Si alguien me pidiera una lista de los mejores cómicos españoles de la historia, jamás me hubiera planteado incluir en ella a Marianico el Corto. Sin embargo, Miguel Ángel Tirado, el actor que ha estado bajo la piel de este singular personaje del humor patrio, me acaba de sorprender con una de las mejores series españolas de este año. Puede que en sus apariciones televisivas nunca me hubiera hecho demasiada gracia, pero tras El último show puedo quitarme el sombrero diciendo que ha logrado emocionarme. Como Ignatius Farray en El fin de la comedia o como Jorge Sanz en su homónima Qué fue de Jorge Sanz, Tirado hace de sí mismo en esta historia de marcado tono crepuscular. Mientras que en las dos primeras el objetivo era provocar la carcajada mediante la humillación de sus protagonistas, aquí hay menos hilaridad y más ternura.

El último show nos muestra la cara más humana que hay debajo del humorista. No sé cuánto puede haber de autobiográfico y cuánto de ficción escondido en su argumento, pero presenta a su protagonista como una buena persona, humilde y nada endiosado con la fama. Algo chapado a la antigua pero con un gran corazón. Todavía usa uno de esos viejos móviles con tapadera y guarda las cintas de casete de sus chistes, de ésas que se vendían casi amarillentas en los expositores de algunas gasolineras. Pero Tirado está triste. Hay un poso de amargura, como el que queda en aquellos que ven que se encuentran ante el final de sus días y perciben que no han hecho en esta vida todo lo que planearon. La serie arranca cuando el actor decide enterrar para siempre a Marianico el Corto y dedicarse a otras cosas más serias. Hay una cierta épica cuando lo contemplamos poniéndose el disfraz con el que salía al escenario en la que posiblemente podría ser su última actuación.

En este país, nos habíamos malacostumbrado a vincular las televisiones autonómicas con instrumentos de propaganda del poder político de turno. Por este motivo, es una buena noticia cuando una de ellas nos sorprende con una ficción de calidad como acaba de hacer Aragón TV. Y sobre todo teniendo en cuenta que es su primera incursión en la producción de series. Aragón es tan protagonista de esta serie como cualquiera de los personajes que salen en ella. Los escenarios no están ni en Madrid, ni en Barcelona. Están en Zaragoza. Bueno con una escapadita a Benidorm, eso sí. La cadena ha ido emitiendo los ocho episodios de El último show semanalmente desde febrero. Completada la temporada, HBO se ha hecho con los derechos y ha colgado la temporada íntegra en su catálogo el pasado fin de semana. La elección denota un esfuerzo en seleccionar calidad.

Homenaje a Aragón

Ataviado con su boina, camisa blanca, chaleco, faja roja y gayata, Marianico personificaba al hombre de campo aragonés. El nombre lo tomó de su padre y el diminutivo lo utilizó para subrayar aún más sus orígenes. Y en cuanto a lo de El Corto, lo utilizó para referirse a su estatura: 1,60 metros. En la serie, Tirado quiere colgar su disfraz para intentar emular el trabajo de otro aragonés universal: Luis Buñuel.

El creador de esta serie es otro aragonés, Álex Rodrigo, que ha sido director de episodios de la serie española del momento: La casa de papel. Esos contactos han sido aprovechados para justificar algún que otro cameo. ¿Qué sería de este tipo de series sin esas apariciones estelares de otras estrellas de la pantalla riéndose de sí mismas? Es el caso de Álvaro Morte (El Profesor), que hace de sí mismo en uno de los episodios. También Rodrigo ha estado detrás de las cámaras en el episodio piloto de la serie que revive a otro icono televisivo de los 90 como fue La Veneno, el último pelotazo de los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo).

Los últimos días de Marianico el Corto se narran en paralelo a la entrada en la adolescencia de su nieta Claudia (Laura Boudet). Mientras uno ve cómo sus días se acaban, ella tiene toda una vida por delante y empieza a experimentar lo que es el amor. Miguel Ángel Tirado también está enamorado, pero él ha querido a la misma mujer durante toda su vida. Luisa Gavasa está enorme en su papel de exmujer del popular humorista. En la ficción, hace años que se separaron y ella actualmente está con un gilipollas, pero jamás han dejado de ser amigos. Pilar siempre ha sido su musa y es a la mujer a la que, en realidad, le gustaría ver protagonizando su gran película. Estoy seguro de que si Chiquito de la Calzada no hubiera muerto, habría acabado teniendo otra serie como ésta. Otro cómico tras el que se ocultaba una historia de amor trágica.

En los años treinta, la mítica actriz Greta Garbo abandonó los papeles dramáticos para pasarse a la comedia. Para promocionar la película (Ninotchka, 1939 de Ernst Lubitsch) nada mejor que una sencilla frase con dos contundentes palabras: Garbo ríe. Salvando las distancias, ahora es un humorista el que da el paso inverso. Marianico llora. Y puedo asegurar a aquel que se acerque a esta serie, que ya no volverá a ver de la misma manera a su personaje. Ni a él, ni al señor Barragán, a quien por cierto jamás soporté y aquí ha logrado tocarme la vena nostálgica.