inmediato, ya que hizo llegar una carta a su mujer, que había iniciado los trámites de divorcio, en la que anunciaba su venganza. En la localidad portuguesa de Vila Nova de Cerveira mató a las niñas, conectando la salida del escape de su coche al interior del vehículo con la ayuda de un tubo flexible de aspiradora.

Víctor Bouzós

Sus padres lograron hablar con él y le convencieron por teléfono de que regresara a Vigo con las niñas, aunque él advertía que estaban ya muy malitas. Eva ingresó ya cadáver y Ana apenas sobrevivió unos días. Bouzós fue condenado a 40 años, de los que debía cumplir 30, según la sentencia dictada por la Sección Sexta de la Audiencia con sede en Vigo en abril de 2003.

Pablo, de poco más de un año, fue salvajemente asesinado por su padre el 2 de octubre de 2010. El coruñés José Luis Deus prendió fuego a su vehículo con él dentro. Ese día, efectuó varias llamadas de teléfono a su expareja y, en una de ellas, le dijo que no iba a volver a su hijo y que iba a matarlo, que tenía una bombona de gas abierta en el coche, que iba a volar si se acercaba la Guardia Civil. El condenado había colocado la botella de butano al lado de la sillita del pequeño. Fue condenado a 23 años de prisión.

José Luis Deus

Adrián y Alejandro, gemelos de 10 años, fueron asesinados por la pareja de su madre, Javier Estrada, de 30 años. Los mató a golpes con las baldas de dos estanterías y el sillín de una bicicleta estática en Monte Alto (A Coruña), en agosto de 2011.

En una declaración que ofreció antes del juicio, afirmó que ese día se levantó enfadado porque la madre de los pequeños se había negado a mantener relaciones sexuales con él la noche anterior y estaba nervioso. El autor de este doble crimen está cumpliendo 20 años de los 43 años y 7 meses de cárcel a los que fue condenado.

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Javier fue asesinado el Día de la Madre de 2017. Tenía 11 años. Su padre, Marcos Mirás, de 42 años y vecino de A Coruña, lo había recogido el sábado en el punto de encuentro familiar donde lo había dejado su exmujer, para pasar el fin de semana con él. El domingo le golpeó en la cabeza con una pala de obra en un monte de difícil acceso de Oza-Cesuras hasta terminar con su vida y después intentó ocultar el cadáver. Fue condenado por la Audiencia Provincial a prisión permanente revisable, dos años después de cometer el asesinato de su hijo de tan solo 11 años, sentencia ratificada por el Tribunal Supremo.

Marcos Mirás mató a su hijo hace ahora un año. Carlos Pardellas

Boris, que estaba a punto de cumplir un año, y su madre, Laura Jurkiewicz, de origen alemán, fueron asesinados por Manuel Enrique Suárez Barbosa en 1998. El asesino tiró los cadáveres a un contenedor de la calle Chile, en Vigo. Cuando la policía recuperó los cuerpos, la joven, de 22 años, estaba desnuda y presentaba una herida en el cuello e incisiones en todo el cuerpo. El bebé vestía una camiseta y un pañal. El asesino les propino golpes con un machete mientras dormían. Fue condenado a un total 32 años de cárcel: 17 por el asesinato de la mujer y 15 por la del niño.

Manuel Suárez Barbosa mató a su pareja de 22 años y a su hijo, un bebé que no tenía ni un año, a golpes mientras dormían y los arrojó al contenedor

Iván era el hijo de la pareja del vigués Francisco Javier Campos Triñán y apenas tenía dos años y medio cuando fue asesinado a golpes después de ser agredido sexualmente de forma brutal. El hombre se había quedado cuidándolo en el domicilio que compartían en la calle Torrecedeira de Vigo, mientras su madre asistía a una boda. El pequeño falleció el 26 de septiembre de 1999 en la UCI del Hospital Xeral como consecuencia de los golpes recibidos. Tres años después la Sección Sexta de la Audiencia condenó a Campos a 19 años de prisión, 15 por la agresión sexual y 4 por homicidio imprudente al considerar que no se había probado que quisiera matar al niño. Un año después el Supremo elevaba la pena a 25 años al considerarlo culpable de asesinato. Entró con 32 años en prisión y logró su primer permiso con casi 50, a finales de 2017.

Francisco Javier Campos Triñán

Asunta Basterra es la protagonista de uno de los casos más mediáticos de los últimos años. La pequeña, de 12 años, fue asesinada por sus padres adoptivos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, que denunciaron su desaparición la tarde-noche del 21 de septiembre de 2013.

