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Gallegos en Italia: “Aquí te piden el Pase Verde para todo y nos da tranquilidad”

Ambra Falabella, José Estors y Lidia Giraudo FDV

José Estors, un gallego que trabaja en la FAO, en Italia, iba hace unos días de camino para su casa cuando de repente lo pararon (hay un centro cercano en el que ponen vacunas) y le preguntaron: “Disculpe, ¿quiere usted vacunarse?”. Estors contestó: “Ya estoy vacunado, pero muchas gracias, de todos modos”, cuenta este vigués. Se trata de una anécdota pero dice mucho ya que son campañas para conseguir que los ciudadanos que todavía no se han vacunado, lo hagan.

"Es la forma de controlar la pandemia", según los gallegos

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En Italia es necesario presentar el pasaporte COVID, conocido como Pase Verde o ‘Green Pass’, en prácticamente todos los sitios, desde hostelería, a ocio (cines, teatros), gimnasios o trenes de larga distancia (desde agosto). Y ahora, con el regreso de mucha gente al trabajo presencial, también es obligatorio para entrar al lugar de trabajo. Hace unos días las manifestaciones de miles de ciudadanos en Italia saltaban a las páginas de la prensa del país y del ámbito internacional. Era, precisamente, por la obligación de presentar el Pase Verde ahora también para trabajar, algo que acorrala más, si cabe, a ciudadanos que se niegan a vacunarse. Se encuentran con problemas en el ámbito laboral. El documento es la prueba de que la persona está vacunada contra el coronavirus, ha dado negativo en un test del patógeno o que ha superado el contagio. La mayoría de los ciudadanos lo lleva en su móvil o impreso en papel y, según los protagonistas de este reportaje, que viven en el país alpino, se ha convertido “en un hábito” el hecho de mostrarlo para entrar en los sitios.

Sin embargo, los antivacunas, o ‘antigreenpass’, como prefieren llamarles algunos, no están de acuerdo con esta medida, extendida ahora al ámbito laboral, porque consideran que vulnera sus derechos.

Para los gallegos consultados, se trata de una medida lógica. “A mí me parece una herramienta muy útil para poder controlar la epidemia. La única, en realidad”, expresa Lidia Giraudo, científica viguesa que trabaja en Italia. Coincide José Estors: “Aquí es súper habitual. Se pide para todo. Gran parte de la población lo apoya. Aunque es verdad que hace unos días hubo manifestaciones. A los ‘antigreenpass’ les limita de una manera tremenda porque ahora hay que volver a la oficina a trabajar. Pero solo puedes entrar en el lugar de trabajo si tienes el ‘Green Pass’. No se les puede suspender de empleo pero sí de sueldo. También tienen la opción de hacerse una PCR cada 48 horas y mostrar los resultados”, expresa José Estors, vigués que desde 2011 trabaja como Oficial de la Industria Pesquera para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Coinciden en que es una medida que no les supone nada, que ayuda a controlar la pandemia y que les da tranquilidad. Estors indica que sus amigos italianos consideran que les parece una “medida adecuada, porque es la forma de parar la propagación del virus”. Además, se percibe que hay campañas para conseguir que se vacunen aquellos que no lo han hecho todavía.

En cuanto a la mascarilla, sigue siendo obligatoria en interiores, en la calle no. “Aquí la mascarilla es obligatoria para mayores de 6 años en interiores y en todas aquellas situaciones en las que no se pueda mantener una distancia mínima interpersonal. También en el colegio es obligatoria, incluso en el recreo. Yo he visto que los niños en realidad son los que más la han aceptado e integrado”, expresa Lidia.

Considera esta joven que las restricciones en Italia han ido poco a poco aflojando, a medida que la vacunación avanzaba. “En mi trabajo, al principio, veía a pacientes que tenían que entrar solos y el acompañante se tenía que quedar fuera. Creo que es muy duro para un paciente recibir un diagnóstico de cáncer o hacer una quimioterapia sin poder agarrar la mano de una persona querida. Ahora por fin, con el ‘Green Pass’, los familiares pueden acompañarlos de nuevo”, expresa Giraudo.