La policía investiga los diarios que escribía Rosario Porto en su celda

La policía investiga los diarios que escribía Rosario Porto en su celda Agencia ATLAS

En la madrugada del día siguiente, dos personas hallaron su cadáver en una pista forestal de una parroquia del municipio de Teo (A Coruña). El día 24 era detenida Rosario Porto y un día después, el padre. El tribunal declaró por unanimidad que los dos sedaron a la pequeña durante meses y que la asfixiaron por sofocación. Fueron condenados a 18 años de cárcel. Rosario Porto fue hallada ahorcada en su celda de la cárcel de Brieva (Ávila) el 18 de noviembre de 2020.

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El asesinato de Asunta Basterra: cronología gráfica de un crimen que conmocionó a España R.C.

Imran, de apenas dos años, fue asesinado en a golpes en noviembre de 2014 por su madre, Fadila Chardoud, y su actual pareja, el cambrés David Fuentes, de quien estaba embarazada de tres meses.

La pareja metió el cadáver del pequeño en una maleta y la abandonaron en unos matorrales de las vías del tren del apeadero de La Argañosa (Oviedo) y se dieron a la fuga. Además, quedó probado en el juicio que lo habían maltratado habitualmente, ocasionándole graves lesiones. Fueron condenados a 25 años de cárcel por asesinato, 3 por delito de maltrato y 5 por lesiones y 5 meses meses por haber profanado un cadáver. El cambrés fue el autor material y la mujer la autora por omisión.

Erica falleció en mayo de 2003 en O Carballiño (Ourense) a manos de su madre, Ana María García, y de su padrastro, Luis Piñón, y arrojada a un contenedor. Tenía dos años. La Audiencia Provincial de Ourense condenó a 34 años y 8 meses de prisión al hombre y a dos años más a la madre por el agravante de parentesco por los delitos de asesinato en concurso ideal con el de agresión sexual, lesiones y maltrato habitual.

César no entraba en los nuevos planes de su madre. Este pequeño, de 9 años, murió ahogado en la bañera por su madre, Mónica Juanatey, en su casa de Mahón (Menorca) y posteriormente metido en una maleta, que fue abandonada en un barranco en el verano de 2008. La filicida, natural de Noia, que había ocultado a su pareja que tenía un hijo, vio cómo su vida se complicaba cuando sus padres le dijeron que el niño debía trasladarse a la isla para vivir con ella, por lo que decidió matarlo. Fue condenada a 20 años.

Jonathan fue otra víctima de su propia madre. María de las Nieves Domínguez, de 21 años, asfixió y mató a su hijo, de 3 años, en 1998 en la localidad gerundense de Figueres. La viguesa confesó haber matado a otro bebé de ocho meses en Vigo. Fue condenada a 22 años de prisión. Su compañero sentimental, José E. A., de 27 años, fue condenado tambión, acusado de inducirla a cometer el delito.

Natalia falleció el 18 de junio de 2005 a causa de un desgarro intestinal provocado por un golpe directo inferido de cinco a ocho horas antes de su muerte. Los médicos que atendieron a la niña, de dos años, aseguraron en el juicio que esta “llegó prácticamente muerta” al Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol, era “puro hematoma” por el número de lesiones que tenía a simple vista. La Audiencia Provincial de A Coruña condenó a 18 años de cárcel a su madre, Paola Andrea, y al novio de esta, Iván Naveiras, por un delito de homicidio con la agravante de parentesco y otro de maltrato habitual.

Aarón murió de hambre con tan solo dos años en Ponteareas, en 2006. Su hermana, de tres, salvó la vida. Fue la madre de los propios niños, Felisa Bienzobas, quien los llevó al centro de salud al ver que no reaccionaban. Llevaban más de 20 días sin comer, justo poco después de haberse marchado su padre de casa para participar en labores de la vendimia y recogida de patatas en Ourense. Felisa Bienzobas y su marido, José Antonio Cabadas, fueron condenados a 17 años de prisión por la muerte de inanición del pequeño.

El bulo que femeniza el filicido

A raíz del hallazgo del cuerpo de Olivia, se han expandido en redes mensajes que dicen que en España las mujeres son las responsables del “70% de filicidios”, los asesinatos de hijos a manos de sus padres. Se trata de un bulo, ya que no hay pruebas de que ese porcentaje sea real y el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Ministerio del Interior confirman que el dato no corresponde a ninguna cifra oficial. Fuentes del INE aseguran a RTVE que en sus estadísticas no se dan datos de asesinatos cometidos, sino de condenados por estos hechos en sentencia firme. En el apartado de violencia doméstica, su estadística detalla infracciones penales imputadas a los infractores, pero “no contempla todos los casos de asesinatos de niños por adultos, sino solo los ocurridos en el ámbito doméstico, habiendo relación de parentesco”, explican. Asimismo, fuentes del Ministerio del Interior también confirman que ese 70% de filicidios cometidos por mujeres no consta en sus estadísticas y añade que desde enero de 2011 a marzo de 2021 han sido asesinados por sus padres o padrastros 78 menores de edad y corrobora que el Sistema Estadístico de Criminalidad no detalla si la persona que mata a un niño es hombre o mujer.

“Este tipo de sujetos deben estar privados de libertad todo el tiempo que sea necesario”

Jorge Sobral - Catedrático de Psicología Social

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Jorge Sobral - Catedrático de Psicología Social

El asesinato de un hijo a manos de su padre o de su madre es, de todos, el crimen más incomprensible. Impacta y sobrecoge porque se supone que los padres tienen que proteger a los hijos y no convertirse en su más mortal peligro. Por ello tal vez es casi inevitable preguntarse qué se le pasa por la cabeza a un padre o a una madre que planifica y ejecuta un filicidio. Aunque hay una gran variedad de supuestos, en los casos de violencia vicaria, los rasgos de personalidad de estos individuos son “bastante prototípicos dentro del campo de la investigación criminal”, según el catedrático de Psicología Social de la Universidad de Santiago (USC) y experto en Psicología Criminal Jorge Sobral. “En los autores de filicidio convergen factores socioculturales, psicológicos y biológicos que se alimentan los unos de los otros”, explica el experto gallego.

Los filicidas, según Sobral, son descritos en la investigación, sintéticamente, como individuos con un fuerte sentimiento de humillación, mayor cuanto mayor es su narcisismo y sensación grandiosa de autovalía; de vinculación propietaria hacia la víctima o víctimas; y de abandono injustificado, es decir, no se tiene como sujeto ‘merecedor’ del abandono de su pareja, lo que a la vez genera un sentimiento de pérdida y fin de trayecto. “Además, a menudo, ello se acompaña de lo que llamamos delirios celotípicos, los conocidos celos, y en el caso de Tenerife, es evidente que hay también celos relativos a la función de paternidad. Consta en el sumario de la investigación la expresión: ‘A mis hijas no las va a criar ese viejo’, en relación a la actual pareja de su ex”, expone.

Este cóctel de sentimientos está acompañado, además, de lo que en psicología se denomina “rumiación neurótica”, es decir, el individuo no acaba de digerir y metabolizar las emociones negativas, que se van cociendo en su propio caldo de odio y resentimiento durante mucho tiempo. Así, aparece la “visión en túnel”, o lo que es lo mismo, el sujeto tiene una única y obsesiva idea en mente y no es capaz de tener perspectivas alternativas. “Sabemos que todos estos procesos van acompañados de fuertes reacciones de ansiedad y estrés, que hacen que jueguen un papel importante hormonas y neurotransmisores como el cortisol, la noradrenalina y la serotonina”, explica.

Cuando hay un componente psicopático calculador, como es el caso de Tenerife, el arrepentimiento es muy poco probable. “Sobre la maldad, la normalidad y la locura, Tomás Gimeno sabe lo que va a hacer, quiere hacerlo y lo hace con plena capacidad cognitiva. A mi juicio, es en una fase anterior cuando nace esa querencia, ese deseo destructivo y se acepta, donde radica la patología, la anormalidad. Ahí, la extrema maldad y el desvarío se dan la mano”, afirma.

Para el experto, la pena permanente revisable es una pena “muy razonable” para los asesinos con un fuerte componente psicopático, siempre y cuando quede claro cuándo, quiénes y con qué arsenal científico/técnico se va a efectuar la revisión. “Estos sujetos deben estar privados de libertad todo el tiempo necesario mientras no sepamos más sobre algo que en este momento no conocemos lo suficiente: cómo rehabilitarlos, Se ha avanzado mucho en la rehabilitación en contextos penitenciarios, pero con este tipo de sujetos no lo suficiente como para estar seguros de que no reincidirán”, afirma.

Sobral explica que no todos los filicidios tienen la misma causa ni mucho menos. A los causados por violencia vicaria como es el caso de las pequeñas Anna y Olivia, habría que añadir una variada casuística: trastornos mentales diversos, explosiones de ira, agresiones que se descontrolan, etcétera. Y el autor y sus motivaciones también varía, según la edad de la víctima.

“Cuando hablamos de filicidios de niños creciditos, las dos terceras partes las comenten varones y están muy a menudo vinculados al clima cultural del heteropatriarcado, sexismo y machismo dentro del espectro de la violencia de género. Sin embargo, si hablamos de neonaticidios, la gran mayoría los comenten mujeres con un trastorno mental, pasajero o estructural”, explica.

 

 

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