Obligatorio en varios países

En Galicia, la medida de la Xunta de pedir el certificado COVID para acceder a los locales de hostelería no fue bien recibida. Tras ser recurrida, se retiró la obligación. Posteriormente el Tribunal Supremo dio la razón a la Administración autonómica para exigir a los ciudadanos mostrar dicho certificado siempre que fuesen consideradas “zonas con elevado riesgo de contagio y de forma temporal”. En la actualidad solo se pide este documento en el ocio nocturno; para acceder al interior de pubs y discotecas. Si se mira el mapa de Europa, son muchos los países en los que es habitual pedir el pasaporte COVID, sobre todo en hostelería y ocio. Además de Italia: Francia, Bélgica, Alemania o Austria, por ejemplo.

“Creo que funciona porque gente que aún no se había vacunado se está vacunando ahora”

José Estors - Vigués que trabaja en el Departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO, Roma

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José Estors (Vigo, 1974), muestra el Pase Verde o Green Pass en su móvil delante de un establecimiento de hostelería en Roma. FDV

“Están intentando convencer a la gente no vacunada. Y creo que funciona porque mucha gente que no se había vacunado se está vacunando ahora”, cuenta José Estors, que trabaja en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Roma.

Con la obligación de presentar el ‘Green Pass’ en el trabajo, “se pone la vida muy difícil” para los que hasta ahora no se habían vacunado, expresa este vigués.

“(Es) una medida de seguridad, en un tema, además, en el que los errores se pagan con vidas humanas”

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“En FAO, por ejemplo, ahora se permite que venga (en modo presencial) el 50% del personal. Para entrar, la norma es siempre la misma: llegas a la puerta, escanean el ‘Green Pass’, te toman la temperatura, te lavas las manos... Si sales a tomar un café, aunque sea sin salir del edificio de FAO, aunque sea un momento al jardín, para volver a entrar tienes que repetir el mismo proceso. También en restaurantes”, cuenta Estors, que recuerda los primeros momentos de la pandemia, con Italia de primera en número de casos. “Aquí fue dramático”, indica.

Estors considera que el pase COVID “es como un DNI”. Él lo ve como “una medida de seguridad, en un tema, además, en el que los errores se pagan con vidas humanas”. “Te lo pasan al móvil o también lo puedes descargar por web. Con un enlace, metes tus datos, un código que es como una especie de NIF, la fecha de la vacuna, el lote, tu nombre y lo puedes tener en el móvil, en el ordenador o imprimirlo. Tiene nueve meses de vigencia, después se supone que nos vacunan de nuevo”, explica Estors.

“Lo peor no es mostrar un certificado ni llevar mascarilla sino tener que confinarse”

Ambra Falabella - Directora de una academia

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Ambra Falabella, italiana. FDV

En Italia se pide el pase COVID prácticamente para todo. Para Ambra Falabella, italiana (Europass Teacher Academy), no supone un problema, para nada. “En Italia tenemos un montón de obligaciones, prefiero llamarle obligaciones o deberes porque considero que ya no se trata de restricciones. Podemos vivir nuestra vida con bastante normalidad, en estos momentos”, expresa esta directora de academia, que vive en Florencia y participa en proyectos europeos en los que convive con docentes gallegas. “Pero tenemos que prestar atención a algo. Todavía estamos en un contexto de emergencia. Por eso yo creo que no es tan terrible llevar mascarilla o mostrar el certificado de vacunación si con ello podemos trabajar, salir y cenar en un restaurante”, expresa Falabella.

“En Italia, en estos momentos, la situación está bajo control y todos los hospitales y estructuras médicas ya no están en emergencia”

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Considera esta docente que en los países en los que no existe la obligatoriedad ni hay normas, “la situación se esta agravando”.

Para ella, lo más terrible o grave en un contexto de pandemia es estar confinados sin poder salir. “En Italia, en estos momentos, la situación está bajo control y todos los hospitales y estructuras médicas ya no están en emergencia”, expresa.

Ambra considera que los más pequeños no entienden por qué no se puede volver ya a la normalidad total. Sin embargo, considera que no todo el mundo ve la situación como ella. Mucha gente se está manifestando contra la vacunación y el certificado COVID, “especialmente tras la obligación de presentarlo en el trabajo, tanto en el sector público como en el privado”. “Pero yo creo realmente que la vacuna nos puede ayudar a salir de esta situación y es una obligación moral hacerlo por nuestros niños y por la gente que no puede vacunarse por una razón sanitaria”, concluye.

“Tengo dos niños pequeños y si voy a un restaurante quiero que estén protegidos”

Lidia Giraudo - Investigadora en el Insituto Candiolo de Cáncer (Italia)

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Lidia Giraudo, viguesa que vive en el Piamonte, muestra el pase COVID en su móvil. FDV

“Aquí se llama ‘Certificazione Verde Covid-19’ aunque coloquialmente lo conocemos como “Green Pass”. Prácticamente se puede conseguir de tres formas: o habiendo pasado la enfermedad desde hace no más de seis meses, ser negativos en un test de antígenos hecho en las precedentes 48h (o PCR en las últimas 72h) o haber efectuado la vacunación anti-covid. En este último caso, después de 15 días ya te dan el certificado donde pone que te has puesto la primera dosis. A partir de la segunda te lo vuelven a dar actualizado, con las dos. No tienes que pedirlo, te lo dan automáticamente”, cuenta esta científica viguesa.

Lidia Giraudo (Vigo, 1985) es investigadora postdoctoral del Instituto Candiolo de Cáncer IRCCS, en el Piamonte (provincia de Turín).

“El certificado consiste en un código bidimensional QR que puedes imprimir o bien llevar en el móvil. Entrando en el trabajo, hay unas máquinas que te miden la temperatura y leen tu “QR code”. En el restaurante, llega el camarero a la entrada con el lector de códigos. Es bastante automático. Lo que las empresas no pueden hacer es guardar los códigos, tienen derecho solo a leerlos”, apunta.

"A mí me parece una herramienta muy útil para poder controlar la epidemia. La única en realidad”

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Cuenta Giraudo que mucha gente “no está de acuerdo, pero sinceramente a mí me parece una herramienta muy útil para poder controlar la epidemia. La única en realidad”. “Digamos que para mí el verdadero fastidio ha sido la pandemia en sí, el tener que paralizar nuestras vidas, el perder vidas humanas, puestos de trabajo, el hecho de retrasar diagnósticos, ha sido terrible, si recuerdas, el primer país de Europa en sufrir el latigazo del Sars-Cov-2 fue precisamente Italia”, expresa Lidia. Añade: “La certificación verde me parece una forma de tutelarnos, de protegernos. Tengo dos niños pequeños, que, claramente aún no se han podido vacunar, así que, si voy a comer al restaurante, quiero de alguna forma protegerlos. Esa forma es dificultando la libre circulación del virus, dando herramientas a nuestro sistema inmunitario, a través de la vacunación. Esto ha permitido reabrir, viajar, moverse, abrazarse y disfrutar”.

“Aquí hay muchas personas que protestan porque dicen que la certificación les ha quitado una parte de libertad, que nadie puede obligarlos a vacunarse o a hacerse pruebas. Yo creo que la libertad nos la ha quitado el virus y que, con sentido cívico, la certificación no sería necesaria. Sin embargo, hay mucha gente que no ha querido vacunarse y eso, biológicamente, es una bomba. Si el virus encuentra población susceptible, probablemente nacerá un brote”, describe Lidia.

Afirma que vivimos “en una sociedad de la que obtenemos muchos beneficios, pero es necesario protegerla, y eso requiere una serie de obligaciones morales”. “Esta pandemia nos ha enseñado que la sociedad es como un organismo único, que si los hospitales empiezan a llenarse por enfermos graves de COVID-19, no quedará sitio para otro tipo de enfermos graves, se limitará la capacidad de diagnóstico y se perderán derechos básicos. Y eso afecta a todo el mundo”, apunta. “Hemos entrado juntos en la pandemia y juntos es como debemos salir, con la colaboración de todos”, concluye.

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